El empleado que lo traia se presento como Sean Hall de la «O'Keefe Hotels Corporation». El joven, que habia venido directamente a la
Comenzo a leer, cenudo, en un estado de animo que se acentuo en el transcurso de la lectura. No solo el nombre de Tom Earlshore, sino tambien el de otros empleados de confianza, aparecian en las conclusiones de los investigadores. Era dolorosamente evidente que Warren Trent habia sido enganado por cada una de las personas, hombres y mujeres, en quienes habia confiado, incluyendo a algunos como Tom Earlshore, a los que consideraba como amigos personales. Tambien resultaba obvio que el saqueo en todo el hotel era mas grande que el que se documentaba aqui.
Doblando con cuidado las hojas escritas a maquina, las coloco en un bolsillo interior de su chaqueta.
Sabia que si no se controlaba, se encolerizaria, lo haria publico, y castigaria uno por uno, a aquellos que traicionaron su confianza. Hasta podria sentir una triste satisfaccion al hacerlo.
Pero la colera excesiva era una emocion que ahora lo dejaba agotado. Decidio que hablaria personalmente con Tom Earlshore, pero con nadie mas.
Sin embargo, reflexiono Warren Trent, el informe tenia una consecuencia util. Lo desligaba de una obligacion.
Hasta la noche anterior, gran parte de su pensamiento acerca del «St. Gregory» habia estado condicionado a una lealtad que, suponia, debia a los empleados del hotel. Ahora, con la infidelidad que le habia sido revelada, estaba libre de esa sujecion.
El resultado fue abrir una posibilidad, que antes habia rechazado para mantener el control del hotel. Aun ahora, la perspectiva era dolorosa, razon por la que decidio dar el paso menos desagradable y buscar primero a Tom Earlshore.
El «Pontalba Lounge» estaba en el piso principal del hotel, accesible desde el vestibulo, a traves de las puertas de vaiven dobles, decoradas con cuero y bronce. Dentro, dos escalones alfombrados conducian a un espacio en forma de L, que contenia mesas y reservados con comodos asientos tapizados. A diferencia de la mayor parte de los bares, el «Pontalba» estaba brillantemente iluminado. Esto significaba que los clientes se podian observar unos a otros, asi como al bar mismo, que se extendia a lo largo de la L. Frente al bar, habia una docena de altos taburetes acolchados, para los concurrentes no acompanados, que podian, si asi lo deseaban, hacer girar sus asientos para inspeccionar la sala.
Eran las doce menos veinticinco cuando Trent entro desde el vestibulo. El salon se hallaba casi vacio, solo estaban un joven y una muchacha en uno de los reservados, y dos hombres con los distintivos de la convencion, hablando en voz baja, en una mesa proxima. La habitual afluencia de clientes, en la hora previa al almuerzo, se produciria dentro de quince minutos, despues de lo cual se habria perdido la oportunidad de hablar con tranquilidad. Pero el propietario del hotel penso que diez minutos eran suficientes para lo que habia venido a hacer.
Al verlo, un camarero se adelanto, pero fue despedido. Vio que Tom Earlshore estaba detras del bar, de espaldas, y dedicado a leer las noticias de un periodico que habia extendido sobre la caja registradora. Warren Trent camino erguido hasta el bar, y se sento en uno de los taburetes. Ahora podia ver que el viejo barman estudiaba un programa de carreras.
– ?Es esa la forma en que ha estado utilizando mi dinero? -dijo.
Earlshore giro, con una expresion de asombro; despues reflejo una ligera sorpresa y luego un aparente placer cuando se dio cuenta de quien era el visitante.
– ?Vaya, mister Trent! Le gusta a usted asustar a la gente. -Tom Earlshore, con habilidad, doblo el programa, metiendolo en uno de los bolsillos posteriores de su pantalon. Bajo su cabeza calva, con un pelo blanco a lo Santa Claus, el rostro apergaminado se plego en una sonrisa. Warren Trent se pregunto por que no habia sospechado nunca que era una sonrisa falsa.
– Hace mucho tiempo que no lo vemos por aqui, mister Trent. Demasiado tiempo.
– No se esta quejando, ?verdad?
Earlshore vacilo:
– Bien, no.
– Debi haber pensado que dejarlo solo le ha dado muchas oportunidades.
Una sombra de duda cruzo por el rostro del barman. Rio como para recobrar confianza.
– Siempre le ha gustado a usted hacer bromas, mister Trent. ?Oh! Ya que esta aqui, quiero mostrarle algo. He tenido intencion de ir a verlo a su oficina, pero no he tenido tiempo -Earlshore abrio un cajon del mostrador y saco un sobre del que extrajo una instantanea en colores-. Esta es de Derek… mi tercer nieto… saludable, como su madre, gracias a lo que usted hizo por ella hace mucho tiempo. Ethel… es mi hija, lo recuerda… con frecuencia pregunta por usted; siempre le envia sus mejores saludos, lo mismo que todos los de casa. -Puso la fotografia sobre el bar. Warren Trent la tomo, y con deliberacion, sin mirarla, se la devolvio.
– ?Que sucede, mister Trent? -interrogo incomodo Tom Earlshore-. ?Que anda mal? -Como no hubo respuesta, insistio:- ?Puedo ofrecerle algo?
Estuvo por rehusar, pero cambio de idea:
– Un
– ?Si, senor! ?En seguida! -Tom Earlshore busco de prisa los ingredientes. Siempre habia sido un placer verlo trabajar. Algunas veces, en el pasado, cuando Warren Trent tenia invitados en su
Warren Trent sorbio un trago y asintio.
– ?Esta bien? -pregunto Earlshore.
– Si. Tan bueno como siempre. -Sus ojos se encontraron con los de Earlshore.- Y me alegro que asi sea, porque es el ultimo coctel que hara en mi hotel.
La incomodidad se habia convertido en aprension. Earlshore se paso la lengua por los labios, nervioso.
– Eso no puede ser verdad, mister Trent. No puede ser.
Ignorando la replica, el propietario del hotel aparto su copa.
– Eso no puede ser verdad, mister Trent. No puede ser.
– ?Por que lo hizo usted, Tom? ?Por que, entre todos, tenia que ser usted, precisamente?
– Le juro por Dios que no se…
– No me engane, Tom. Ya lo ha hecho bastante tiempo.
– Le digo, mister Trent…
– ?Basta de mentir! -La orden estallo en la quietud del ambiente.
Dentro del salon, el pacifico murmullo de conversaciones se interrumpio. Observando la alarma en los ojos inquietos del barman, Warren Trent comprendio que, detras de si, las cabezas se volvian. Tuvo conciencia de que afloraba la creciente colera que habia intentado controlar.
– Por favor, mister Trent -Earslhore trago-, he trabajado aqui durante treinta anos. Nunca me ha hablado de esta manera. -Su voz era apenas audible.
Desde el bolsillo interior de su chaqueta, donde lo habia colocado, Warren Trent extrajo el informe de los investigadores de O'Keefe. Volvio dos paginas y doblo una tercera, cubriendo una parte con su mano.
– ?Lea! -ordeno.
Earlshore busco los anteojos en el bolsillo y se los puso. Las manos le temblaban. Leyo unas lineas, y luego no leyo mas. Levanto los ojos. Ahora ya no intentaba negar. Solo sentia el instintivo miedo de un animal acorralado.
– ?No puede probar nada!
Warren Trent golpeo con su mano la superficie del bar. Sin importarle levantar la voz, dejo que su colera estallara.
– Si quiero, puedo hacerlo. No se equivoque en cuanto a eso. Usted ha mentido y ha robado, y como todos los que mienten y roban, ha dejado rastros tras de si.
Con un miedo terrible, Earlshore transpiraba. Era como si, de pronto, con explosiva violencia, su mundo, que creia seguro, se hubiera despedazado. Durante mas anos de los que podia recordar, habia defraudado a su patron… hasta un punto en el que desde hacia mucho tiempo, se consideraba invulnerable. En sus peores presagios, jamas