– Yo siempre me acuerdo. Hay algunas personas que desearian que no fuera asi.
– Lamento haber sido algo brusco en aquella ocasion.
– Tengo un reloj aqui. Ha pasado medio minuto.
– Quiero hacer un trato.
– Soy yo quien hace los tratos. Los otros los aceptan.
– Si el tiempo es tan importante -dijo Warren Trent-, no lo malgastaremos en detalles. Durante muchos anos ha tratado usted de poner el pie en las actividades hoteleras. Tambien quiere fortalecer la posicion de su sindicato en Nueva Orleans. Le estoy ofreciendo una oportunidad.
– ?Cual es el precio?
– Dos millones de dolares… en una primera hipoteca segura. A cambio de ello, usted consigue un puntal para el sindicato y redacta su propio contrato. Presumo que sera razonable, desde el momento que su propio dinero esta comprometido en ello.
– Bien -dijo la voz-, bien, bien, bien…
– Ahora, ?quiere parar ese reloj?
Se oyo una risa en el otro extremo de la linea.
– No hay tal reloj. Es sorprendente, sin embargo, como la idea apresura a la gente. ?Cuando necesita el dinero?
– El dinero, el viernes. La decision, antes de manana al mediodia.
– Viene a mi en ultima instancia, ?eh? ?Cuando todos lo han rechazado?
No habia objeto en mentir.
– Si -fue su corta respuesta.
– ?Ha estado perdiendo dinero?
– No tanto que no pueda variarse el curso. La gente de O'Keefe piensa que puede cambiarse. Han hecho una oferta para comprar.
– Quiza fuera prudente aceptar.
– Si lo hago, ellos nunca le daran esta oportunidad.
Hubo un silencio que Warren Trent no perturbo. Podia sentir al otro hombre pensando, calculando. No tenia la menor duda de que su propuesta estaba siendo considerada con seriedad. Durante una decada la Fraternidad Internacional de Jornaleros habia intentado infiltrarse en el personal de la industria hotelera. Hasta entonces, sin embargo, a diferencia de la mayoria de sus campanas de afiliacion, habia fracasado rotundamente. La causa habia sido -en este caso especial- la union entre los duenos de los hoteles, que temian a los Jornaleros, y los sindicatos mas honrados, que los despreciaban. Para los Jornaleros, un contrato con el «St. Gregory» (hasta ahora, un hotel sin sindicatos) podia constituir una fisura en la maciza represa de la resistencia organizada.
En cuanto al dinero, una inversion de dos millones de dolares (si los Jornaleros deseaban hacerlo) seria solo un pequeno bocado en el gran tesoro del sindicato. Ya habian gastado bastante mas que eso, durante los anos transcurridos en la fracasada campana para afiliar a los empleados de hoteles.
Warren Trent sabia que dentro de la industria hotelera se le repudiaria y senalaria como traidor, si prosperaba el arreglo que habia sugerido. Y entre sus propios empleados seria condenado con violencia, al menos por aquellos suficientemente informados para saber que habian sido traicionados.
Eran los empleados quienes perderian mas. Si se firmaba un contrato con el sindicato, habria pequenos aumentos en los jornales, como se hacia en tales casos, como un gesto de generosidad. Pero el aumento, ya debia haberse hecho; en realidad, estaba en mora, y habia tenido la intencion de otorgarlo el mismo, si la refinanciacion del hotel se hubiera arreglado de otra manera. El plan existente de la pension de los empleados, se abandonaria en favor del sindicato, pero la ventaja seria para el tesoro de los Jornaleros. Lo mas importante, la cuota para el sindicato (probablemente, de seis a diez dolares mensuales) seria obligatoria. De esta manera, no solo cualquier aumento inmediato en los jornales quedaria anulado, sino que los ingresos de los empleados se verian disminuidos.
Bien, reflexiono Warren Trent, el oprobio de sus colegas en la industria hotelera, tendria que ser soportado. En cuanto al resto, endurecio su conciencia recordando a Tom Earlshore y a los otros como el.
La imperativa voz en el telefono interrumpio sus pensamientos.
– Le enviare dos personas de mi personal financiero. Saldran en avion esta tarde. Durante la noche examinaran sus libros. Y los examinaran bien; de manera que no pretenda esconder nada de lo que debemos saber -la inequivoca amenaza le recordaba que solo los temerarios o los tontos trataban de burlarse del Sindicato de Jornaleros.
– No tengo nada que ocultar -manifesto con hosquedad el propietario del hotel-. Tendra usted acceso a toda la informacion que poseo.
– Si manana por la manana mi gente me informa de que todo esta bien, usted firmara un contrato con el sindicato del gremio por un termino de tres anos. -Era una decision, no una pregunta.
– Naturalmente, estare satisfecho de firmar. Desde luego, tendra que haber una votacion de los empleados, aun cuando estoy seguro de que puedo garantizar el resultado. -Warren Trent tuvo un momento de incomodidad, preguntandose si en realidad podia garantizarlo. Habria oposicion para una alianza con el Sindicato de Jornaleros, de eso estaba seguro. Sin embargo, una buena cantidad de empleados seguirian su recomendacion personal, si ejercia suficiente presion. La cuestion era: ?Constituirian la mayoria necesaria?
– No habra votacion -declaro el presidente del sindicato.
– Pero la ley…
– No trate de ensenarnos lo que es la ley laboral. -La voz al otro extremo de la linea sono colerica.- Se mas y mejor sobre ella, de lo que usted sabra jamas. -Hubo una pausa. Luego la explicacion en un grunido.- Este sera un Convenio voluntario de Reconocimiento. Nada en la ley dice que deba someterse a votacion. No habra votacion.
Warren Trent penso que podria hacerse en esa forma.
El procedimiento careceria de etica, seria inmoral; pero absolutamente legal. Su propia firma en el contrato con el sindicato, dadas las circunstancias, comprometeria a todos los empleados del hotel, les gustara o no. Bien, penso cenudo, que asi sea. Resolveria todo en forma mucho mas simple, con el mismo resultado final.
– ?En que forma resolveran la hipoteca? -pregunto Warren Trent. Era una zona delicada, lo sabia. En el pasado, las comisiones investigadoras del Senado habian censurado severamente a los Jornaleros por hacer fuertes inversiones en companias con las que el sindicato tenia contratos laborales.
– Usted dara un documento pagadero al Fondo de Pensiones de los Jornaleros, por dos millones de dolares al ocho por ciento. El pagare estara garantizado por una primera hipoteca sobre el hotel. La hipoteca la otorgara la Confederacion de Jornaleros Surenos, en deposito para el Fondo de Pensiones.
El arreglo, comprendio Warren Trent, era diabolicamente inteligente. Contravenia el espiritu de todas las leyes que afectaban al uso de los fondos del sindicato, mientras desde un punto de vista tecnico, se mantenia dentro de ellas.
– La obligacion vencera a los tres anos, y si usted deja de pagar los intereses en dos vencimientos, sera ejecutado.
– Estoy de acuerdo con las demas condiciones, pero necesito cinco anos -objeto Warren Trent.
– Le doy tres.
Era un trato severo, pero tres anos le darian tiempo, por lo menos, para restaurar la posicion competitiva del hotel.
– Muy bien -respondio de mala gana.
Se oyo un clic cuando en el otro extremo se corto la comunicacion.
Al salir de la cabina telefonica, y a pesar de una nueva punzada de ciatica, Warren Trent sonreia.
8
Despues de la violenta escena en el vestibulo, que culmino con la partida del doctor Nicholas, Peter McDermott se pregunto, inquieto, que sucederia despues. Reflexionando, decidio que no ganaria nada precipitando un encuentro con los organizadores del Congreso de Odontologos Americanos. Si su presidente, el doctor Ingram,