Antes de que pudiera responder, sono el telefono. Con un gesto de fastidio lo atendio.

– Mister McDermott -decia una voz con urgencia-, hay un problema en el vestibulo, y el ayudante del gerente dice que baje deprisa.

Cuando colgo el receptor, Christine se habia marchado.

5

Habia momentos en que debia tomarse una decision, penso Peter con tristeza, que uno desearia no haber tenido que afrontar nunca. Siempre que se tomaba, era como si una terrible pesadilla se hubiera vuelto realidad. Aun peor que eso: la propia conciencia, convicciones, integridad y lealtades, se hacian pedazos.

Le habia llevado menos de un minuto apreciar en toda su magnitud la situacion del vestibulo, aun cuando las explicaciones continuaban todavia. El prestigioso negro de mediana edad, sentado ahora tranquilamente al lado del escritorio, el indignado doctor Ingram -respetado Presidente del Congreso de Odontologos- y el ayudante de gerencia, indiferente por completo ahora que le habian quitado de sus hombros la responsabilidad… Este solo informaba a Peter de todo lo que necesitaba saber.

Era evidente que de pronto habia surgido una crisis, que si no se resolvia con tino, podia causar una explosion mayor.

Advirtio la presencia de dos espectadores: Curtis O'Keefe, cuyo rostro le era familiar a traves de las muchas fotografias publicadas, observaba con atencion desde una discreta distancia. El segundo espectador era el hombre joven, de hombros anchos y anteojos de gruesa armazon, que vestia pantalones de franela gris con una chaqueta de tweed. Estaba de pie, y tenia a su lado una maleta con muchas etiquetas, en apariencia observando indiferente el vestibulo y, sin embargo, sin perder detalle de la dramatica escena que se desarrollaba en el escritorio del ayudante de gerencia.

El Presidente de la Reunion de Odontologos se puso de pie en toda su corta estatura, con su rostro redondo y rubicundo, encendido, y los labios apretados, bajo el pelo lacio y canoso.

– Mister McDermott, si usted y su hotel persisten en este increible insulto, le advierto honradamente que les traera una serie de problemas -los ojos del diminuto doctor brillaban colericos, mientras levantaba la voz-. El doctor Nicholas es un miembro altamente distinguido de nuestra profesion. Si usted rehusa alojarlo, permitame decirle que inflige una ofensa personal a mi y a todos los miembros de nuestro congreso.

Peter penso: «si estuviera al margen y no involucrado, probablemente me alegraria mucho de esto». La realidad le previno: «Estoy involucrado. Mi tarea es sacar en alguna forma esta escena fuera del vestibulo.»

– Tal vez usted y el doctor Nicholas -sugirio, mirando al negro con cortesia-, quieran pasar a mi oficina, donde podriamos hablar de esto con calma.

– ?No, senor! Lo discutiremos aqui mismo. No iremos a ningun oscuro y oculto rincon -el fiero y diminuto doctor apoyo firmemente los pies-. ?Ahora, veamos…! ?Va a admitir a mi amigo y colega, el doctor Nicholas, o no?

Las cabezas comenzaban a volverse. Algunas personas se habian detenido en su camino a traves del vestibulo. El hombre con la chaqueta de tweed, todavia simulando desinteres, se habia acercado.

Peter McDermott penso con desmayo: Que treta del destino lo habia colocado en oposicion a un hombre como el doctor Ingram, a quien instintivamente admiraba. Tambien era una ironia que ayer Peter hubiera discutido contra la politica de Warren Trent, que habia creado este incidente. El doctor Ingram, con impaciencia, habia preguntado: «?Va usted a admitir a mi amigo o no?» Por un momento Peter estuvo tentado de contestar que si… y ?al demonio con las consecuencias…! Pero sabia que era inutil.

Habia ciertas ordenes que podia dar a los recepcionistas, pero admitir a un negro como huesped, no estaba entre ellas. En ese sentido las instrucciones eran firmes, y solo podrian ser alteradas por el propietario del hotel. Discutirlo con el empleado de la recepcion, solo prolongaria la escena, y al final no se ganaria nada.

– Lamento tanto como usted, doctor Ingram, tener que hacer esto. Por desgracia hay una reglamentacion en el hotel, que me impide ofrecer alojamiento al doctor Nicholas. Ojala pudiera cambiarla, pero no tengo autoridad.

– Quiere decir que una reserva confirmada, no significa nada.

– Significa mucho. Pero hay ciertas cosas que debimos aclarar cuando se registro la convencion. Es nuestra la culpa, si no se hizo.

– Si lo hubiera hecho -espeto el diminuto doctor-, la Convencion no hubiera venido aqui. Aun mas, todavia la puede perder.

El ayudante de gerencia intervino:

– Les ofreci encontrarles otro alojamiento, mister McDermott.

– ?No nos interesa! -El doctor Ingram se volvio hacia Peter.- McDermott, usted es un hombre joven, y supongo que inteligente. ?Que es lo que siente con respecto a lo que esta haciendo en este mismo momento?

Peter penso: «?Por que eludirlo?»

– Francamente, doctor -replico-, rara vez he tenido mas verguenza. -Y agrego para si mismo, en silencio: «Si tuviera el coraje de una conviccion, me marcharia de este hotel», pero la razon arguyo: «Si lo hiciera, ?que se lograria?» El doctor Nicholas no conseguiria una habitacion, y en cambio se acallaria en forma efectiva el derecho de Peter a levantar una protesta ante Warren Trent, un derecho que habia ejercido ayer y que intentaba ejercer otra vez. Por esa sola razon, ?acaso no era mejor quedarse y hacer, a la larga, lo mejor que se pudiera? Sin embargo, hubiera deseado estar mas seguro.

– ?Al diablo, Jim! -Habia angustia en la voz del medico mas viejo.- No voy a aceptar esto.

– No simulare que no duele -dijo el negro, moviendo la cabeza-, y supongo que mis amigos militantes me diran que debi luchar mas -se encogio de hombros-. Bien mirado, prefiero la investigacion. Hay un avion que parte esta tarde para el norte. Tratare de alcanzarlo.

– ?Es que usted no comprende? -El doctor Ingram se dirigia a Peter.- Este hombre es un profesor respetado y un investigador. Tiene que presentar uno de los trabajos mas importantes.

Peter penso con desesperacion: «Tiene que haber una salida…»

– No se… -dijo-, si ustedes quisieran considerar una sugerencia. Si el doctor Nicholas quiere aceptar hospedarse en otro hotel, yo me encargare de que asista a las reuniones aqui. -Peter comprendio que era temerario lo que hacia. Era dificil asegurarlo, y significaria un encuentro violento con Warren Trent. Pero eso iba a lograrlo o renunciaria.

– ?Y la parte social…, las comidas y almuerzos…? -Los ojos del negro estaban fijos en los suyos.

Peter nego con la cabeza. Era inutil prometer lo que no podria cumplir.

El doctor Nicholas se encogio de hombros. Su rostro se endurecio.

– No tendria sentido, doctor Ingram; le mandare por correo mis trabajos para que puedan circular. Hay algunas cosas que le van a interesar.

– Jim… -el diminuto hombre canoso estaba muy perturbado-. Jim, no se que decirte, salvo que aun no se ha dicho la ultima palabra en este asunto. -El doctor Nicholas se volvio para tomar su maleta.

– Buscare un botones -dijo Peter.

– ?No! -el doctor Ingram lo aparto-. Llevar esta maleta es un privilegio que me reservo.

– Excusenme, caballeros -era la voz del hombre con la chaqueta de tweed y anteojos. Al darse vuelta, se escucho el obturador de una maquina fotografica-. Ha sido una buena toma -dijo-, tomare una mas. -Miro a traves del dispositivo de una «Rolleiflex», y el obturador volvio a funcionar. Bajando la camara comento:- Estas peliculas rapidas son extraordinarias. Hasta hace poco tiempo hubiera necesitado un flash para tomar estas fotos.

– ?Quien es usted? -pregunto Peter McDermott con voz tajante.

– Que quiere saber: ?quien soy o que soy?

– Como sea, esto es propiedad privada. El hotel…

– ?Oh, vamos! ?Dejemos de lado esa vieja historia! -El fotografo estaba ajusfando su camara. Levanto los ojos mientras Peter daba un paso adelante, hacia el.- Y yo de usted, no intentaria nada. Su hotel va a oler muy mal cuando yo termine con este asunto, y si quiere anadir el mal trato a un fotografo, ?hagalo! -Se sonreia, mientras Peter titubeaba.- Diria que usted piensa con rapidez.

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