Tenia un dolor punzante en los dedos y solo podia pensar en las numerosas muertes que habia investigado de borrachos desventurados que se habian quedado dormidos y se habian autoinmolado. En lo unico que podia pensar era en lo que Carmen Hinojos tendria que decir de semejante proeza. ?Que tal estaba como sintoma de autodestruccion?
Finalmente, cuando las luces del alba empezaron a colarse en la habitacion, renuncio a dormir y se levanto. Mientras se preparaba un cafe en la cocina, fue al cuarto de bano y volvio a curarse las heridas de los dedos. Al fijarse la gasa limpia se miro en el espejo y advirtio las lineas profundas que tenia bajo los ojos.
– Mierda -se dijo a si mismo-. ?Que esta pasando?
Se tomo un cafe en la terraza de atras mientras observaba el despertar de la ciudad silenciosa. El aire era frio y vigorizante, y desde los altos arboles del paso de Sepulveda subia el olor terroso de los eucaliptos. La capa de niebla marina habia llenado el desfiladero y las colinas no eran sino siluetas misteriosas en la niebla. Observo durante casi una hora como la manana se ponia en marcha, fascinado ante el espectaculo al que asistia desde su terraza.
Hasta que volvio a entrar en la casa para llenarse otra vez la taza de cafe no se fijo en la luz roja que parpadeaba en el contestador automatico. Tenia dos mensajes que probablemente le habian dejado el dia anterior y en los que no habia reparado al llegar por la noche.
Pulso el boton para reproducidos.
«Bosch, soy el teniente Pounds, hoy es martes a las tres treinta y cinco. Tengo que informarte de que mientras sigas de baja y hasta que, eh, se decida tu estatus en el departamento, debes devolver tu vehiculo al garaje de la Division de Hollywood. Me consta aqui que se trata de un Chevrolet Caprice de cuatro anos, matricula uno, adan, adan, tres, cuatro, cero, dos. Por favor, realiza inmediatamente las gestiones necesarias para devolver el vehiculo. Esta orden se basa en el punto tres barra quince del manual de procedimiento. Su incumplimiento puede resultar en la suspension o el despido. Repito, es una orden del teniente Pounds, ahora son las tres treinta y seis del martes. Si no entiendes alguna parte del mensaje no dudes en llamarme a mi despacho.»
Segun el contestador, el mensaje se habia grabado a las cuatro de la tarde del martes probablemente justo antes de que Pounds se marchara a su casa. «Que le den por culo -penso Bosch-. De todos modos el coche es una puta mierda. Puede quedarselo.»
El segundo mensaje era de Edgar.
«Harry, ?estas ahi? Soy Edgar… Vale, escucha, olvidemos lo de hoy. Lo digo en serio. Digamos que yo he sido un capullo y tu has sido un capullo y que somos dos capullos y que lo olvidemos. Tanto si resulta que eres mi companero como si resulta que eras mi companero, estoy en deuda contigo, tio. Y si alguna vez actuo como si lo olvidara, dame una colleja como hoy. Ahora, la mala noticia. He revisado todo en busca de ese Johnny Fox. Y lo que tengo es nada de nada. Ni en el NCIC ni en Justicia ni en la fiscalia general, ni en correccional es, ni en ordenes nacionales, nada. Lo he buscado en todas partes. Parece que este tipo esta limpio, si es que esta vivo. Dijiste que ni siquiera tenia carnet de conducir, asi que me parece que o el nombre era falso o este tipo ya no esta entre los vivos. Asi que eso es todo. No se en que andas, pero si necesitas algo mas, dame un toque… Ah, y espera, colega. A partir de ahora estoy diez-siete asi que puedes localizarme en casa si…»
El mensaje se corto. A Edgar se le habia acabado el tiempo. Bosch rebobino la cinta y sirvio el cafe. Otra vez en la terraza, medito sobre el paradero de Johnny Fox. Despues de no obtener nada de la busqueda de Trafico, Bosch habia supuesto que Fax podria haber ingresado en prision, donde no se expedian ni se necesitaban licencias de conducir. Sin embargo, Edgar no lo habia encontrado alli, ni habia encontrado su nombre en ninguno de los ordenadores nacionales que fichan a los delincuentes. Ante la nueva informacion, Bosch suponia que o bien Johnny Fox habia optado por el buen camino o, como habia sugerido Edgar, estaba muerto. Si tenia que apostar, Bosch optaria por la segunda alternativa. Los tipos como Johnny Fox nunca elegian el buen camino.
La alternativa de Bosch era ir al Registro General del Condado de Los Angeles y buscar una partida de defuncion, pero sin disponer de la fecha del obito seria como buscar una aguja en un pajar. Podria tardar dias. Antes de hacer eso, decidio, probaria con un metodo mas sencillo: el
Volvio a entrar en casa y marco el numero de una periodista llamada Keisha Russell. Era nueva en el oficio y todavia peleaba para abrirse camino. Unos meses antes habia hecho un intento sutil de reclutar a Bosch como fuente. El metodo al que habitualmente recurrian los periodistas para conseguirlo consistia en escribir una cantidad desmesurada de noticias sobre un caso que no merecia una atencion tan intensa. Este proceso los ponia en contacto constante con los detectives a cargo del caso y les concedia la oportunidad de congraciarse con ellos y, con un poco de suerte, procurarse a los investigadores como futuras fuentes.
Russell habia redactado cinco articulos en una semana acerca de uno de los casos de Bosch. Era un caso de violencia domestica en el que el marido habia violado una orden temporal de alejamiento y habia vuelto al apartamento de su mujer en Franklin. La llevo hasta el balcon de la quinta planta y la arrojo a la calle. A continuacion, salto el. Russell habia hablado repetidamente con Bosch durante el lapso de los articulos. Las cronicas resultantes eran concienzudas y completas. Era un buen trabajo, y empezo a ganarse el respeto de Bosch. Aun asi, el sabia que Russell esperaba que los articulos fueran la base de una larga relacion entre periodista e investigador. Desde entonces, no habia pasado ni una semana sin que ella llamara a Bosch una o dos veces con alguna excusa, para trasmitir algun chisme departamental que habia recogido de otras fuentes y formular la pregunta por la que vivian todos los reporteros: «?Hay algo en marcha?»
Russell contesto al primer timbrazo y Bosch se sorprendio un poco de que hubiera entrado tan temprano. Pensaba dejarle un mensaje en el buzon de voz.
– Keisha, soy Bosch.
– Hola, Bosch, ?que tal?
– Bueno, supongo que ya has tenido noticias de mi.
– He oido que estas de baja, pero nadie me ha dicho por que. ?Quieres hablar de eso?
– No, en realidad no. Quiero decir que ahora no. Tengo que pedirte un favor. Si funciona te dare la historia.
Era el acuerdo que tenia con otros reporteros.
– ?Que tengo que hacer?
– Solo ir al deposito de cadaveres.
Ella refunfuno.
– Me refiero a la «morgue» del diario, alli mismo en el
– Ah, eso esta mejor. ?Que necesitas?
– Tengo un nombre. Es viejo. Se que el tipo era escoria en los cincuenta y al menos a principios de los sesenta. Pero despues le he perdido la pista. La cuestion es que mi corazonada es que esta muerto.
– ?Quieres una necrologica?
– Bueno, no creo que sea el tipo de persona de la que el
– Te refieres a si le volaron los sesos.
– Exacto.
– Vale, echare un vistazo.
A Bosch le dio la sensacion de que Russell estaba ansiosa. Sabia que la periodista pensaba que el favor cimentaria una relacion que le reportaria dividendos en el futuro. Bosch no dijo nada para disuadirla de esta idea.
– ?Cual es el nombre?
– John Fox. Lo llamaban Johnny. La ultima noticia que tengo de el es de mil novecientos sesenta y uno. Era un macarra, un mierda de poca monta.
– ?Blanco, negro, amarillo o marron?
– Un mierda de poca monta blanco, digamos.
– ?Tienes la fecha de nacimiento? Me ayudara si hay varios Johnny Fox en los articulos.
Bosch le dio el dato.
– Muy bien, ?donde vas a estar?
Bosch le proporciono el numero de su movil. Sabia que estaba mordiendo el anzuelo. El numero iria directamente a la lista de fuentes que la periodista guardaba en su ordenador como pendientes de oro en un joyero.