Sin embargo, antes de eso, en algun momento de la noche, se habian de encontrar. Acordaron que el lugar y la hora lo arreglarian mas tarde.
– Buscare un pretexto para llamarte -dijo Peter.
– ?Quien necesita un pretexto? -habia replicado ella-. Ademas, esta manana trate de encontrar un pedazo de papel sin la menor importancia, el cual debia entregarselo en persona. -Parecia feliz, casi sin aliento, como si la excitacion de la noche anterior se hubiera derramado sobre el nuevo dia.
Esperando que Christine viniera pronto, volvio su atencion a Flora y al correo de la manana.
Era un monton de cosas corrientes, incluyendo algunas preguntas sobre los congresos, que se proponia aclarar primero. Como siempre, Peter tomo su postura favorita para dictar: los pies sobre un canasto de cuero, para papeles, y su sillon giratorio echado hacia atras en tal forma que su cuerpo estaba casi en posicion horizontal. Descubrio que podia pensar con mas claridad en esa posicion, que habia adoptado a lo largo de su experiencia, de manera que ahora el sillon estaba en los limites extremos de equilibrio, con solo un pelo de distancia entre la estabilidad y el desastre.
Como hacia con frecuencia, Flora miraba expectante durante las pausas del dictado. Solo observaba, sin hacer ningun comentario.
Habia otra carta hoy, que contesto a continuacion, de un residente de Nueva Orleans cuya esposa habia asistido a la recepcion de una boda privada en el hotel, cinco semanas antes. Durante la recepcion, habia colocado su abrigo de pieles de vison silvestre sobre un piano, junto con ropas y pertenencias de otros asistentes. Con posterioridad descubrio una seria quemadura de cigarrillo cuya reparacion habia costado cien dolares. El marido queria cobrarlos al hotel, y su ultima carta contenia la amenaza de una demanda.
La respuesta de Peter era cortes, pero firme. Senalo, como lo habia hecho con anterioridad, que el hotel proveia de departamentos para guardar las prendas, que la senora del reclamante no quiso utilizar. Si hubiera usado esa habitacion, el hotel habria considerado la reclamacion. Pero dada la forma en que habia sucedido, el «St. Gregory» no era responsable.
Peter sospechaba que la carta del marido no era mas que una tentativa, aun cuando podia convertirse en un pleito; habia habido una cantidad de demandas igualmente banales en el pasado.
En general, los tribunales rechazaban con costas tales reclamaciones, pero eran fastidiosas por el tiempo y el esfuerzo que consumian. Peter penso que a veces parecia que el publico consideraba el hotel como a una vaca lechera muy conveniente, con ubre de cornucopia.
Habia elegido otra carta, cuando se oyo un ligero golpe en la puerta de la oficina exterior. Levanto los ojos, esperando ver a Christine.
– Soy yo -dijo Marsha Preyscott-. No habia nadie fuera, de manera que… -miro a Peter-: ?Oh, por Dios! ?No se caera de espaldas?
– Todavia no -dijo… y de pronto se cayo.
El ruido que hizo fue seguido por unos segundos de estupefacto silencio.
Mirando hacia arriba desde el suelo, detras del escritorio, Peter calculaba el dano. El tobillo izquierdo le dolia donde se habia golpeado con la silla al caer. Le dolia la parte de atras de la cabeza al tocarla -aunque por fortuna la alfombra habia aminorado la fuerza del impacto-. Y que su dignidad se habia desvanecido, lo atestiguaban las carcajadas de Marsha y la sonrisa mas discreta de Flora.
Se acercaron al escritorio para ayudarlo a incorporarse. A pesar de su molestia, percibio una vez mas la radiante frescura de Marsha. Lucia un simple vestido de algodon azul que, en cierta forma, acentuaba su calidad de medio-mujer-medio-nina de la que el habia estado tan consciente el dia anterior. Su cabello largo y oscuro caia, tan brillante como la vispera, sobre sus hombros.
– Deberia usar una red de seguridad -dijo Marsha-, como hacen en el circo.
– Quiza tambien podria desempenar el papel del payaso -replico Peter, con una triste sonrisa.
Flora volvio a colocar el pesado sillon giratorio en su posicion vertical. Cuando Peter se incorporaba apoyando los codos en Marsha y Flora, entro Christine. Se detuvo en la puerta, con un manojo de papeles en la mano.
– ?Interrumpo? -pregunto.
– No -respondio Peter-. Yo… bien, me cai del sillon.
Los ojos de Christine se dirigieron al sillon, solidamente instalado.
– Me cai de espaldas -aclaro el.
– Siempre se caen asi… ?verdad? -Christine miro a Marsha. Flora se habia marchado en silencio.
Peter las presento.
– ?Como le va, miss Preyscott? -dijo Christine-. He oido hablar de usted.
Marsha miro a Christine y a Peter apreciativamente. Respondio con frialdad:
– Supongo que trabajando en un hotel, oira todo tipo de murmuraciones, miss Francis. Usted trabaja aqui, ?no es verdad?
– Murmuracion, no es lo que quise decir -dijo Christine-. Pero, tiene razon, trabajo aqui. De manera que puedo venir en cualquier otro momento, cuando las cosas no sean tan agitadas o privadas.
Peter advirtio la existencia de un sentimiento antagonico entre Marsha y Christine. Se pregunto cual seria la causa.
Como interpretando sus pensamientos, Marsha sonrio con dulzura.
– Por favor, no se vaya por mi, miss Francis, solo he venido un momento para recordarle a Peter la comida de esta noche -se volvio hacia el-. No lo ha olvidado, ?verdad?
Peter tenia una sensacion de vacio en el estomago.
– No -mintio-, no lo habia olvidado.
Christine rompio el silencio que siguio:
– ?Esta noche?
– ?Oh, por Dios! -replico Marsha-. ?Tiene que trabajar, o algo por el estilo?
– No tendra nada que hacer -Christine negaba decididamente con la cabeza-. Me ocupare de ello personalmente.
– Es muy gentil de su parte. -Marsha disparo otra sonrisa.- Bien, sera mejor que me retire. Ah, si… a las siete en punto -le dijo a Peter-, y es en Prytania Street… la casa con cuatro columnas grandes. Adios, miss Francis - saludando con la mano, se marcho cerrando la puerta.
Con expresion candida, Christine pregunto:
– ?Quiere que se lo anote…? La casa con cuatro columnas grandes… para que no lo olvide.
El levanto las manos con un gesto de desesperacion.
– Ya lo se… tu y yo… teniamos una cita. Cuando la concerte me olvide del otro compromiso, porque anoche contigo…me olvide de todo lo demas. Cuando hablamos esta manana, creo que estaba perturbado.
– Comprendo eso muy bien -dijo Christine alegremente-. ?Quien no estaria perturbado con tantas mujeres a sus pies?
Estaba decidida, aun cuando haciendo un esfuerzo, a mostrarse despreocupada y, si fuera necesario, comprensiva. Recordo que a pesar de lo acontecido la noche anterior, no tenia ningun derecho sobre Peter, y lo que habia dicho referente a su perturbacion, era cierto, sin duda.
– Espero que pases una noche muy agradable -agrego Christine.
Peter se movio incomodo.
– Marsha no es mas que una nina.
Habia limites, hasta para una paciente comprension. Sus ojos escrutaron la cara de el.
– Supongo que, en realidad, crees eso. Pero hablando como mujer, dejame advertirte que la pequena miss Preyscott se parece tanto a una nina, como un gato a un tigre. Pero supongo que sera divertido para un hombre dejarse devorar.
Peter movio la cabeza con impaciencia.
– No puedes estar mas equivocada. Se trata, simplemente, de que hace dos noches estuvo en una situacion muy desagradable, y…
– Necesitaba un amigo.
– Eso es.
– Y ahi estabas tu.
– Comenzamos a hablar. Y prometi ir a una comida a su casa esta noche. Habra otras personas.
– ?Estas seguro?