Keycase habia advertido que cuando dijo el numero, uno de los otros empleados miro hacia los costados. Era un momento crucial. Obviamente el numero de la Presidential Suite, era bien conocido, la intervencion de un empleado mas experimentado seria un riesgo.

– ?Su nombre, senor?

– ?Que es esto, un interrogatorio? -Simultaneamente permitio que se cayeran dos paquetes. Uno se quedo sobre el mostrador, el otro se fue al suelo del lado interior del mostrador. Cada vez mas confundido el joven empleado recogio ambos. Su colega mas antiguo, con una sonrisa indulgente, desvio la mirada.

– Lo siento, senor.

– No importa -aceptando los paquetes y reacondicionando los otros, Keycase extendio la mano para tomar la llave.

Por una milesima de segundo el joven vacilo. Luego la imagen que Keycase habia deseado crear vencio: una persona que viene cansada y frustrada, absurdamente cargada; epitome de la respetabilidad como lo atestiguan las cajas y paquetes de la conocida «Maison Blanche»; un huesped ya irritado que no debe ser importunado mas aun…

Con deferencia el empleado le dio la llave 973.

Mientras Keycase caminaba sin prisa hacia los ascensores, la actividad volvio a concentrarse en el mostrador. Una mirada hacia atras le demostro que los empleados estaban muy ocupados. ?Bien! Disminuia la probabilidad de discusiones y de posibles recapitulaciones sobre lo que acababa de ocurrir. Aun asi, tenia que devolver la llave lo mas pronto posible. Su ausencia podia ser advertida, despertando interrogantes y sospechas… muy peligrosas dado que el hotel ya estaba parcialmente alerta.

Tomando el ascensor dijo:

– Nueve… -una precaucion para el caso de que alguien hubiera oido que pedia una llave del piso nueve. Cuando el ascensor se detuvo salio, se entretuvo arreglando los paquetes hasta que las puertas se cerraron tras de el, luego se apresuro a las escaleras de servicio. Era un solo piso hasta el propio. En un descanso a mitad de camino habia una lata de desperdicios. Abriendola, metio la planta que habia cumplido su mision. Pocos minutos despues estaba en su propia habitacion, 830.

Oculto los paquetes con rapidez en el armario. Al dia siguiente los devolveria a la tienda y pediria el dinero de vuelta. El costo no era importante comparado con el premio que esperaba ganar, pero eran dificiles de sacar, y abandonarlos alli seria un rastro facil de seguir.

Actuando deprisa, corrio el cierre relampago de una maleta y una pequena caja de cuero. Contenia una cantidad de tarjetas blancas, algunos lapices bien afilados, un calibrador y un micrometro. Seleccionando una de las tarjetas, Keycase apoyo la llave de la Presidential Suite en ella. Luego sosteniendo la llave, paso el lapiz por el contorno. Con el micrometro y el calibrador, midio el grosor de la llave y las dimensiones exactas de cada una de las muescas y cortes verticales, apunto los resultados en un costado de la tarjeta. La clave de letras y numeros de un fabricante estaba grabado en el metal. Los copio; la clave podria ayudar a seleccionar un modelo adecuado. Finalmente, sosteniendo la llave a la luz, trazo un cuidadoso dibujo a mano de sus detalles.

Tenia ahora una especificacion detallada con pericia, que un habil cerrajero podria seguir sin error. El procedimiento, reflexionaba Keycase, distaba mucho del truco de impresion en cera tan amada por los autores de las novelas policiacas, pero era mucho mas efectivo.

Guardo la caja de cuero y puso la tarjeta en su bolsillo. Momentos despues estaba de nuevo en el vestibulo del hotel.

Exactamente como antes, espero hasta que los empleados estuvieran ocupados. Luego caminando con indiferencia, puso la llave 973 sin ser visto sobre el mostrador.

De nuevo se quedo vigilando. En el primer momento de calma un empleado vio la llave. Con desinteres la tomo, miro el numero y la coloco en su lugar.

Keycase sintio una calida oleada de satisfaccion profesional. A traves de una combinacion de inventiva y habilidad, y burlando las precauciones del hotel, habia alcanzado su primer objetivo.

13

Eligiendo una corbata azul oscuro de Schiaparelli entre varias que habia visto en el armario, Peter McDermott la anudo, pensativo. Estaba en su pequeno apartamento del centro, no lejos del hotel, que habia dejado una hora antes. Dentro de veinte minutos debia estar en la comida de Marsha Preyscott. Se preguntaba quienes serian los otros invitados. Era presumible, que ademas de los amigos de Marsha (que esperaba fueran de distinto calibre que el cuarteto Dixon-Dumaire) habria una o dos personas mayores invitadas en su honor.

Ahora que habia llegado el momento, se encontro lamentando haber aceptado la invitacion, deseando en cambio estar libre para encontrarse con Christine. Estuvo tentado de llamarla por telefono antes de salir, y luego decidio que seria mas discreto esperar hasta manana.

Tenia una sensacion extrana esa noche, de estar suspendido en el tiempo entre el pasado y el futuro. Tantas cosas que le interesaban parecian indefinidas, con decisiones demoradas hasta que se conocieran los resultados. Estaba el asunto del «St. Gregory». ?Se haria cargo de todo Curtis O'Keefe? Si asi fuera, los otros asuntos, en comparacion, parecian de menor importancia, hasta la convencion de odontologos, cuyos ejecutivos todavia estaban debatiendo si se marcharian del «St. Gregory» en senal de protesta. Hacia una hora que la sesion de ejecutivos citada por el valiente presidente de los odontologos, doctor Ingram, estaba reunida, y parecia que iba a continuar, segun el camarero jefe del servicio de habitaciones, cuyo personal habia hecho muchos viajes al lugar de la reunion llevando hielo y bebidas. Aunque Peter oculto su preocupacion interior habia preguntado al jefe de camareros si la reunion mostraba senales de terminar, este le informo que en apariencia habia una discusion muy acalorada. Antes de partir del hotel, Peter habia dejado encargado al ayudante de gerencia de turno que, si se conocia cualquier decision tomada por los dentistas, le telefoneara en seguida. Hasta este momento no lo habian llamado. Ahora se preguntaba si prevaleceria el punto de vista recto del doctor Ingram, o la prediccion mas cinica de Warren Trent, de que nada pasaria.

La misma incertidumbre fue causa de que Peter difiriera (por lo menos hasta el dia siguiente) cualquier accion concerniente a Herbie Chandler. Sabia que lo que deberia hacer era despedir inmediatamente al irresponsable jefe de botones, que seria como purgar al hotel de un espiritu sucio. Por supuesto que Chandler no seria despedido por administrar el sistema de las muchachas galantes, especificamente (que algun otro hubiera organizado de no hacerlo Chandler), sino por permitir que la codicia sobrepasara el sentido comun.

Con el despido de Chandler, se podrian limitar muchos otros abusos, aunque no sabia si Warren Trent estaria de acuerdo con una accion tan dura. Sin embargo, recordando la acumulada evidencia y la preocupacion de Warren Trent por el buen prestigio del hotel, Peter tenia la idea de que podria ser asi.

De cualquier manera, recordo Peter, debia asegurarse de que las declaraciones del grupo Dixon-Dumaire estuvieran a buen recaudo y fueran utilizadas dentro del hotel unicamente. Cumpliria su promesa en ese sentido. Tambien habia estado alardeando esta tarde cuando habia amenazado con informar a Mark Preys-cott sobre el intento de violacion de su hija. Entonces como ahora, Peter recordo la imploracion de Marsha: Mi padre esta en Roma. ?No se lo diga, por favor… nunca!

El recuerdo de Marsha era una advertencia de que debia de darse prisa. Pocos minutos despues dejo el apartamento y tomo un taxi.

– ?Es esta la casa? -pregunto Peter.

– Por supuesto. -El chofer miro especulativamente a su pasajero.- Por lo menos, si la direccion que me ha dado es correcta.

– Es correcta. -Los ojos de Peter siguieron a los del conductor hacia la inmensa mansion blanca. La fachada, sola, era impresionante. Detras de un seto vivo de boj y gigantescos arboles de magnolia, se levantaban graciosas y delgadas columnas desde una terraza a una alta galeria con baranda. Sobre la galeria las columnas se encumbraban hasta un frontispicio de clasicas proporciones, que la coronaba. En cada extremo del edificio principal dos alas repetian los detalles en miniatura. Toda la fachada estaba bien cuidada, con las superficies de madera preservadas con pintura fresca. Alrededor de la casa, el perfume de las flores de olivo dulce embalsamaba el aire de la tarde.

Apeandose del coche despues de pagar, Peter se aproximo al porton de hierro, que se abrio con suavidad. Un

Вы читаете Hotel
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату