limpios y bien cuidados del apartamento. Transcurridos cinco minutos supo que tenian a su hombre y le hizo a Bosch la senal previamente convenida.

Le leyeron sus derechos a Victor Seguin y lo detuvieron. Lo metieron en el coche de detectives y su casita situada cerca del aeropuerto de Burbank fue precintada hasta que se obtuvo una orden de registro. Cuando dos horas despues volvieron a entrar con la orden de registro encontraron a una chica de dieciseis anos atada y amordazada, pero viva, en un espacio similar a un ataud e insonorizado, construido por el escenografo bajo una trampilla que quedaba tapada por su cama.

Solo despues de que la excitacion y la subida de adrenalina que suponia haber resuelto un caso y salvado una vida empezaran a bajar, Bosch pregunto finalmente a McCaleb como habia sabido que tenian a su hombre. El agente del FBI condujo al detective a la estanteria del salon y senalo un ejemplar ajado de un libro titulado El coleccionista una novela acerca de un hombre que secuestra a varias mujeres.

Seguin fue acusado del asesinato de la nina no identificada y del secuestro y violacion de la joven a quien los investigadores habian rescatado. El nego su participacion en el asesinato y busco un trato por el cual se declararia culpable del secuestro y la violacion de la superviviente. La oficina del fiscal rechazo cualquier trato y acudio a juicio con lo que tenian: el sobrecogedor testimonio de la superviviente y la impresion de U placa de matricula en la cadera de la chica muerta.

El jurado lo condeno por todos los cargos despues de menos de cuatro horas de deliberacion. La fiscalia propuso entonces un posible trato a Seguin: la promesa de no solicitar la pena de muerte en la segunda fase del juicio si accedia a contar a los investigadores quien habia sido su primera victima y de donde la habia secuestrado. Para aceptar el trato, Seguin deberia haber abandonado su pose de inocencia. No acepto. El fiscal solicito la pena capital y la consiguio. Bosch nunca averiguo quien era la chica y McCaleb sabia que le atormentaba que aparentemente a nadie le hubiera importado lo suficiente para dar un paso al frente.

A McCaleb tambien le atormentaba. El dia que fue a la fase penal del juicio para testificar, almorzo con Bosch y se fijo en que habia escrito un nombre en las pestanas de sus archivos del caso.

– ?Que es eso? -pregunto McCaleb entusiasmado-. ?La has identificado?

Bosch bajo la mirada, vio el nombre en las pestanas de la carpeta y les dio la vuelta.

– No, todavia no.

– Bueno, ?y que es eso?

– Es solo un nombre. Supongo que le he puesto un nombre.

Bosch parecia avergonzado. McCaleb se acerco y dio la vuelta a las carpetas para leer el nombre.

– ?Cielo Azul?

– Si, era hispana, asi que le he puesto un nombre espanol. Yo, eh…

McCaleb aguardo. Nada.

– ?Que?

– Bueno, no soy demasiado religioso, no se si me explico.

– Si.

– El caso es que pense que si nadie queria reclamarla aqui abajo, bueno, espero que… haya alguien alli arriba que si la quiera. -Bosch se encogio de hombros y aparto la mirada.

McCaleb advirtio que empezaba a ponerse colorado.

– Es dificil encontrar la mano de Dios en lo que hacemos. En lo que vemos.

Bosch se limito a asentir con la cabeza y nunca mas volvieron a hablar del nombre.

McCaleb paso la ultima pagina de la carpeta marcada «Cielo Azul» y miro en la cara interior de la tapa trasera. Durante su epoca en el FBI habia adquirido la costumbre de tomar notas en la tapa trasera, donde dificilmente podian ser vistas porque habia paginas grapadas o sujetas con un clip. Eran notas que tomaba acerca de los investigadores que solicitaban perfiles para sus casos. McCaleb se habia dado cuenta de que su feeling con los investigadores era a veces tan importante como la informacion contenida en el archivo, porque muchos aspectos del crimen McCaleb los veia en primer lugar a traves de los ojos del detective.

Su caso con Bosch habia surgido hacia mas de diez anos, antes de que empezara a realizar perfiles mas extensos de los detectives junto con los de los casos. En este archivo habia escrito el nombre de Bosch y solo cuatro palabras debajo.

Concienzudo. Listo. HM. AV.

McCaleb miro las dos ultimas anotaciones. Tambien formaba parte de su rutina utilizar abreviaturas escritas a mano cuando tomaba notas que queria mantener confidenciales. Las dos ultimas anotaciones eran su interpretacion de lo que motivaba a Bosch. Habia llegado a la conclusion de que los detectives de homicidios eran de una raza aparte, que tenian profundas emociones y motivaciones internas para aceptar llevar a cabo la siempre dificil tarea de su trabajo. Normalmente podian encuadrarse en dos categorias, aquellos que veian su trabajo como una habilidad o un oficio, y aquellos que lo veian como una mision en la vida. Diez anos atras habia encuadrado a Bosch en esa ultima categoria. Era un hombre en mision.

La motivacion de los detectives podia seguir analizandose hasta llegar a lo que verdaderamente daba ese sentido de proposito a su mision. Para algunos el trabajo era visto casi como un juego; tenian alguna carencia interior que los empujaba a demostrar que eran mejores, mas listos y mas astutos que sus presas. Sus vidas se resumian en un ciclo continuo de validarse a si mismos, de hecho, invalidando a los asesinos que buscaban para ponerlos entre rejas. Otros, aunque cargaban con cierto grado de esta misma carencia interna, tambien veian en ellos mismos la dimension adicional de ser portavoces de los muertos. Existia un vinculo sagrado entre la victima y el policia, un vinculo que se formaba en la escena del crimen y no podia cortarse. Esto era lo que en ultima instancia los empujaba a salir a cazar al asesino y les permitia superar todos los obstaculos que surgian en su camino. McCaleb calificaba a estos policias de angeles vengadores. Su experiencia le decia que estos polis angeles eran los mejores investigadores con los que habia trabajado. Tambien llego a la conclusion de que se aproximaban peligrosamente a ese filo invisible bajo el cual se hallaba el abismo.

Diez anos antes, habia clasificado a Harry Bosch de angel vengador y ahora tenia que considerar si el detective se habia acercado demasiado al abismo. Tenia que considerar la posibilidad de que Bosch hubiera caido en el.

Cerro el archivo y saco los dos libros de arte de su bolsa. Ambos estaban titulados simplemente Bosch. El mas grande, con reproducciones en color de los cuadros, era de R. H. Marijnissen y P. Ruyffelaere. El segundo volumen, que a primera vista contenia mas analisis de las pinturas que el anterior, estaba escrito por Eric Larsen.

McCaleb empezo con el libro mas pequeno y comenzo a hojear las paginas. Enseguida aprendio que, como le habia dicho Penelope Fitzgerald, habia muchos puntos de vista diferentes e incluso antagonicos de Hieronymus Bosch. El libro de Larsen citaba a estudiosos que consideraban a Bosch un humanista, e incluso a uno que creia que el artista formaba parte de una secta heretica que pensaba que la tierra era literalmente un infierno regido por Satan. Habia disputas entre eruditos acerca de los supuestos significados de algunas de las pinturas, acerca de si algunos cuadros podian atribuirse realmente a Bosch, acerca de si el pintor habia viajado en alguna ocasion a

Italia y si habia visto la obra de sus contemporaneos renacentistas.

Finalmente, McCaleb cerro el libro al darse cuenta de que, al menos para su proposito, las palabras acerca de Hieronymus Bosch podian carecer de importancia. Si la obra del pintor era objeto de multiples interpretaciones, entonces la unica interpretacion que le interesaba era la de la persona que habia matado a Edward Gunn. Lo que importaba era lo que esa persona vio y tomo de los cuadros de Hieronymus Bosch.

Abrio el volumen mas grande y empezo a examinar lentamente las reproducciones. La vision de laminas de las pinturas en el Getty habia sido apresurada y obstruida por el hecho de no estar solo.

McCaleb puso su libreta en el brazo del sofa con el proposito de contabilizar el numero de lechuzas y buhos que veia en los cuadros, asi como la descripcion de cada ave. Pronto se dio cuenta de que las pinturas eran tan minuciosamente detalladas que podria perderse cosas significativas en las reproducciones a menor escala. Bajo al camarote de proa y cogio la lupa que siempre guardaba en el escritorio del FBI para examinar las escenas del crimen.

Cuando estaba doblado sobre una caja llena de articulos de oficina que habia sacado de su escritorio cinco anos antes, McCaleb sintio un pequeno golpe contra el barco y se enderezo. Habia atado la Zodiac a la popa, de manera que no podia haber sido su propio bote. Estaba pensando en eso cuando sintio el inconfundible movimiento

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