Disponer del telefono en el que podria localizarlo casi en cualquier momento merecia la busqueda en la «morgue».
– Vale, escucha. Tengo una reunion con el redactor jefe, esa es la unica razon de que haya entrado tan temprano. Pero despues, ire a echar un vistazo. Te llamare en cuanto tenga algo.
– Si hay algo.
– Exacto.
Despues de colgar, Bosch saco los cereales de la nevera, se puso a comerlos directamente de la caja y sintonizo las noticias en la radio. Habia suspendido la suscripcion al diario por si acaso Gowdy, el inspector de obras, se pasaba temprano y lo veia en la puerta: una pista de que alguien estaba habitando lo inhabitable. No habia gran cosa que le interesara en el resumen de las noticias. Al menos no habia homicidios en Hollywood. No se estaba perdiendo nada.
Despues del informe de trafico oyo una noticia que capto su atencion. Al parecer un pulpo que se exhibia en el acuario municipal de San Pedro se habia quitado la vida al retirar con uno de sus tentaculos un tubo de circulacion de agua. El deposito de agua se habia vaciado y el pulpo habia muerto. Los grupos medioambientales lo estaban calificando de suicidio, considerandolo una protesta desesperada del pulpo contra su cautividad. Solo en Los Angeles, penso Bosch al apagar la radio. Un lugar tan desesperante que incluso un animal marino se suicidaba.
Se dio una larga ducha, cerrando los ojos y poniendo la cabeza justo debajo del chorro. Mas tarde, mientras se afeitaba, no pudo evitar examinar de nuevo las ojeras. Parecian todavia mas pronunciadas que antes y armonizaban a la perfeccion con los ojos enrojecidos por los excesos con la bebida de la noche anterior.
Dejo la maquinilla en el borde del lavabo y se inclino hacia el espejo. Tenia la piel tan palida como una bandeja de papel reciclado. Al contemplarse penso en que antes lo habian considerado un hombre atractivo. Ya no. Parecia apaleado. Daba la sensacion de que la edad le habia hecho un placaje y lo habia derribado. Penso que se parecia a algunos de los ancianos que habia visto despues de que los encontraran muertos en sus camas. Los de los albergues. Los que vivian en contenedores de barco. Al verse pensaba mas en los muertos que en los vivos.
Abrio el botiquin, de manera que el reflejo desaparecio. Miro entre los diversos elementos que habia en los estantes de cristal y eligio un frasco de colirio. Se echo una generosa dosis de gotas en los ojos, se limpio el sobrante de la cara con una toalla y salio del cuarto de bano sin cerrar el botiquin para no tener que verse otra vez.
Se puso su mejor traje limpio, uno gris de dos piezas, y una camisa blanca. Anadio su corbata granate con cascos de gladiador. Era su favorita. Y tambien la mas vieja que tenia. Uno de los bordes empezaba a deshilacharse, pero la usaba dos o tres veces por semana. Se la habia comprado diez anos antes, cuando lo destinaron a homicidios. Se la sujeto a la camisa con un alfiler dorado que formaba el numero 187, el codigo penal del homicidio en California. Al hacerla sintio que recuperaba en parte el control. Empezo a sentirse otra vez bien y completo, y furioso. Estaba preparado para salir a la calle, tanto si la calle estaba preparada para el como si no.
Bosch se apreto con fuerza el nudo de la corbata antes de abrir la puerta posterior de la comisaria. Entro por el pasillo de atras de la sala de detectives y despues circulo entre las mesas hasta la parte delantera, donde Pounds estaba sentado en su despacho, detras de las ventanas de cristal que lo separaban de los detectives que tenia a sus ordenes. Heads, en la mesa de robos, lo saludo con la cabeza al verlo, y despues lo saludaron en atracos y en homicidios. Bosch no hizo caso de nadie, aunque casi perdio el pie cuando vio a un hombre en la mesa de homicidios. Burns. Edgar ocupaba su sitio habitual, pero estaba de espaldas a Bosch y no vio a Harry cuando este atravesaba la sala.
Pero Pounds si. A traves del cristal vio como Bosch se aproximaba hacia su despacho y se puso de pie detras del escritorio.
La primera cosa en la que se fijo Bosch al acercarse fue que el cristal que se habia roto justo una semana antes ya habia sido sustituido. Penso que era curioso que se hubiera reemplazado tan pronto en un departamento donde reparaciones mas vitales -como la sustitucion del parabrisas de un coche patrulla destrozado por las balas- normalmente requerian un mes de cinta aislante roja y burocracia. Pero esas eran las prioridades del departamento.
– Henry -bramo Pounds-. ?Venga!
El hombre mayor que se sentaba en el mostrador de la entrada y atendia las llamadas del publico se levanto de un salto y avanzo tambaleandose hasta el despacho de cristal. Era uno de los voluntarios civiles que trabajaban en la comisaria. La mayoria eran jubilados y los polis solian referirse a ellos con el nombre colectivo de miembros de la brigada del si.
Bosch siguio al anciano y dejo el maletin en el suelo.
– Bosch -dijo Pounds ahogando un grito-. Aqui hay un testigo. -Senalo al viejo Henry y despues a traves del cristal-. Y ahi fuera tambien.
Bosch se fijo en que Pounds todavia tenia el moreton causado por los capilares rotos debajo de ambos ojos. En cambio, la hinchazon ya habia desaparecido. Harry se acerco a la mesa y metio la mano en el bolsillo de la chaqueta.
– ?Testigos de que?
– De lo que estas haciendo aqui.
Bosch se volvio para mirar a Henry.
– Henry, ya puede irse. Solo voy a hablar con el teniente.
– Henry, quedese -ordeno Pounds-. Quiero que escuche esto.
– ?Como sabe que va a recordarlo, Pounds? Si ni siquiera sabe pasar una llamada a la mesa que corresponde. -Bosch miro de nuevo a Henry y clavo en el una mirada que no dejaba duda de quien mandaba en el despacho de cristal-. Cierre la puerta al salir.
Henry miro timidamente a Pounds, pero enseguida se encamino a la puerta, cerrandola tal y como le habian mandado. Bosch se volvio hacia Pounds..
El teniente, despacio, como un gato que se escabulle por detras de un perro, se sento en su silla, quiza pensando, o sabiendo por instinto, que seria mas seguro no situarse a la misma altura que Bosch. Harry bajo la mirada y vio que habia un libro abierto en la mesa. Se agacho y le dio la vuelta para ver la tapa.
– ?Esta estudiando para el examen de capitan, teniente?
Pounds se aparto hacia atras para alejarse de Bosch. Este se fijo en que no era el manual de examen de capitan, sino uno que trataba de la motivacion de los empleados, escrito por un entrenador de baloncesto profesional. Bosch no pudo evitar reirse y sacudir la cabeza.
– Pounds, tengo que reconocerlo. Al menos es entretenido, eso tengo que concederselo.
Pounds cogio el libro y lo metio en un cajon.
– ?Que quieres, Bosch? Estas de baja. No deberias estar aqui.
– Pero me ha llamado, ?recuerda?
– No.
– Dijo que queria el coche.
– Te dije que lo devolvieras al garaje. No te dije que vinieras aqui. Ahora vete.
Bosch advirtio que el sonrojo de la rabia se extendia por el rostro del otro hombre. El mantuvo la calma y lo tomo como un signo de que su nivel de estres se estaba reduciendo. Saco la mano del bolsillo y dejo caer las llaves en la mesa de Pounds.
– Esta aparcado fuera, al lado de la celda de borrachos. Si quiere que se lo devuelva, ahi lo tiene, pero tendra que conducirlo hasta el garaje. Eso no es trabajo para un policia. Es trabajo para un burocrata.
Bosch se volvio para salir y cogio su maletin. Abrio la puerta del despacho con tal fuerza que esta giro sobre sus goznes y golpeo en uno de los paneles acristalados. Todo el despacho temblo, pero no se rompio nada. Bosch rodeo el mostrador y dijo: «Lo siento, Henry», sin mirar al anciano, y despues enfilo hacia la salida.
Al cabo de unos minutos, Bosch estaba de pie en la acera de Wilcox, enfrente de la comisaria, esperando el taxi que habia pedido desde su movil. Un Caprice gris, casi un duplicado del coche que acababa de devolver, se detuvo delante de el y Bosch se doblo para mirar en su interior. Era Edgar. Estaba sonriendo. El cristal de la ventanilla se deslizo hacia abajo.
– ?Necesitas que te lleve, tipo duro?