– Faltan paginas del archivo, senora Beaupre. Me gustaria saber quien puede tenerlas.

– Bueno, usted fue el ultimo en sacarlo. He mencionado que fue en…

– Si, lo se. Hace unos cinco anos. ?Consta que haya sido sacado desde entonces o antes? No me he fijado cuando he firmado la tarjeta hoy.

– Bueno, no cuelgue y dejeme ver. -Bosch espero y ella continuo enseguida-. Vale, ya lo tengo. Segun esta tarjeta, la unica otra vez que se saco el archivo fue en mil novecientos setenta y dos. Ha llovido mucho desde entonces.

– ?Quien lo saco?

– Esta garabateado. No puedo… Parece que pone Jack… eh, Jack McKillick.

– Jake McKittrick.

– Podria ser.

Bosch no sabia que pensar. McKittrick fue el ultimo en tener el expediente, pero eso fue mas de diez anos despues del asesinato. ?Que significaba? Bosch sentia que la confusion le tendia una emboscada. No sabia lo que esperaba oir, pero seguramente algo mas que un nombre garabateado mas de veinte anos atras.

– De acuerdo, senora Beaupre, muchas gracias.

– Bueno, si faltan paginas voy a tener que hacer un informe y entregarselo al senor Aguilar.

– No creo que sea necesario, senora. Puede que me haya equivocado con las paginas que faltan. Quiero decir, ?como podrian faltar paginas si nadie lo ha mirado desde la ultima vez que lo tuve yo?

Bosch le dio las gracias nuevamente y colgo, con la esperanza de que su buen humor lograra que ella no tomara ninguna medida despues de su llamada. Abrio la nevera y miro en su interior mientras pensaba en el caso, despues la cerro y volvio a la mesa.

Las ultimas paginas que habia en el expediente del asesinato correspondian a un informe de revision fechado el 3 de noviembre de 1962. El procedimiento del departamento de homicidios exigia que todos los casos no resueltos se revisaran despues de un ano por otros detectives para que estos buscaran algo que pudiera haberse pasado por alto a los primeros. Sin embargo, en la practica, era un proceso burocratico. A los detectives no les seducia la idea de encontrar los errores de sus colegas. Ademas, tenian su propia carga de casos de los que preocuparse. Cuando se les asignaban estas revisiones hacian poco mas que leer por encima el archivo, efectuar algunas llamadas a testigos y despues enviar la carpeta a los archivos.

En este caso, el informe de diligencia debida escrito por los nuevos detectives llamados Roberts y Jordan llegaba a la misma conclusion que los informes de Eno y McKittrick. Despues de dos paginas que detallaban las mismas pruebas y entrevistas ya conducidas por los investigadores iniciales, el informe concluia que no habia pistas que pudieran investigarse y que no habia esperanza para una «conclusion con exito» del caso. Fin de la diligencia debida.

Bosch cerro el expediente. Sabia que despues de que Roberts y Jordan presentaran el informe, la carpeta habia sido enviada a archivos como un caso muerto. Habia acumulado polvo hasta que, segun la tarjeta de control, McKittrick lo habia sacado por razones desconocidas en 1972. Bosch anoto el nombre de McKittrick debajo del de Conklin en la libreta. Despues anoto los nombres de otras personas que podrian ser utiles de entrevistar. Si seguian con vida y podian ser localizadas.

Bosch se reclino en su silla y se dio cuenta de que el disco habia terminado sin que el se apercibiera. Miro el reloj. Eran las dos y media. Todavia disponia de casi toda la tarde, pero no estaba seguro de que hacer con ella.

Fue al armario del dormitorio y saco la caja de zapatos del estante. Era la caja de su correspondencia, llena de cartas, postales y fotos que queria conservar durante el resto de su vida. Contenia objetos que databan incluso de su epoca en Vietnam. Aunque apenas miraba en la caja, en su cabeza guardaba un inventario casi perfecto del contenido. Cada objeto tenia un motivo para ser salvado.

Encima estaba el ultimo anadido a la caja, una postal de Venecia. De Sylvia. Era de un cuadro que ella habia visto en el palacio ducal, El paraiso y el infierno, de Hieronymus Bosch. Se veia a un angel que escoltaba a uno de los benditos a traves de un tunel hasta la luz del cielo. Ambos flotaban hacia el cielo. La postal era la ultima noticia que habia tenido de ella. Leyo el texto del dorso.

Harry, pense que te interesaria esta obra del pintor que se llama como tu. La vi en el palacio. Es hermosa. Por cierto, me encanta Venecia. Creo que podria quedarme para siempre. S.

«Ya no me quieres», penso Bosch mientras ponia la tarjeta a un lado y empezaba a bucear en otros objetos de la caja. No volvio a distraerse. A medio camino de la caja encontro lo que estaba buscando.

El trayecto de salida hasta Santa Monica a mediodia fue inacabable. Bosch tuvo que tomar por el camino largo, la 101 hasta la 405 y despues recto, porque aun faltaba una semana para que reabrieran la 10. Cuando llego a Sunset Park ya eran mas de las tres. La casa que estaba buscando se hallaba en Pier Street. Era un pequeno bungalo estilo Craftsman instalado en lo alto de una colina. Tenia un porche con buganvillas rojas en la barandilla. Cotejo la direccion del buzon con la de la vieja felicitacion de Navidad que tenia en el asiento de al lado. Aparco junto al bordillo y miro una vez mas la vieja tarjeta. Se la habian enviado cinco anos antes al Departamento de Policia de Los Angeles. Nunca habia contestado. Hasta ese dia.

Al salir percibio el olor del mar y supuso que las ventanas del oeste de la casa dispondrian de una vista limitada del oceano. Habia unos cinco grados menos que en su casa, de manera que volvio a buscar en el interior del coche para sacar la americana. Camino hasta el porche de la entrada mientras se la ponia.

La mujer que abrio la puerta blanca despues de una llamada estaba en mitad de los sesenta y asi lo aparentaba. Se mantenia delgada. Tenia el cabello oscuro, pero las raices grises empezaban a mostrarse y ya necesitaba un nuevo tinte. Llevaba una gruesa capa de lapiz de labios y vestia una blusa blanca con caballitos de mar azules encima de unos elasticos azul marino. Le dedico una sonrisa de bienvenida y Bosch la reconocio, aunque se dio cuenta de que su propia imagen resultaba completamente ajena a la mujer. Habian pasado casi treinta y cinco anos desde la ultima vez que ella lo habia visto. Bosch le devolvio la sonrisa de todos modos.

– ?Meredith Roman?

La mujer perdio la sonrisa con la misma rapidez con que la habia encontrado antes.

– Ese no es mi nombre -dijo con voz cortante-. Se ha equivocado de sitio.

La mujer hizo un movimiento para cerrar la puerta, pero Bosch puso las manos para pararla. Trato de actuar de la forma menos amenazadora posible, pero vio que el panico asomaba a los ojos de la mujer.

– Soy Harry Bosch -dijo con rapidez.

Ella se quedo paralizada y miro a Bosch a los ojos. Harry vio que el panico desaparecia. El reconocimiento y los recuerdos inundaron los ojos de la mujer como lo hacen las lagrimas. Recupero la sonrisa.

– Harry. ?El pequeno Harry?

Bosch dijo que si con la cabeza.

– Oh, querido, ven aqui. -La mujer lo atrajo a un fuerte abrazo y le hablo al oido-. Oh, que alegria verte despues de… Dejame verte.

La mujer lo aparto y separo las manos como si estuviera admirando toda una habitacion llena de pinturas. Sus ojos eran animados y sinceros. A Bosch le hizo sentirse bien y triste al mismo tiempo. No deberia haber esperado tanto. Tendria que haberla visitado por otras razones que las que le habian llevado hasta alli.

– Oh, pasa, Harry, pasa.

Bosch accedio a una sala de estar bellamente amueblada. El suelo era de roble americano y las paredes estucadas estaban limpias y blancas. Los muebles eran casi todos de ratan blanco. La vivienda era luminosa y brillante, pero Bosch sabia que habia llegado para llevar la oscuridad.

– ?Ya no te llamas Meredith?

– No, Harry, desde hace mucho tiempo.

– ?Como he de llamarte?

– Me llamo Katherine. Con K. Katherine Register. Era el apellido de mi marido. Chico, era tan recto. Aparte de mi lo mas cerca que el hombre estuvo de algo ilegal fue mencionarlo.

– ?Era?

– Sientate, Harry, por el amor de Dios. Si, murio hace cinco anos, el dia de Accion de Gracias.

Bosch se sento en el sofa y ella ocupo la silla que estaba al otro lado de la mesa baja de cristal.

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