nieve, que empezaban a formar una espesa capa sobre el suelo. Alli dentro habia corriente y, aunque el fuego me calentaba por delante, tenia la espalda helada. En la esquina, el novicio tosio. Su cabeza, cubierta con la caperuza e inclinada hacia delante, permanecia en la sombra, pero adverti que las piernas le temblaban bajo el habito.

De pronto, una voz destemplada rompio el silencio.

– ?Idiotas! No habra edificio nuevo. ?No sabeis que el mundo ha dado su ultima vuelta? ?El Anticristo esta aqui, con nosotros! -Al volverme, vi que el cartujo se habia incorporado en su banco de la otra mesa-. Un milenio de culto a Dios, en todas estas casas de oracion, toca a su fin. ?Pronto no quedara otra cosa que edificios vacios y silencio, silencio para que el Diablo lo llene con sus bramidos!

La voz se convirtio en un grito, mientras los ojos del hermano Jerome clavaban furibundas miradas en los rostros de los benedictinos, que, uno tras otro, se veian obligados a desviar las suyas. Al volverse, el cartujo perdio el equilibrio y cayo de espaldas con una mueca de dolor.

El prior Mortimus se puso en pie de un salto y golpeo la mesa con la palma de la mano.

– ?Por Cristo crucificado! Hermano Jerome, dejareis la mesa y os quedareis en vuestra celda hasta que el abad decida que hacer con vos. ?Llevaoslo de aqui!

Dos vecinos de asiento cogieron al cartujo por las axilas, lo levantaron sin contemplaciones y se lo llevaron del refectorio en volandas. Cuando la puerta se cerro a sus espaldas, un inmenso suspiro de alivio se alzo de la congregacion.

– Una vez mas -dijo el prior Mortimus volviendose hacia mi-, os pido disculpas en nombre de la comunidad. -Un murmullo de aprobacion recorrio las mesas-. Solo puedo suplicaros que lo perdoneis en razon de su demencia.

– Me pregunto quien es el Anticristo, segun el. ?Yo? No, supongo que mas bien lord Cromwell… ?O tal vez Su Majestad el Rey?

– No, senor, no. -Un murmullo de inquietud recorrio la mesa de los obedienciarios. El prior Mortimus apreto los finos labios-. Si de mi dependiera, Jerome estaria fuera de aqui manana mismo, para que gritara sus desvarios por las calles hasta que lo encerraran en la Torre, o mas bien en el manicomio de Bedlam, que es donde deberia estar. Si el abad aun no lo ha echado, es porque necesita conservar el favor de su primo sir Edward. ?Sabiais que Jerome estaba emparentado con la difunta reina? -Me limite a asentir-. Pero esto es demasiado. Tiene que marcharse.

– No suelo hacer caso de los disparates de un loco -dije alzando una mano y moviendo negativamente la cabeza. Mis palabras produjeron un alivio evidente entre mis companeros de mesa-. Prefiero que el hermano Jerome siga aqui -anadi bajando la voz para que solo pudieran oirme los obedienciarios-. Podria necesitar interrogarlo. Decidme, ?le solto este mismo discurso al senor Singleton?

– Si -respondio el prior sin vacilar-. Apenas llego, el hermano Jerome lo abordo en mitad del patio y lo llamo perjuro y mentiroso. Para no ser menos, el comisionado Singleton le respondio que era un catolico hijo de mala madre.

– Perjuro y mentiroso… Eso es mas concreto que las vagas acusaciones que me hace a mi. Me pregunto que queria decir.

– Solo Dios sabe lo que quiere decir un loco.

– Tal vez este loco, comisionado -tercio el hermano Guy inclinandose hacia mi-, pero el no pudo matar al comisionado Singleton. Yo he cuidado de el. El potro de tortura le descoyunto el brazo izquierdo; tiene los ligamentos destrozados y la pierna derecha no mucho mejor. Como habeis visto, apenas puede mantener el equilibrio. Con lo que le cuesta sostenerse en pie, dificilmente habria podido blandir un arma para cortarle la cabeza a nadie. Yo habia visto los efectos de la tortura legal en Francia, pero en Inglaterra no -anadio el hermano enfermero bajando la voz-. Creo que aqui es algo nuevo.

– La ley la autoriza en tiempos de peligro extremo para el Estado -replique, disgustado. Note que Mark tenia los ojos puestos en mi y vi la decepcion y la tristeza en su mirada-. Aunque siempre es un hecho lamentable -anadi con un suspiro-. Pero, volviendo al pobre Singleton, quiza el hermano Jerome este demasiado debil para matar, pero podria haber tenido un complice.

– No, senor, imposible -protesto a coro toda la mesa. En las caras de los obedienciarios solo lei el deseo de no verse relacionados con el asesinato y la traicion, y el temor a las terribles penas que llevaban aparejados. Pero el hombre, me dije, es habil ocultando sus autenticos pensamientos.

El hermano Gabriel volvio a inclinarse hacia mi con la inquietud pintada en el rostro.

– Senor, ninguno de los presentes compartimos las opiniones del hermano Jerome. Su presencia nos pesa como una losa. Solo deseamos continuar con nuestra vida de oracion en paz, leales al rey y fieles a las formas de culto que Su Majestad dicta.

– ?En eso, al menos, su caridad habla por todos! -proclamo el tesorero con voz sonora-. No puedo decir mas que amen. Un coro de amenes se alzo de la mesa de los obedienciarios. Asenti complacido.

– Pero el comisionado Singleton sigue estando muerto -repuse-. De modo que ?quien creeis que lo mato? ?Hermano tesorero? ?Hermano prior?

– Fue g-gente de fuera -respondio el hermano Edwig-. El iba a encontrarse con alguien y los sorprendio. Brujas, adoradores del Diablo… entraron a profanar nuestra iglesia y a robar nuestra reliquia, toparon con el pobre senor Singleton y lo mataron. La persona con la que iba a encontrarse, quienquiera que fuese, sin duda se asusto del tumulto.

– El doctor Shardlake opina que el asesino podria haber utilizado una espada -dijo el hermano Guy-. Y la gente de la que hablais se habria guardado de llevar armas, por miedo a que los descubrieran.

Me volvi hacia el hermano Gabriel, que solto un profundo suspiro y se paso los dedos por los enmaranados rizos que rodeaban su tonsura.

– La desaparicion de la mano del Buen Ladron, una santa reliquia del Calvario de Nuestro Senor, es una tragedia. Me estremezco al pensar en el abominable uso que puede estar dandole el ladron en estos momentos.

El sacristan estaba palido. Recorde las calaveras del despacho de lord Cromwell y, una vez mas, comprendi cuanto poder tienen las reliquias.

– ?Hay sospechosos de practicar la brujeria en la zona? -pregunte.

El prior nego con la cabeza.

– Un par de hechiceras de la ciudad, pero no son mas que viejas que murmuran encantamientos para las hierbas que venden.

– ?Quien sabe que maldades obra el Diablo en el mundo pecador? -murmuro el hermano Gabriel-. Nosotros estamos protegidos de el en esta vida de santidad tanto como puede estarlo un hombre; pero fuera… -musito el sacristan con un estremecimiento.

– Tambien estan los criados -les recorde-. Sesenta personas.

– Aqui solo vive una docena -repuso el prior-. Y por la noche el monasterio esta cerrado a cal y canto, y vigilado por el senor Bugge y su ayudante, bajo mi supervision.

– Casi todos los que viven aqui son viejos y leales servidores -anadio el hermano Gabriel-. ?Por que iban a matar a un visitante tan importante?

– ?Por que iba a hacerlo un monje, o alguien de la ciudad? Bien, ya se vera. Manana quisiera hablar con algunos de vosotros -anuncie paseando la mirada por las dos hileras de alarmados rostros.

Los criados regresaron para llevarse los platos, que sustituyeron por los de postre, y guardamos silencio hasta que se marcharon.

– ?Ah, fruta en almibar! -exclamo el tesorero hundiendo la cuchara en su plato-. Nada mejor en una noche tan fria.

De pronto, se oyo un golpe sordo en el otro extremo de la sala. Sobresaltados, nos volvimos hacia la esquina en la que el novicio cumplia su castigo y vimos que estaba tumbado en el suelo. El hermano Guy se puso en pie con la indignacion pintada en el rostro, se cogio las faldas del habito y echo a correr hacia Simon. Yo lo imite, seguido por el hermano Gabriel y, un instante despues, por el prior, visiblemente enojado. El muchacho estaba blanco como la pared. Cuando el hermano Guy le levanto la cabeza con cuidado, parpadeo y solto un gemido.

– Tranquilo -le dijo el enfermero con voz suave-. Solo es un desmayo. ?Te has hecho dano?

– En la cabeza. Me la he golpeado. Lo siento… Sus ojos se llenaron de lagrimas, su endeble pecho se agito y empezo a sollozar de un modo que encogia el corazon. El prior Mortimus solto un bufido. Mire al hermano Guy y me quede sorprendido ante la colera que reflejaban sus negros ojos.

– ?No me extrana que llore, hermano prior! ?Cuanto hace que no come como Dios manda? ?Esta en los huesos!

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