– Mato a Gabriel y a Simon, y creo que tambien a Orphan. Y ha robado una fortuna en oro.
Guy me miro, consternado, y luego se cogio la
– Dios Misericordioso… ?En que se ha convertido este monasterio para albergar a dos asesinos?
– Alice no se habria convertido en una asesina de no ser por los tiempos que nos ha tocado vivir. Y el fraude de Edwig no habria sido posible si la situacion hubiera sido mas estable. La verdadera pregunta es en que pais se ha convertido Inglaterra. Y yo he contribuido a ese cambio.
El enfermero levanto la cabeza.
– Anoche, despues de que ordenarais detener al hermano Edwig, el abad se vino abajo. Es incapaz de hacer nada ni de hablar con nadie; esta sentado en su habitacion, mirando al vacio.
Solte un suspiro.
– No ha sabido manejar la situacion en ningun momento. El hermano Edwig cogio su sello y lo utilizo para autentificar los titulos de venta de esas tierras. Hizo jurar a los compradores que guardarian el secreto, y ellos debieron de pensar que el abad estaba al corriente -dije intentando levantarme-. Hermano Guy, teneis que ayudarme. Necesito ir a la parte de atras del monasterio. Necesito saber si Mark y Alice lo han conseguido.
El enfermero dudaba de que estuviera en condiciones para aquella caminata, pero, ante mi insistencia, me ayudo a levantarme. Cogi el baston y salimos de la enfermeria.
La gente que iba y venia por el patio se paraba y se quedaba mirandome, mientras yo avanzaba con dificultad.
– ?Comisionado! -exclamo el prior Mortimus corriendo hacia nosotros-. Creiamos que os habian asesinado, como a Singleton. ?Donde esta vuestro ayudante?
Volvi a contar la historia al corro de asustados monjes y criados que se habia formado a mi alrededor. Luego ordene al prior que hiciera venir a Copynger; si Edwig habia conseguido escapar del monasterio, levantaria a toda la comarca, si era necesario, para buscarlo.
No se como consegui atravesar la huerta. Sin duda, no habria podido hacerlo sin la ayuda del hermano Guy, pues, despues de toda una noche en aquel aparador, la espalda me torturaba horriblemente y las piernas apenas me sostenian. Finalmente acabamos llegando a la muralla. Abri la puerta y sali fuera.
Ante mis ojos se desplegaba un lago de un tercio de legua de anchura. El agua cubria toda la marisma, en la que el rio no era mas que una franja fluida en el centro de una inmensa balsa que llegaba casi hasta donde estabamos. No debia de tener mas de dos palmos de profundidad, pues aqui y alli se veian canas que se mecian en la suave brisa de la manana, pero el terreno blando de debajo debia de estar saturado.
– ?Mirad! -El hermano Guy senalo dos pares de huellas, unas grandes y otras un poco mas pequenas, impresas en el barro de delante de la puerta; continuaban a lo ancho del camino, en direccion al agua-. ?Dios santo! Se han metido ahi dentro… -dijo el enfermero.
– No habran avanzado ni cien varas -murmure-. Con esta niebla, en la oscuridad, y con toda esta agua…
– ?Que es aquello? ?Alli!
El hermano Guy senalaba algo que flotaba en el agua, a cierta distancia.
– ?Es una de esas palmatorias que teneis en la enfermeria. Debian de llevarla ellos. ?Dios mio!
Me agarre al enfermero, pues, al pensar que Mark y Alice habian perdido pie y se habian hundido en la cienaga, senti que las piernas se negaban a sostenerme. El hermano Guy me ayudo a sentarme en el borde del camino, donde me quede respirando despacio hasta que consegui recuperarme un poco. Cuando levante la cabeza, vi al enfermero musitando una oracion en latin, con las manos entrelazadas y los ojos clavados en la palmatoria, que avanzaba lentamente por la superficie del agua.
El hermano Guy me ayudo a volver a la enfermeria. Una vez alli, insistio en que debia descansar y comer, me hizo sentarme en la cocina y me sirvio el mismo. Los alimentos y la bebida hicieron revivir mi cuerpo, pero mi corazon yacia inerte como una piedra en su interior. Seguia viendo imagenes de Mark en el interior de mi cabeza: riendo y bromeando en el camino; discutiendo conmigo en nuestra habitacion; abrazando a Alice en la cocina… Al final, era su perdida la que mas me dolia.
– Junto a la marisma solo habia huellas de dos personas -dijo el hermano Guy tras un largo silencio-. No parece que el hermano Edwig saliera por alli.
– No, el no haria algo asi -respondi con amargura-. Debio de salir por el porton en cuanto Bugge se dio la vuelta. -Aprete los punos-. Pero le dare caza aunque tenga que perseguirlo durante el resto de mis dias.
Oimos llamar a la puerta, y al cabo de un instante el prior Mortimus entro y nos miro con expresion sombria.
– ?Habeis avisado a Copynger? -le pregunte.
– Si. No creo que tarde en llegar. Pero, comisionado, hemos encontrado…
– ?A Edwig?
– No. A Jerome. En la iglesia. Deberiais venir a verlo.
– No estais en condiciones -me dijo el hermano Guy agarrandome del brazo, pero me zafe y cogi el baston.
Segui al prior hasta la iglesia, ante la que se habia formado una pequena muchedumbre. El despensero montaba guardia en la puerta y mantenia alejados a monjes y criados. El prior se abrio camino entre ellos y me hizo entrar.
En algun sitio goteaba agua; aparte de eso, no se oia otro ruido que unos debiles sollozos, un lamento. Segui al prior por la enorme nave vacia, que devolvia el ruido de nuestros pasos, entre las hornacinas iluminadas con velas, hasta llegar a la que habia ocupado la mano del Buen Ladron. Las muletas y demas aparatos ortopedicos que habia visto amontonados al pie del pedestal estaban desparramados por el suelo. El suelo de la hornacina habia quedado al descubierto, y al acercarme pude ver que estaba hueco, con espacio suficiente para que cupiera un hombre. Dentro, hecho un ovillo y abrazado a algo, estaba Jerome, llorando como un nino. Tenia el habito rasgado y mugriento, y despedia un hedor insoportable.
– Lo he encontrado hace media hora -dijo el prior-. Se metio ahi dentro y volvio a poner las muletas en su sitio para ocultarse. Estaba registrando la iglesia y me acorde de este hueco.
– ?Que tiene entre los brazos? ?Es la…?
El prior asintio.
– La reliquia. La mano del Buen Ladron.
Haciendo una mueca, pues me dolian todas las articulaciones, me arrodille ante el cartujo. Vi que sujetaba una gran caja cuadrada con incrustaciones de pedreria que destellaban a la luz de las velas. En su interior, distingui un bulto oscuro.
– ?Fuisteis vos quien se llevo la reliquia, hermano? -le pregunte con voz suave.
Por primera vez desde que lo conocia, Jerome hablo con voz serena:
– Si. Es tan preciada para nosotros, para la Iglesia… Ha curado a tanta gente…
– Asi que la cogisteis en la confusion posterior al asesinato de Singleton…
– La escondi aqui abajo para salvarla. Para salvarla -repitio Jerome agarrando el relicario con mas fuerza-. Se lo que haria Cromwell; destruiria esta santa reliquia que Dios nos dio en senal de perdon. Cuando me encerraron en mi celda, comprendi que acabariais encontrandola. Tenia que protegerla. Ahora esta perdida, perdida… No puedo resistir mas, estoy tan cansado… -murmuro el cartujo con resignacion; luego movio la cabeza y se quedo mirando el vacio.
El prior Mortimus se acerco y poso la mano en su hombro.
– Vamos, Jerome, ya ha acabado todo. Soltadla y venid conmigo. -Para mi sorpresa, el cartujo no replico. Trepo penosamente fuera de la hornacina, se volvio para coger su muleta, beso el relicario y lo dejo en el suelo con cuidado-. Lo llevare a su celda -me dijo el prior.
Asenti.
– Si, hacedlo.
Jerome no volvio a mirarme, y tampoco a la reliquia; se dejo llevar por el prior y se alejo lentamente arrastrando los pies por el suelo de la nave. Yo me quede mirandolo durante unos instantes. Si el dia que lo interrogue me hubiera contado que habia visto a Alice visitando a Mark Smeaton, en lugar de jugar conmigo, habria podido detenerla de inmediato y, resuelto el asesinato de Singleton, tal vez hubiera descubierto a Edwig mucho antes. Mark no habria muerto, y Gabriel tampoco. Pero, por alguna extrana razon, no le guardaba rencor; era como si ya no fuera capaz de sentir ninguna emocion.