britanico fue confirmada esta tarde.
– Si, lo sabia; de todos modos, nuestro asunto es importante.
Mientras hablaban, habian pasado del corredor exterior al pasillo de la
– ?No quieren entrar?
– Estos caballeros no son de la Prensa -intercalo el secretaria.
– ?Oh! -Sus ojos se dirigieron a Peter con una mirada como reconociendolo; luego, a los otros dos.
– Somos oficiales de Policia, senora. Tengo una placa, pero quizas usted prefiera que no la saque aqui. -Miro hacia la sala, desde donde algunas personas observaban con curiosidad.
La duquesa hizo un ademan al secretario, quien cerro la puerta de la sala.
Seria su imaginacion, se dijo Peter, o ?un atisbo de temor cruzo por el rostro de la duquesa cuando se pronuncio la palabra «Policia»? Imaginado o no, ella estaba ahora en pleno dominio de si misma.
– ?Puede saberse por que estan aqui?
– Tenemos que hacerle algunas preguntas a usted y a su marido.
– No creo que sea un momento oportuno.
– Haremos lo posible por ser breves. -La voz de Yolles era tranquila, pero su autoridad inequivoca.
– Preguntare a mi marido si puede verlos. Por favor, esperen aqui.
El secretario les mostro el camino hacia una habitacion amueblada como oficina, a un lado del pasillo. Un momento despues, cuando el secretario se hubo marchado, la duquesa volvio a entrar seguida del duque. El, inseguro, miro a su esposa y a los otros.
– He informado a nuestros huespedes -anuncio la duquesa-, que no tardaremos mas que unos minutos.
El capitan Yolles no hizo ningun comentario. Saco una libreta.
– ?Quisiera decirme cuando utilizo su automovil por ultima vez? Creo que es un «Jaguar» -repitio el numero de la matricula.
– ?Nuestro coche? -la duquesa parecio sorprendida-. No recuerdo cuando lo usamos la ultima vez. Un momento… ? Ah, si! Fue el lunes por la manana. Ha estado en el garaje desde entonces. Ahora mismo esta alli.
– Por favor, pienselo bien. La noche del lunes, usted o su marido, juntos o separadamente, ?no usaron el coche?
Peter penso que era sintomatico ver como espontaneamente Yolles se dirigia a la duquesa, y no al duque.
Dos manchas de color aparecieron en las mejillas de la duquesa.
– No estoy acostumbrada a que se dude de mi palabra. Ya le he dicho que la ultima vez que se utilizo el coche fue la manana del lunes. Tambien creo que debe explicarnos de que se trata.
Yolles escribio en su libreta.
– ?Alguno de ustedes conoce a Theodore Ogilvie?
– Desde luego que el nombre es familiar…
– Es el jefe de detectives de este hotel.
– Si, ahora recuerdo. Vino aqui, no estoy segura de cuando fue. Hubo unas preguntas con respecto a una joya que habian encontrado. Alguien sugirio que podria ser de mi propiedad. No era asi.
– ?Y usted, senor? -Yolles se dirigio al duque directamente-. ?Conoce usted, o ha tenido algun trato con Theodore Ogilvie?
Fue perceptible la vacilacion del duque de Croydon. Los ojos de su esposa estaban como remachados en su rostro.
– Bien… -se detuvo-. Solo en la forma que les ha referido mi esposa.
Yolles cerro su libreta. En voz baja y calmosa les pregunto:
– ?Les sorprenderia, entonces, saber que su coche esta en este momento en el Estado de Tennessee, donde fue conducido por Theodore Ogilvie, quien esta ahora arrestado? Ademas Ogilvie ha declarado que ustedes le pagaron para que condujera el coche desde Nueva Orleans a Chicago. Debo agregar que una investigacion preliminar indica que su coche esta complicado en esas muertes causadas por el atropello y huida, ocurrido en esta ciudad la noche del lunes.
– Ya que usted me lo pregunta -replico la duquesa de Croydon-, me sorprende mucho. En realidad, es la historia mas ridicula que jamas he oido.
– No es una historia, senora, que su coche este en Tennessee y que Ogilvie lo haya conducido.
– Si lo hizo, fue sin autorizacion o conocimiento de mi marido ni mio. Ademas, si como usted dice, el coche esta envuelto en un accidente acaecido la noche del lunes, parece perfectamente evidente que el mismo hombre que se llevo el coche, lo haya utilizado para sus propios fines en aquella ocasion.
– Entonces, usted acusa a Theodore Ogilvie…
– Las acusaciones son cosa suya. Parece especializado en ellas. Yo, sin embargo, hare una cosa respecto a que este hotel ha demostrado ser muy incompetente en proteger la propiedad de sus huespedes. -La duquesa se volvio a Peter McDermott.- Le aseguro a usted que oira bastante mas respecto a todo esto.
– Pero usted escribio una autorizacion. Especificaba que Ogilvie podia sacar el coche -protesto Peter.
El efecto fue como si hubiera golpeado a la duquesa en la cara. Sus labios se movieron tremulos. Palidecio de modo visible. Peter comprendio que le habia recordado el unico detalle por el que podian acusarlos.
El silencio que se produjo parecia interminable. Luego, la duquesa levanto la cabeza.
– ?Muestremela!
– Desgraciadamente ha sido… -respondio Peter.
Advirtio un brillo de triunfo burlon en los ojos de la duquesa de Croydon.
19
Por fin, despues de preguntas y trivialidades, la conferencia de Prensa de los Croydon habia terminado.
Cuando la puerta del corredor de la
– ?Mi Dios, no puedes hacerlo! No puedes de ninguna manera salirte con…
– ?Calla! -La duquesa de Croydon recorrio con los ojos la silenciosa sala.- No hablemos aqui. Desconfia de este hotel y de todo lo que contiene.
– ?Donde, entonces? ?Por Dios, donde?
– Saldremos. Donde nadie pueda oirnos. Pero cuando salgamos, por favor, comportate en forma menos nerviosa que ahora.
Abrio las puertas que comunicaban con sus dormitorios donde los
En el ascensor, el duque parecia querer decir algo, pero su esposa le hizo un gesto negativo. Solo cuando estuvieron fuera, lejos del hotel y fuera de la posibilidad de ser oidos por los peatones, murmuro:
– ?Ahora!
– ?Te digo que es una locura! -Su voz sonaba tensa y angustiada.- Ya esta todo bastante mal. Hemos complicado y complicado lo que sucedio al principio. ?Concibes lo que sera ahora, cuando al final salga a relucir la verdad?
– Si, tengo una idea. Si es que sale a luz.
– Aparte de todo lo demas… el principio moral, todo el resto… nunca podras lograrlo.
– ?Por que no?
– Porque es imposible. Inconcebible. Ya estamos mucho peor que al comienzo. Ahora, con esto… -la voz se entrecorto.
– No estamos peor. Por el momento estamos mejor. Recuerda tu designacion para Washington.
– ?No puedes creer con seriedad que tengamos la mas remota posibilidad de llegar alli, nunca!