les dijo que, en lugar de eso, me aplicaran el potro, para no dejar marcas. Padre, aunque tengo dolores por todo el cuerpo, quiero vivir. ?Manana me mataran!' Despues perdio el control y rompio a llorar. -Jerome guardo silencio y se quedo inmovil, con la mirada perdida-. La pierna y el hombro me dolian cada vez mas, pero no tenia fuerzas para moverme. Pase el brazo sano entre los barrotes para sujetarme y, semiinconsciente, me apoye en la puerta, mientras seguia oyendo los sollozos de Smeaton. Al cabo de unos instantes, se calmo y volvio a hablarme: 'Hermano -dijo con voz temblorosa-, firme una confesion falsa…, que sirvio para condenar a la reina. ?Ire al infierno?'
»'Si os la arrancaron mediante tortura, Dios no os condenara por eso. Una confesion falsa no es como un juramento ante Dios', anadi amargamente. 'Hermano, temo por mi alma. He pecado con mujeres…' 'Si os arrepentis sinceramente, el Senor os perdonara.' 'Es que no me arrepiento, hermano', respondio el, y rompio a reir histericamente. 'Siempre lo hice con placer. No quiero morir y no conocer el placer nunca mas.' 'Debeis poner en orden vuestra alma', lo urgi. 'Debeis arrepentiros sinceramente, u os condenareis en el fuego eterno.' 'Aunque me arrepienta, ire al purgatorio', respondio Smeaton, y volvio a echarse a llorar. Me daba vueltas la cabeza y estaba demasiado debil para seguir hablando, de modo que me arrastre hasta el maloliente jergon. No sabia si era de noche o de dia, pues alli abajo no habia mas luz que la de las antorchas del pasadizo. Me quede dormido. Me desperte dos veces, cuando los guardias trajeron sendas visitas a la celda de Smeaton. -Los ojos de Jerome se alzaron y se encontraron con los mios; luego, volvieron a bajarse-. En ambas ocasiones, lo oi llorar de un modo desgarrador. Mas tarde, me desperte, vi pasar a los guardias con un sacerdote y oi murmullos en la celda de al lado durante largo rato, pero no podria decir si al final Smeaton hizo una confesion en regla y salvo su alma. Volvi a dormirme y, cuando el dolor me desperto, todo estaba en silencio. Alli abajo no hay ventanas, pero de algun modo supe que era de dia y que Smeaton ya habia muerto. -Los ojos del cartujo volvieron a posarse en mi-. Ahora ya sabes que tu senor torturo a un inocente para arrancarle una confesion falsa y lo hizo ejecutar. Es un hombre sanguinario.
– ?Le habeis contado esta historia a alguien mas? -le pregunte.
– No. No he tenido… necesidad -respondio el anciano con una extrana e inquietante sonrisa.
– ?Que quereis decir?
– No importa.
– Desde luego que no importa, porque todo eso es una sarta de mentiras. -El anciano se limito a encogerse de hombros-.Muy bien. Volvamos a Robin Singleton. ?Por que lo llamasteis perjuro y traidor?
– Porque lo era -respondio el cartujo con la misma sonrisa extrana y salvaje-. Era un instrumento de ese monstruo de Cromwell, como tu. Todos sois unos perjuros y traicionais la obediencia que debeis al Papa.
Respire hondo.
– Jerome de Londres, solo se de un hombre que podia odiar al comisionado, o mas bien lo que representaba, hasta el punto de idear un insensato plan para asesinarlo, y ese hombre sois vos. Vuestra invalidez os impedia cometer el asesinato personalmente, pero sois capaz de enganar a cualquiera para que lo hiciese por vos. Os desafio a negar que sois el responsable de esa muerte.
El cartujo cogio la muleta y volvio a ponerse en pie con una mueca de dolor. Se llevo la mano derecha al corazon; le temblaba ligeramente. Me miro a los ojos sin dejar de esbozar su enigmatica y estremecedora sonrisa.
– El comisionado Singleton era un hereje y un hombre despiadado, y me alegro de su muerte y de la ira que esta haya causado a Cromwell. Pero juro por la salvacion de mi alma, ante Dios y por voluntad propia, que no tome parte en el asesinato de Robin Singleton, y tambien que no se de ningun hombre en esta casa de cobardes e idiotas con suficientes redanos para hacerlo. Bueno, ya he respondido a tu acusacion. Y ahora, estoy cansado y quiero dormir -dijo el cartujo sentandose de nuevo en la cama y tendiendose en ella.
– Muy bien, Jerome de Londres. Pero volveremos a hablar.
Indique a Mark que saliera y yo abandone la celda tras el. Una vez fuera, cerre la puerta con llave y avance por el pasillo, observado por los monjes, que habian vuelto de la iglesia y tenian abiertas las puertas de las habitaciones. Cuando nos acercabamos a la puerta del claustro, esta se abrio de golpe, y el hermano Athelstan entro como una exhalacion con el habito cubierto de nieve. Al verme, se detuvo en seco.
– Hombre, hermano… Ya se por que os trata tan mal el hermano Edwig. Habeis dejado su despacho sin vigilancia.
– Si, senor -respondio el monje, que no paraba de balancearse sobre los pies; su enmaranada barba dejaba caer gotas de nieve derretida sobre la estera.
– Esa informacion me habria sido mas util que vuestros cuentos sobre lo que se murmura en la sala capitular. ?Que ocurrio?
Athelstan me miro asustado.
– No crei que fuera importante, senor comisionado. Fui a la contaduria a trabajar y encontre al comisionado Singleton examinando un libro en el despacho del hermano Edwig. Le rogue que no se lo llevara, o que al menos me dejara registrar la salida, porque sabia que el hermano Edwig se enojaria conmigo. Cuando el hermano volvio y le conte lo ocurrido, me dijo que no deberia haber perdido de vista al comisionado Singleton.
– Asi que estaba furioso…
– Mucho, senor-respondio el monje agachando la cabeza.
– ?Sabiais que contenia el libro?
– No, senor. Yo solo manejo los libros de contabilidad. No se nada sobre los que el hermano Edwig tiene arriba, en su despacho.
– ?Por que no me habeis comentado esto?
– Tenia miedo, senor -respondio el monje sin dejar de balancearse sobre los pies-. Porque, si le preguntabais por el libro, el hermano Edwig sabria que yo habia hablado. Es un hombre duro, senor.
– Y vos un estupido. Permitidme que os de un consejo, hermano. Un buen informador debe estar dispuesto a dar informacion, a pesar del riesgo. De lo contrario, desconfiaran de el. Ahora desapareced de mi vista.
El hermano Athelstan echo a correr por el pasillo y nosotros nos arrebujamos en nuestras capas y nos enfrentamos al temporal.
– ?Por los clavos de Cristo, en mi vida habia visto nevar de este modo! -exclame contemplando el patio cubierto de nieve-. Queria que me acompanaras al estanque, pero con este tiempo no hay nada que hacer. En fin, volvamos a la habitacion.
Mientras caminabamos hacia la enfermeria, adverti que Mark estaba pensativo y preocupado. Encontramos a Alice en la cocina preparando una infusion.
– Estais muertos de frio, senores. ?Puedo ofreceros un poco de vino caliente?
– Gracias, Alice -le dije-. Cuanto mas caliente mejor.
Una vez en la habitacion, Mark cogio una almohada y se acomodo ante el fuego, mientras que yo me sente en la cama.
– Jerome sabe algo -murmure-. No esta implicado en el asesinato; de lo contrario, no habria jurado. Pero sabe algo. Lo he leido en su sonrisa.
– La tortura lo trastorno de tal modo que dudo que sepa lo que dice.
– No, la rabia y la verguenza lo consumen, pero no ha perdido la cabeza.
– Entonces, ?es cierto lo que ha dicho sobre Mark Smeaton, que Lord Cromwell lo torturo hasta arrancarle una confesion falsa? -pregunto Mark con los ojos clavados en el fuego.
– No -respondi mordiendome el labio-. No lo creo.
– Os gustaria no creerlo -murmuro Mark.
– ?No! Y tampoco creo que lord Cromwell estuviera presente mientras torturaban a Jerome. Es mentira. Vi a Su Senoria en los dias previos a la ejecucion de Ana Bolena. Estaba constantemente con el rey; no le quedaba tiempo para ir a la Torre. Y no se habria comportado asi; jamas. Se lo ha inventado Jerome -asegure.
De pronto, adverti que tenia los punos apretados. Mark me miro.
– Senor, ?no os ha parecido evidente por su actitud que todo lo que ha dicho era verdad?
Dude. Ciertamente, el cartujo se habia expresado con una vehemencia que parecia abonar la sinceridad de sus palabras. Desde luego, lo habian torturado; eso saltaba a la vista. Pero que lord Cromwell en persona lo hubiera obligado a jurar en falso era harina de otro costal. Yo no podia creer algo asi de mi senor, como no podia aceptar que estuviera implicado en la tortura de Mark Smeaton. En la presunta tortura, me dije a mi mismo pasandome la mano por el cabello.