miembros del personal ejecutivo, en la gran mesa circular reservada para ellos, proxima a la cocina.

El contador general del «St. Gregory», Royall Edwards y el fornido y calvo gerente de creditos Sam Jakubiec, estaban almorzando cuando Peter se les reunio. Doc Vickery, el jefe de mecanicos, que habia llegado unos minutos antes, estudiaba el menu. Sentandose en la silla que Max habia retirado y le ofrecia, Peter pregunto:

– ?Que me recomiendan?

– Pruebe la sopa de berros -dijo Jakubiec, entre sorbo y sorbo de la que tenia delante-. No es como la hecha por nuestra madre; es mucho mejor.

– La especialidad de hoy es el pollo frito -agrego, con su voz precisa de contador, Royall Edwards-. Lo hemos pedido.

Cuando el maitre se alejo, aparecio un joven camarero para atenderlos. A pesar de las instrucciones dadas en contra, la «colonia penal» (al estilo propio de los ejecutivos) recibia en forma invariable, la mas esmerada atencion en el comedor. Era dificil, como Peter y los otros ya habian descubierto, persuadir a los empleados de que los clientes que pagaban el hotel eran mas importantes que los ejecutivos que lo administraban.

El mecanico jefe cerro su menu, atisbando por encima de sus anteojos de gruesa armazon que, como siempre, se habian deslizado hasta la punta de su nariz.

– Lo mismo para mi, hijo.

– Yo tambien me adhiero -dijo Peter, devolviendo el menu, que no habia abierto.

El camarero titubeo.

– No estoy seguro de que este tan bueno el pollo frito, senor. Tal vez prefiera otra cosa.

– Bien -exclamo Jakubiec-, ?buena hora para decirnos esol

– Puedo cambiar su pedido sin inconveniente, mister Jakubiec. El suyo tambien, mister Edwards.

– ?Que le pasa al pollo frito? -pregunto Peter.

– Quiza no debi decirlo -el joven camarero se movia incomodo-, pero sucede que hemos recibido quejas. Parece que no ha gustado a la gente. -Volvio la cabeza mientras por un momento recorria el atareado comedor con la mirada.

– En ese caso -le dijo Peter-, tengo curiosidad por saber la razon. De manera que deje mi pedido como esta.

Con una sombra de disgusto, los otros acordaron hacer lo mismo.

Cuando el camarero se fue, Jakubiec pregunto:

– ?Que significa ese rumor de que nuestra convencion de dentistas puede marcharse en cualquier momento?

– Lo que ha oido es cierto, Sam. Esta tarde sabre si solo se trata de un rumor. -Peter comenzo a tomar la sopa que habia aparecido como por arte de magia, y luego describio la escena de una hora antes en el vestibulo. Los rostros de los otros se tornaron serios a medida que escuchaban,

– He observado que los desastres rara vez llegan solos -senalo Royall Edwards-, y juzgando por nuestros ultimos resultados financieros, que ustedes, caballeros, conocen, este podria ser uno mas.

– Si resulta asi -comento el jefe de mecanicos-, no cabe duda de que lo primero que hara usted es cercenar dinero del presupuesto previsto para las maquinarias.

– Eso -dijo el contador general-, o suprimirlo por completo.

El jefe protesto, poco divertido.

– Tal vez nos eliminen a todos -acoto Sam Jakubiec-, si la gente de O'Keefe se hace cargo de esto. -Miro inquisitivo a Peter, pero Royall Edwards hizo un gesto con la cabeza, advirtiendo que el camarero se acercaba. El grupo permanecio silencioso, mientras el joven servia con destreza al contador general y al gerente de creditos, en tanto alrededor continuaba el murmullo del comedor, un apagado ruido de platos, y el pasar de los camareros por la puerta de la cocina.

– Bien, ?cual es la novedad? -interrogo Jakubiec, cuando el camarero se alejo.

– No se una palabra, Sam, excepto que esta sopa esta muy buena.

– Si recuerda -dijo Royall Edwards-, se la recomendamos, y ahora les ofrecere un consejo: retiren el pedido, ya que pueden -habia probado el pollo frito que le sirvieron a el y a Jakubiec un momento antes. Luego dejo el cuchillo y el tenedor-. Sugiero que otra vez escuchemos con mas respeto el consejo del camarero.

– ?Tan malo esta? -inquirio Peter.

– Supongo que no -replico el contador general-, si le gusta la comida rancia.

Con cierta duda, Jakubiec probo de su propio plato, mientras los otros lo observaban.

– Aparten eso. Si tuviera que pagar por este plato… yo no lo haria-dijo al fin.

Incorporandose en su asiento, Peter vio al maitre, al otro lado del comedor, y le hizo senas para que se acercara

– Max ?esta de servicio el chef Hebrand?

– No, mister McDermott. Tengo entendido que esta enfermo. En su lugar esta el sub-chef Lemieux -agrego el maitre con ansiedad-. Si se trata del pollo frito, le aseguro a usted que todo se ha resuelto. Hemos dejado de servir ese plato, y donde se han tenido quejas, se les ha cambiado el menu -sus ojos se dirigieron hacia la mesa-. Haremos lo mismo aqui, en seguida.

– Por el momento -replico Peter-, me preocupa mas saber que es lo que ha sucedido. ?Quiere pedirle al chef Lemieux que se reuna con nosotros?

Peter penso que estando la cocina tan proxima, era una tentacion entrar y preguntar directamente que habia sucedido con el plato especial del almuerzo. Pero hacerlo hubiera sido poco prudente.

Al tratar con sus principales chefs, los ejecutivos del hotel seguian el protocolo tan rigido y tradicional, como el de cualquier casa real. Dentro de la cocina, el chef de cuisine, o en ausencia de este, el sub-chef, era un rey indiscutido. Entrar en una cocina sin ser invitado era algo inconcebible para un gerente de hotel.

Los chefs podian ser despedidos, como a veces sucedia. Pero hasta que eso sucediera, su reino era inviolable.

Invitar a un chef fuera de la cocina (en este caso, a una mesa en el comedor) era lo correcto. En realidad, era casi una orden, ya que en ausencia de Warren Trent, Peter McDermott era la maxima autoridad del hotel. Tambien hubiera sido correcto que Peter se parara en la puerta de la cocina, y esperara que lo invitaran a entrar. Pero dadas las circunstancias, con una crisis evidente en la cocina, Peter sabia que era mejor lo que habia hecho.

– En mi opinion -observo Jakubiec mientras esperaban-, es hora de que se retire el viejo chef Hebrand.

– Si se retira -pregunto Royall Edwards- ?advertiria alguien la diferencia? -Todo el mundo sabia que era una referencia a las frecuentes ausencias del chef de cuisine, una de las cuales, al parecer, se habia producido hoy.

– Demasiado pronto llega el fin para todos nosotros -dijo el jefe de mecanicos-. Es natural que nadie quiera apresurarlo voluntariamente. -No era un gran secreto que la fria aspereza del contador general irritaba, a veces, al jefe de mecanicos, de buen caracter, por lo comun.

– No conozco a nuestro nuevo sub-chef -dijo Jakubiec-. Supongo que no ha salido de la cocina.

La mirada de Royall Edwards bajo hasta su plato, apenas tocado.

– Si es asi, tiene un organo muy poco sensible.. Mientras hablaba el contador general, la puerta de vaiven de la cocina se abrio una vez mas. Un pinche, que estaba por pasar, se detuvo con deferencia, mientras Max, el maitre, aparecio. Precedia por contados pasos a una figura alta y delgada, vestida de blanco inmaculado, con un gorro de cocinero alto y almidonado En su rostro, una expresion de infinita angustia.

– Senores -anuncio Peter a la mesa de ejecutivos-, en caso

de no haber sido presentados… este es el chef Andre Lemieux.

– Messieurs! -El joven frances se detuvo, extendiendo sus

manos en un gesto de impotencia.- ?Que haya sucedido esto…!

?Estoy desolado! -Tenia la voz quebrada.

Peter McDermott habia encontrado varias veces al nuevo sub-chef desde que este

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