persistia en su amenaza de retirar la convencion del hotel, esto no podia llevarse a cabo antes de la manana siguiente, en el peor de los casos. Eso significaba que seria mejor y mas prudente esperar una o dos horas, hasta la tarde, para que los animos se calmaran. Entonces hablaria con el doctor Ingram y los otros, si era necesario.

En cuanto a la presencia del periodista, durante la desdichada escena, desde luego era demasiado tarde para tratar de aminorar el dano ya producido. Para beneficio del hotel, Peter esperaba que quienquiera que tomara las decisiones con respecto a la importancia de las noticias, considerase el incidente como algo intrascendente.

Volviendo a su oficina en el entresuelo principal, se ocupo de los asuntos de tramite durante el resto de la manana. Resistio la tentacion de buscar a Christine, pues el instinto le decia que aqui tambien seria mejor dejar pasar un periodo de enfriamiento. Sin embargo, comprendio que muy pronto tendria que enmendar su monumental gaffe de horas antes.

Decidio ir a ver a Christine a mediodia, pero la intencion fue eclipsada por una llamada telefonica del ayudante de gerencia de turno, quien le informo de que en la habitacion ocupada por mister Stanley Kilbrick de Marshalltown, Iowa, se habia cometido un robo. Aunque recien denunciado, todo sugeria que el hecho debio de tener lugar durante la noche. Se alegaba que habia desaparecido una larga lista de objetos valiosos y dinero en efectivo y, segun el ayudante de gerencia, el huesped parecia muy alterado. Un detective del hotel estaba ya en el lugar del hecho.

Peter llamo al jefe de detectives. No tenia la menor idea de si Ogilvie estaba o no en el hotel, pues era un misterio su horario de trabajo, conocido por el mismo. Poco despues, sin embargo, un mensaje aviso que Ogilvie se habia hecho cargo del interrogatorio e informaria lo antes posible. Unos veinte minutos mas tarde llego a la oficina de Peter McDermott.

El jefe de detectives del hotel se dejo caer con cuidado en un sillon de cuero, frente al escritorio.

– ?Que le parece el asunto? -pregunto Peter, tratando de disimular su instintivo rechazo.

– El individuo que ha sido robado, es un tonto. Se emborracho. Esto es lo que le falta. -Ogilvie puso sobre el escritorio de Peter una lista escrita a mano.- Me guardo una copia para mi.

– Gracias. Se la pasare a nuestra compania de seguros. Y en cuanto a la habitacion… ?hay alguna evidencia de que la puerta haya sido forzada?

– Con seguridad, se trata de un asunto de llave -sentencio el detective-. Todo lo indica. Kilbrick admite que estuvo de juerga anoche, en el Quarter. Creo que todavia deberia andar pegado a la falda de su madre. Dice que perdio su llave. No cambiara el relato. Pero es mas probable que haya caido en unas de esas absurdas trampas que tienden las mujeres de los bares.

– ?No comprende que si es franco con nosotros, tendremos mayor probabilidad de recobrar lo que le robaron?

– Se lo dije. Pero no sirvio de nada. Por lo pronto, en este mismo momento siente que lo han timado. Ademas, imagina que el seguro del hotel cubrira lo que ha perdido. ?Tal vez un poco mas! Dice que tenia cuatrocientos dolares en la cartera.

– ?Usted lo cree?

– No.

Bien, penso Peter, mejor sera que el huesped despierte. El seguro del hotel cubre la perdida de articulos hasta un valor de cien dolares, pero no dinero en efectivo. Ni un dolar.

– ?Que piensa usted en cuanto al resto? ?Cree usted que se trata de un caso unico?

– No, no lo creo -replico Ogilvie-. Me parece que nos ha caido un ladron profesional de hoteles, y que esta trabajando aqui dentro.

– ?Que le hace pensar eso?

– Algo que ha sucedido esta manana. Una queja de la habitacion 641. Supongo que todavia no le ha llegado a usted.

– Si ha llegado, no la he visto aun.

– Temprano, casi al amanecer segun entiendo, alguien entro en la 641 con una llave. El cliente de la habitacion se desperto. El otro se hizo pasar por borracho y dijo que se habia equivocado con la 614. El que estaba en la habitacion volvio a dormirse, pero cuando se desperto esta manana, se sorprendio de que la llave de la 614 abriera la 641. Fue entonces cuando me entere.

– En el mostrador de recepcion pudieron haberle dado la llave equivocada.

– Podia haber ocurrido, pero no fue asi. Lo comprobe. El empleado nocturno jura que ninguna de las dos llaves salio del casillero. En la 614 hay un matrimonio; se acostaron temprano y no se movieron.

– ?Tenemos la descripcion del hombre que entro en la 641?

– Es muy vaga, de modo que no sirve de nada. Para estar seguro, reuni a los dos hombres de las habitaciones 614 y 641. El de la 614 no fue a la habitacion 641. Tambien probe las llaves; ninguna de ellas abre la otra habitacion.

– Se diria que tiene usted razon en cuanto a que se trata de un ladron profesional. En ese caso tendriamos que planear una campana.

– Ya he hecho algunas cosas -aclaro Ogilvie-. Les he dicho a los empleados del mostrador de recepcion que durante los proximos dias, exijan los nombres de las personas al entregarles las llaves. Si encuentran algo extrano, entregaran la llave, pero se fijaran detenidamente en la persona que la lleve, avisando en seguida a mi personal. Ya se ha informado a las camareras y botones para que esten atentos por si aparecen vagos o cualquier sujeto extrano. Mis hombres trabajaran horas extras, recorriendo los pisos durante la noche.

– Eso parece bien -aprobo Peter-. ?Ha pensado en quedarse en el hotel, usted mismo, por uno o dos dias? Le conseguire una habitacion si lo desea.

Peter advirtio una vaga expresion de contrariedad en el rostro del gordo. Este nego con la cabeza.

– No sera necesario.

– Pero, ?usted andara por aqui… disponible?

– ?Por supuesto! -Las palabras eran enfaticas, pero sonaron extranas, faltas de conviccion. Como si advirtiera la deficiencia, Ogilvie agrego:- Aunque no estuviera aqui siempre, mis hombres saben lo que deben hacer.

– ?Cual es nuestro arreglo con la Policia? -pregunto Peter, todavia pensativo.

– Habra un par de hombres vestidos de civil. Les dire lo que pienso, y supongo que haran alguna investigacion para saber quien puede estar en la ciudad. Si se tratara de algun individuo con antecedentes, podriamos apresarlo.

– Entretanto, por supuesto, nuestro amigo, quienquiera que sea, no permanecera quieto.

– Eso es seguro. Y si es tan listo como imagino, ya sabra que andamos detras de el. De manera que es probable que trabaje aprisa, y luego se largue.

– Lo que es una razon mas -senalo Peter-, para que usted este a mano.

– Creo que lo he previsto todo -protesto Ogilvie.

– Yo tambien lo creo asi. En realidad, no puedo pensar en nada que haya quedado sin cubrir. Lo que me preocupa es que, cuando usted no este aqui, otro no sea tan eficiente o tan rapido.

Peter penso que por muchos defectos que tuviera el jefe de detectives, conocia su trabajo y lo hacia bien, cuando queria. Pero era irritante que su reciproca relacion hiciera necesario tener que rogarle algo tan obvio como esto.

– No hay nada que pueda preocuparlo -dijo Ogilvie. Pero su instinto le decia a Peter que, por alguna razon, el gordo estaba preocupado mientras enderezaba su voluminoso cuerpo y abandonaba la oficina.

Despues de uno o dos minutos Peter lo siguio, deteniendose solo para dar instrucciones a fin de que se notificara el robo a la compania de seguros del hotel, conjuntamente con el inventario de las cosas robadas que Ogilvie le habia dado.

Peter recorrio la corta distancia que lo separaba de la oficina de Christine. Se sintio decepcionado al comprobar que no estaba. Decidio volver en seguida de almorzar.

Bajo hasta el vestibulo y camino hacia el comedor principal. Al entrar observo el agitado movimiento al servirse el almuerzo, que reflejaba la gran cantidad de huespedes que habia en el hotel.

Peter hizo un.amable saludo con la cabeza a Max, el maitre, que se acerco presuroso.

– Buenos dias, mister McDermott. ?Una mesa para usted solo?

– No, gracias, me unire a la colonia de los penados. -Peter rara vez usaba su privilegio, como subgerente general, de ocupar su propia mesa en el comedor principal. La mayoria de las veces preferia reunirse con otros

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