– ?Que pasa alli?

O'Keefe se mantuvo silencioso. Tenia la sensacion de que en el vestibulo, ahora lleno, habia una bomba lista para estallar.

– Puede hablar con el ayudante del gerente. -Inclinandose hacia delante por sobre el mostrador, el empleado llamo:- ?Mister Bailey!

Del otro lado del vestibulo, un hombre mayor que estaba detras de un escritorio, levanto los ojos.

– Mister Bailey, ?quiere venir, por favor?

El ayudante de gerencia asintio, y con aspecto de cansancio, se enderezo. Mientras caminaba, su rostro arrugado asumio con evidente premeditacion, una sonrisa profesional de bienvenida.

Un empleado antiguo, penso Curtis O'Keefe; despues de anos de servicio como empleado del mostrador de recepcion, se le habia dado una silla y un escritorio en el vestibulo de entrada, con autoridad para solventar los problemas menores que planteaban los huespedes. El titulo de ayudante de gerencia, como en la mayoria de los hoteles, era para halagar la vanidad del publico, haciendole creer que estaba tratando con un personaje importante, mas de lo que era en realidad. La verdadera autoridad del hotel estaba en las oficinas de los ejecutivos, donde no se veia.

– Mister Bailey -dijo el empleado-, he explicado a este caballero que el hotel esta lleno.

– Y yo le he explicado -replico el negro-, que tengo una reserva confirmada.

El ayudante de gerencia sonrio con benevolencia, abarcando con buena voluntad la fila de huespedes esperando:

– Bien, vamos a ver que es lo que podemos hacer -coloco una mano regordeta y manchada de nicotina en la manga del costoso traje del doctor Nicholas-. ?Quisiera acompanarme y sentarse alli? -Como el otro le permitio que lo llevara hacia el escritorio, el ayudante dijo:- Temo que algunas veces suceden cosas asi. Cuando ocurren, tratamos de arreglarlas.

Curtis O'Keefe reconocio que el viejo conocia su trabajo. Con suavidad y sin alboroto, habia desviado una escena potencialmente embarazosa, trasladandola desde el centro del escenario a un costado. Entretanto los otros recien llegados se registraban en forma rapida ayudados por un segundo empleado que se habia agregado al primero. Solo un hombre joven, de amplios hombros y ojos de buho detras de gruesos anteojos, se habia apartado de la cola y observaba el nuevo suceso. Bien, penso O'Keefe, quiza despues de todo, no haya ningun estallido. Y continuo observando.

El ayudante de gerencia hizo un ademan ofreciendo a su acompanante una silla al lado del escritorio, y se sento. Escucho con atencion y expresion grave, mientras el otro repitio la informacion que habia dado al primer empleado.

Al fin el viejo asintio:

– Bien, doctor -el tono era breve y formal-, le pido disculpas por el malentendido, pero estoy seguro de que podremos encontrarle un lugar en la ciudad -con una mano atrajo un telefono hacia si, y levanto el auricular. La otra mano saco una hoja del escritorio, con una lista de numeros telefonicos.

– Un momento. -Por primera vez la suave voz del visitante habia subido de tono.-• Usted me dice que su hotel esta lleno, pero sus empleados estan registrando gente que entra en este momento. ?Tienen ellos un tipo especial de reservas?

– Supongo que podria llamarsela asi. -La sonrisa profesional habia desaparecido.

– ?Jim Nicholas! -El ostensible y alegre saludo resono en el vestibulo de entrada. Detras de la voz, un hombre pequeno, anciano, con una cara rubicunda y vivaz, coronado por un mechon de cabellos blancos lacios, se adelanto con pasos cortos hacia el escritorio.

El negro se puso de pie.

– ?Doctor Ingram! ?Me alegro de verlo! -Extendio la mano, que el mas viejo estrecho.

– ?Como estas, Jim, hijo? No, ?no respondas! Veo que estas bien. Ademas, prospero, por lo que se advierte. Supongo que tu profesion anda bien.

– Asi es, gracias -el doctor Nicholas sonrio-. Desde luego, que mi trabajo en la Universidad me lleva mucho tiempo todavia.

– ?Como si no lo supiera! ?Como si no lo supiera! He pasado la vida entera ensenando a muchachos como tu, y luego todos se van a trabajar donde les pagan bien. -Como el otro sonriera ampliamente:- De todos modos, pareceria que tu has conseguido lo mejor de las dos cosas, con una buena reputacion. Ese estudio que hiciste sobre tumores malignos bucales ha motivado muchas discusiones, y todos estamos esperando un informe de primera mano. Y a proposito, tendre el placer de presentarlo a la convencion. ?Sabes que me hicieron presidente este ano?

– Si, lo sabia. No puedo imaginar una eleccion mejor.

Mientras hablaban, el ayudante de gerencia se levanto con lentitud de su asiento. Sus ojos se movian inseguros de uno a otro rostro.

El hombre pequeno y canoso, el doctor Ingram, reia. Palmeaba en el hombro a su colega con jovialidad:

– Dame el numero de tu habitacion, Jim. Algunos nos reuniremos para tomar unas copas mas tarde. Quiero que vengas.

– Por desgracia -dijo el doctor Nicholas-, me acaban de decir que no me daran habitacion. Parece que la negativa tiene algo que ver con mi color.

Hubo un desagradable silencio. El presidente de los odontologos se puso rojo. Luego los musculos de su rostro se endurecieron.

– Jim, yo me ocupare de esto. Te prometo que habran de pedirte disculpas y te daran una habitacion. Si no es asi, te garantizo que todos los otros dentistas abandonaran el hotel.

Un momento antes el ayudante de gerencia habia llamado a un botones para decirle con urgencia: -Busca a McDermott… ?deprisa!

4

Para Peter McDermott el dia comenzo con un detalle menor de organizacion. Entre el correo de la manana habia un memorandum enviado por «Reservas», informando que mister y mistress Justin Kubek, de Tuscaloosa, debian llegar al «St. Gregory» el dia siguiente. Lo que hacia de los Kubek algo especial, era una nota de mistress Kubek advirtiendo que su marido media dos metros quince.

Sentado detras del escritorio de su oficina, Peter deseaba que todos los problemas del hotel fueran tan simples.

– Avise a la carpinteria -instruyo a su secretaria, Flora Yates-¦, es probable que tengan todavia la cama y colchon que usamos para el general De Gaulle; si no, tendran que hacer algo. Que manana haya una habitacion preparada temprano, y la cama tendida antes de que lleguen los Kubek. Hable tambien a roperia; necesitaran sabanas y mantas especiales.

Sentada muy correcta del otro lado del escritorio, Flora tomaba nota, como siempre, sin alboroto ni preguntas. Las instrucciones serian transmitidas con fidelidad, Peter lo sabia, sin necesidad de recordarselo. Flora lo comprobaria, para asegurarse de que se habian cumplido.

Habia heredado a Flora cuando vino al «St. Gregory» y desde entonces decidio que era todo lo que una secretaria eficiente debia ser: competente, de confianza, cerca de los cuarenta anos, casada feliz, y sencilla como una pared de cemento. Una de las cosas mas comodas con respecto a Flora, penso Peter, era que podia gustarle inmensamente, como le gustaba, sin significar una distraccion. Ahora, si Christine hubiera estado trabajando con el, reflexiono, en lugar de hacerlo con Warren Trent, el efecto hubiera sido muy distinto. Desde su impulsiva partida del apartamento de Christine la noche antes, solo habia estado ausente de su recuerdo por breves momentos. Aun durmiendo habia sonado con ella. El sueno era una odisea en la que habian estado flotando serenamente en un rio de orillas verdes (no sabia a bordo de que) con acompanamiento de musica fuerte, en donde las arpas, eran pulsadas con fuerza. Se lo habia contado a Christine esa manana temprano por telefono, y ella le habia preguntado: «?ibamos corriente arriba o abajo? Eso deberia tener importancia.» Pero el no podia recordarlo… solo que habia disfrutado mucho con todo, y esperaba (le informo a Christine) seguir mas tarde donde se habia interrumpido el sueno.

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