vertical del barco que indicaba que alguien acababa de subir a bordo. Su mente se concentro en la puerta del salon. Estaba seguro de que no la habia cerrado con llave.
Miro en la caja en la que acababa de estar revolviendo y agarro un abrecartas.
Mientras subia las escaleras que llevaban a la cocina, McCaleb reviso el salon y no echo nada en falta. Resultaba dificil ver mas alla del reflejo del interior en la puerta corredera, pero fuera, en el puente de mando, habia un hombre cuya silueta se dibujaba por las luces de las farolas de Crescent Street. Se hallaba de pie de espaldas al salon, como si estuviera admirando las luces de la ciudad que trepaban por la colina.
McCaleb se movio con rapidez hacia la corredera y la abrio. Mantuvo el abrecartas bajo, pero con la punta de la cuchilla preparada. El hombre que estaba en el puente de mando se volvio.
McCaleb bajo su arma cuando el hombre la miro con los ojos muy abiertos.
– Senor McCaleb, yo…
– No pasa nada, Charlie, no sabia quien era.
Charlie era el vigilante nocturno de la oficina del puerto. McCaleb no conocia su apellido, pero sabia que visitaba con frecuencia a Buddy Lockridge en las noches en que este se quedaba a dormir. McCaleb supuso que Buddy era un companero para una cerveza rapida de cuando en cuando en las largas noches. Probablemente por ese motivo Charlie habia remado con su esquife desde el muelle.
– He visto las luces y he pensado que quiza Buddy estaba aqui-dijo-. Solo queria hacerle una visita.
– No, Buddy esta en Los Angeles esta noche. Probablemente no volvera hasta el viernes.
– De acuerdo. Entonces me voy. ?Esta bien usted? La senora no lo ha mandado a dormir al barco, ?no?
– No, Charlie, todo esta en orden. Solo estaba trabajando un poco. -Levanto el abrecartas como si eso explicara lo que estaba haciendo.
– Bueno, entonces me voy yendo.
– Buenas noches, Charlie. Gracias por preguntar por mi.
McCaleb volvio al despacho. Encontro la lupa con un aplique de luz en el fondo de la caja de articulos de oficina.
Durante las siguientes dos horas reviso las pinturas. Los paisajes espectrales de demonios y fantasmas que rodeaban a sus presas humanas lo conmovieron una vez mas. A medida que examinaba cada una de las obras, iba marcando descubrimientos particulares como las lechuzas con Post-it amarillos, para poder volver a ellos con facilidad.
McCaleb contabilizo dieciseis representaciones directas de lechuzas y otra docena de representaciones de criaturas y estructuras con aspecto de lechuza. Las lechuzas estaban pintadas de oscuro y acechaban en todas las pinturas como centinelas del juicio y la muerte. Las miro y no pudo evitar pensar en las analogias de la lechuza con el detective. Ambas criaturas de la noche, ambos observadores y cazadores; espectadores de primera fila del mal y el dolor que humanos y animales se infligian entre si.
El hallazgo mas significativo de McCaleb durante el estudio de los cuadros no fue una lechuza, sino una figura humana. Hizo el descubrimiento cuando estaba usando la lupa con luz para examinar el panel central de
McCaleb senalo el hallazgo con un Post y cerro el libro. Justo entonces sono el movil en el sofa que tenia al lado y el salto como un resorte. Consulto el reloj antes de contestar y vio que era exactamente medianoche.
Era Graciela.
– Pensaba que ibas a volver esta noche.
– Si. Acabo de terminar. Voy hacia alla.
– Te has llevado el cochecito, ?no?
– Si, no te preocupes.
– Bueno, hasta pronto.
– Si.
McCaleb decidio dejarlo todo en el barco, pensando que iba a necesitar despejarse antes del dia siguiente. Cargar con los archivos y los libros solo le recordaria los pesados pensamientos que acarreaba. Cerro con llave el barco y fue en la Zodiac hasta el amarre de los botes. Al final del muelle cogio el cochecito de golf. Subio por el desierto barrio comercial y colina arriba hasta la casa. A pesar de sus esfuerzos, sus pensamientos volvian siempre al abismo: un lugar donde criaturas de pico afilado, garras y cuchillos atormentaban a los caidos hasta la eternidad. En este punto algo sabia con seguridad. El pintor Bosch habria sido un buen
15
Las exposiciones preliminares del juicio contra David Storey se habian retrasado mientras los letrados debatian las mociones finales con el juez a puerta cerrada. Bosch se sento en la mesa de la acusacion y aguardo. Trato de despejar la cabeza de digresiones superfluas, incluida su infructuosa busqueda de Annabelle Crowe la noche anterior.
Finalmente, a las diez cuarenta y cinco, los letrados entraron en la sala y ocuparon sus respectivos lugares. Entonces el acusado -que ese dia llevaba un traje con aspecto de costar mas que las nominas de tres ayudantes del sheriff- fue conducido a la sala desde el calabozo, y por ultimo el juez Houghton ocupo el estrado.
Era la hora de empezar y Bosch sintio que la tension en la sala aumentaba de manera considerable. Los Angeles habia elevado -o quiza degradado- los juicios a la categoria de espectaculos de escala internacional, pero quienes participaban en la sala nunca lo veian de esa forma. Se estaban jugando mucho y en este juicio, quiza mas que en cualquier otro, habia una animadversion palpable entre los dos bandos enfrentados.
El juez dio instrucciones al ayudante del sheriff que actuaba como su alguacil para que hiciera entrar al jurado. Bosch se levanto junto con los demas y se volvio para observar como los miembros del jurado entraban en silencio y ocupaban sus asientos. Penso que podia ver la excitacion en algunas de las caras. Habian esperado durante dos semanas de eleccion de jurado y mociones hasta que todo se puso en marcha. La mirada de Bosch se elevo por encima de ellos hasta las dos camaras montadas en la pared situada sobre la tribuna.
Despues de que todos se hubieron sentado, Houghton se aclaro la garganta y se inclino hacia el microfono, mientras miraba al jurado.
– Senoras y senores, ?como estan ustedes esta manana?
Se produjo una respuesta entre murmullos
– Pido disculpas por el retraso. Les ruego que recuerden que el sistema judicial esta regido en esencia por abogados. Y por tanto funciona muy despaaaaacio.
Hubo risas educadas en la sala. Bosch se fijo en que los letrados -tanto los de la acusacion como los de la defensa- se sumaban diligentemente, un par de ellos incluso de manera exagerada. Sabia por experiencia que en el curso de un juicio era imposible que un juez hiciera una broma y los abogados no le rieran la gracia.
Bosch miro a su izquierda, mas alla de la mesa de la defensa, y vio que los periodistas llenaban la otra tribuna del jurado. Reconocio a muchos de los reporteros por las noticias de la tele y por pasadas conferencias de prensa.
Echo un vistazo al resto de la sala y vio que los bancos del publico estaban abarrotados, salvo la fila de detras de la mesa de la defensa. Alli se habian sentado, con bastante espacio entre uno y otro, varias personas con pinta de haberse pasado la manana en pruebas de maquillaje. Bosch supuso que eran famosos de algun tipo, pero no era un campo que conociera y no pudo identificar a ninguno de ellos. Estuvo a punto de inclinarse hacia Janis Langwiser para preguntarle, pero se lo penso mejor.
– Hemos tenido que solucionar algunos detalles de ultima hora en mi despacho -continuo el juez, dirigiendose al jurado-. Pero ahora ya estamos preparados para empezar. Comenzaremos con las exposiciones de apertura y debo advertirles que no se trata de exposiciones de hechos, sino de la exposicion de lo que cada parte piensa que