un chupito de Jack Daniels. Habia un quinteto tocando en el pequeno escenario de la parte de atras. El solo era de un saxo tenor. Estaban terminando
Decepcionado, aparto la mirada del grupo y echo un trago largo de cerveza. Miro el reloj y supo que el trafico seria fluido si se marchaba entonces. Pero se quedo. Levanto el chupito, lo echo en la jarra de cerveza y echo un buen trago de la implacable mezcla. El grupo paso a
La cancion lo hizo sentirse solitario y triste, pero no le importo. La soledad habia sido el fuego de callejon ante el que se habia acurrucado durante la mayor parte de su vida. Estaba volviendo a acostumbrarse a eso. Habia sido asi para el antes de Sylvia y podia volver a serio. Solo requeria tiempo y soportar el dolor de dejarla marchar.
En los tres meses que habian transcurrido desde la partida de Sylvia, solo habia recibido de ella una postal. Su ausencia habia fracturado el sentido de continuidad de la vida de Bosch. Antes de conocerla, su trabajo siempre habia sido para el como los railes de la via, algo tan digno de confianza como el atardecer sobre el Pacifico. Con ella habia tratado de cambiar de via en el salto mas valiente de su vida. Pero habia fallado. El esfuerzo de Bosch no basto para mantenerla a su lado y Sylvia se habia ido. Y el habia descarrilado. En su interior se sentia tan fragmentado como su ciudad. Roto, le parecia a veces, en todos los niveles.
Oyo una voz femenina que entonaba la cancion. Al girar el cuello vio a una joven que estaba a unos taburetes de distancia, con los ojos cerrados mientras cantaba con suavidad. Cantaba solo para ella, pero Bosch podia oirla.
Llevaba una falda corta blanca y una camiseta y un chaleco colorido. Bosch supuso que no tenia mas de veinticinco anos y le gusto que conociera la cancion. La chica estaba sentada con la espalda recta y las piernas cruzadas. Su columna se mecia al ritmo del saxofon. Tenia la cara enmarcada por un cabello castano y sus labios, ligeramente separados, eran casi angelicales. A Bosch le parecio hermosa, tan perdida en la majestuosidad de la musica. Limpio o no, el sonido la transportaba y el la admiraba por dejarse llevar. Sabia que lo que veia en su rostro era lo que veria un hombre que hiciera el amor con ella. Tenia lo que otros polis llamaban una cara franca. Tan hermosa que siempre seria un escudo. No importaba lo que hiciera o lo que le hicieran, su cara seria su pasaporte. Le abriria puertas y las cerraria detras de ella. Le permitiria salir bien parada.
La cancion termino y la joven abrio los ojos y aplaudio. Nadie habia aplaudido hasta que ella empezo, pero en ese momento todos los que estaban en la barra, Bosch incluido, se unieron al aplauso. Ese era el poder de una cara franca. Bosch se volvio y le pidio al camarero otro chupito y otra cerveza. Cuando las tuvo delante, miro hacia la mujer, pero esta se habia ido. Se volvio hacia la puerta y vio que se cerraba. La habia perdido.
Para volver a casa se dirigio a Sunset y siguio por ese bulevar hasta la ciudad. El trafico era ligero. Se habia quedado hasta mas tarde de lo que habia planeado. Fumo y puso el canal de noticias de veinticuatro horas en la radio. Escucho que el Grant High finalmente habia reabierto sus puertas en el valle de San Fernando. Alli habia dado clases Sylvia. Antes de irse a Venecia.
Bosch estaba cansado y suponia que seguramente no pasaria un control de alcoholemia si lo hacian parar. Redujo la velocidad para circular por debajo del limite cuando Sunset atravesaba Beverly Hills. Sabia que los polis de Beverly Hills no le darian cuartelillo, y solo le faltaba que lo detuvieran despues de la baja involuntaria por estres.
Giro a la izquierda en Laurel Canyon y ascendio por la carretera serpenteante que remontaba la colina. En Mulholland estuvo a punto de doblar a la derecha en rojo, pero miro hacia la izquierda y se detuvo. Vio un coyote que salia de la maleza del arroyo que habia a la izquierda de la calzada y echaba una mirada tentativa al cruce. No habia mas coches. Solo Bosch lo vio.
El animal era delgado y desgrenado, consumido por la lucha por la supervivencia en las colinas urbanas. La niebla que se levantaba desde el arroyo capto el reflejo de las farolas de la calle y bano al coyote en una luz tenue, casi azul. El animal parecio estudiar por un momento el coche de Bosch; sus ojos captaron el reflejo de la luz de freno y brillaron. Por un momento Bosch creyo que el coyote podia estar mirandolo directamente a el, pero el animal enseguida se volvio y retrocedio en la niebla azul.
Un coche aparecio detras del de Bosch e hizo sonar el claxon. Bosch saco la mano por la ventanilla y giro por Mulholland, pero entonces se detuvo a un lado. Echo el freno de mano y bajo.
Era una tarde fresca y sintio un escalofrio al cruzar la interseccion hasta el lugar donde habia visto al coyote. No estaba seguro de lo que estaba haciendo, pero tampoco estaba asustado. Solo queria ver al animal otra vez. Se detuvo al borde del precipicio y miro a la oscuridad que se extendia a sus pies. La niebla azul lo rodeaba. Paso un coche por detras de el y, cuando el ruido se disipo, Bosch aguzo la vista y el oido. Pero no habia nada. El coyote se habia ido. Harry volvio caminando hasta el coche y subio por Mulholland hasta su casa de Woodrow Wilson Drive.
Mas tarde, tendido en su cama despues de tomar mas copas y con la luz todavia encendida, se fumo el ultimo cigarrillo de la noche y miro al techo. Habia dejado la luz encendida, pero su mente estaba en la noche oscura y sagrada. Y en el coyote azul. Y en la mujer con la cara franca. Estos pensamientos no tardaron en desaparecer con el en la oscuridad.
Bosch durmio poco y se desperto antes que el sol. El ultimo cigarrillo de la noche habia estado a punto de ser el ultimo de su vida. Se habia quedado dormido con el entre los dedos y se habia despertado sobresaltado por el dolor desgarrador de la quemadura. Se vendo las heridas y trato de volver a conciliar el sueno, pero no lo consiguio.