encontraran una vez mas.

– ?Que tenia que decir acerca de esto el Departamento de Policia de Culver City, detective Bosch?

– A raiz de mis preguntas reabrieron el caso, pero tienen dificultades.

– ?Por que motivo?

– El caso es viejo y como originalmente fue calificado de muerte accidental no se guardan todos los informes en los archivos. Y puesto que el cadaver fue hallado en un avanzado estado de descomposicion resulta dificil hacer observaciones definitivas y llegar a conclusiones. Y el cadaver no puede ser exhumado porque fue incinerado.

– ?Fue incinerado? ?Por quien?

Fowkkes se levanto y protesto, pero el juez dijo que su objecion ya habia sido escuchada y rechazada. Langwiser insistio a Bosch antes de que Fowkkes se hubiera vuelto a sentar.

– ?Por quien, detective Bosch?

– Por su familia, pero lo pago… La cremacion, el servicio y todo lo demas fueron pagados por David Storey como regalo en memoria de Alicia Lopez.

Langwiser paso sonoramente una hoja de su bloc. Iba embalada y todo el mundo lo sabia. Era lo que los policias y fiscales, en una referencia surfista llamaban coger la ola. Significaba que habian puesto el caso en un punto en que todo iba a la perfeccion y todo les rodeaba en un glorioso equilibrio.

– ?Detective, como consecuencia de esta parte de la investigacion llego el momento en que una mujer llamada Annabelle Crowe acudio a verle?

– Si, en el Los Angeles Times se publico un articulo sobre la investigacion en el que se aseguraba que David Storey era sospechoso. Annabelle Crowe leyo el articulo y se presento.

– ?Y quien es ella?

– Es actriz. Vive en West Hollywood.

– ?Y que relacion tiene con este caso?

– Me conto que en una ocasion habia salido con David Storey el ano pasado y que el la estrangulo mientras estaban manteniendo relaciones sexuales.

Fowkkes elevo otra protesta, en este caso ya sin la fuerza de las anteriores. De nuevo fue rechazada puesto que el testimonio habia sido autorizado por el juez en las mociones previas.

– ?Donde dijo la senorita Crowe que se produjo este incidente?

– En el domicilio del senor Storey en Mulholland Drive. Le pedi que me describiera la casa y lo hizo con mucha precision. Habia estado alli.

– ?No puede ser que viera el numero del Architectural Digest que mostraba fotos de la casa del acusado?

– Describio con notable detalle zonas del dormitorio principal y el bano, que no aparecian en la revista.

– ?Que le ocurrio a ella cuando el acusado la estrangulo?

– Me dijo que se desmayo. Cuando se desperto, el senor Storey no estaba en la habitacion. Se estaba duchando. Ella recogio su ropa y huyo de la casa.

Langwiser subrayo esta ultima afirmacion con un largo silencio. Luego volvio a pasar hojas del bloc, miro a la mesa de la defensa y luego al juez Houghton.

– Senoria, he terminado con el detective Bosch por el momento.

26

McCaleb llego a El Cochinito a las doce menos cuarto. No habia estado en el restaurante de Silver Lake desde hacia cinco anos, pero recordaba que el local no tenia mas de una docena de mesas y normalmente se llenaban con rapidez a mediodia. Y con frecuencia las ocupaban policias, porque la comida era de calidad y barata. La experiencia de McCaleb era que los polis siempre sabian encontrar ese tipo de establecimientos entre los muchos restaurantes de una ciudad. Cuando viajaba por casos del FBI, siempre pedia a los agentes de calle locales que le recomendaran un restaurante, y casi nunca salia desilusionado.

Mientras esperaba a Winston estudio con atencion el menu y anticipo el placer de la comida. En el ultimo ano su paladar habia regresado para vengarse. Durante los primeros dieciocho meses de su vida despues de la cirugia, habia perdido el sentido del gusto. No le importaba que era lo que comia, porque todo le sabia igual: soso. Incluso una fuerte dosis de salsa habanera en todo, desde los sandwiches a la pasta solo le servia para registrar un minimo blip en la lengua. Pero luego, lentamente, empezo a recuperar el sentido del gusto y se convirtio para el en un segundo renacimiento, despues del que supuso el trasplante. Le encantaba todo lo que preparaba Graciela. Incluso le gustaba lo que preparaba el mismo; y eso a pesar de su ineptitud general con cualquier cosa que no fuera la barbacoa. Se comia todo con un gusto que nunca habia tenido antes, ni siquiera previamente al trasplante. Un sandwich de gelatina y mantequilla de cacahuete en plena noche era algo que saboreaba en privado tanto como un viaje a la ciudad con Graciela para cenar en un restaurante de lujo como el Jozu de Melrose. La consecuencia era que habia empezado a engordar, recuperando los mas de diez kilos que habia perdido mientras su corazon se debilitaba y esperaba la llegada de otro. Ya habia vuelto a los ochenta kilos que pesaba antes de la enfermedad y por primera vez en cuatro anos tenia que empezar a controlar la dieta. En su ultimo chequeo cardiologico, su doctora habia tomado nota y le habia advertido que tenia que reducir su ingestion de calorias y grasas.

Pero no en ese almuerzo. Llevaba mucho tiempo esperando una oportunidad de acudir a El Cochinito. Anos antes habia pasado una buena temporada en Florida trabajando en un caso de asesinatos en serie, y lo unico bueno que habia sacado fue su pasion por la comida cubana. Cuando mas adelante lo trasladaron a la oficina de campo de Los Angeles le resulto dificil encontrar un restaurante cubano comparable a los lugares en los que habia comido en Ybor City, cerca de Tampa. En un caso de Los Angeles habia conocido a un patrullero descendiente de cubanos. McCaleb le pregunto donde iba a comer cuando buscaba autentica comida casera. La respuesta del policia fue El Cochinito. Y McCaleb no tardo en convertirse en un habitual.

McCaleb decidio que estudiar el menu era una perdida de tiempo, porque desde el principio sabia que iba a comer lechon asado con frijoles negros y arroz, con platano frito y yuca como guarnicion. Y no pensaba contarselo a su doctora. Lo unico que deseaba era que Winston se apresurara y llegara a tiempo para poder pedir.

Aparto el menu y penso en Harry Bosch. McCaleb se habia pasado la mayor parte de la manana en el barco, viendo el juicio por television. La actuacion de Bosch en la tribuna de los testigos habia sido destacada. La revelacion de que Storey habia estado relacionado con otra muerte habia impactado a McCaleb y aparentemente tambien a la horda de periodistas. Durante las pausas, los periodistas del estudio habian estado fuera de si ante la perspectiva de esta nueva carnaza. En determinado punto mostraron el pasillo de acceso a la sala, donde J. Reason Fowkkes estaba siendo bombardeado a preguntas sobre estas nuevas revelaciones. Fowkkes, probablemente por primera vez en su vida, no estaba haciendo declaraciones. A los comentaristas no les quedo otro remedio que especular acerca de esta nueva informacion y explicar el metodico, aunque rigurosamente apasionante desfile organizado por la fiscalia.

Aun asi, ver el caso solo causo inquietud en McCaleb. Le costaba mucho aceptar la idea de que el hombre al que veia tan capaz de describir los aspectos y movimientos de una dificil investigacion era tambien el hombre al que estaba investigando, el hombre del que su instinto le decia que habia cometido el mismo tipo de crimen que estaba persiguiendo.

A mediodia, la hora acordada de su cita, McCaleb salio de su ensimismamiento cuando vio entrar en el restaurante a Jaye Winston. La seguian dos hombres. Uno era negro y el otro blanco, y esa era la mejor manera de distinguirlos, porque ambos vestian trajes grises casi identicos y corbatas granates. Antes de que llegaran a su mesa, McCaleb ya sabia que eran agentes del FBI.

Winston tenia cara de resignacion.

– Terry -dijo antes de sentarse-. Quiero presentarte a dos personas.

Senalo en primer lugar al agente negro.

– El es Don Twilley y el Marcus Friedman. Los dos trabajan en el FBI.

Los tres apartaron las sillas y se sentaron. Friedman se sento junto a McCaleb, Twilley enfrente. Nadie se estrecho la mano.

– Nunca he probado la comida cubana -dijo Twilley mientras levantaba un menu del servilletero-. ?Se come

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