– Por si se echaban atras con el trato. Puse a Conklin en el articulo diciendo que no conocia al tipo, porque tenia pruebas de que si lo conocia. Ellos sabian que las tenia. De ese modo, si despues de la eleccion renegaban del trato, yo podia volver a sacar a relucir el asunto y mostrar que Conklin habia dicho que no conocia a Fox cuando de hecho si que lo conocia. A partir de ahi podria haber establecido la inferencia de que tambien conocia el pasado de Fox cuando lo contrato. No habria servido de mucho, porque ya lo habrian elegido, pero habria causado cierto dano de relaciones publicas. Era mi pequena poliza de seguros. ?Entiende?

Bosch asintio.

– ?Que pruebas tenia de que Conklin conocia a Fox?

– Tenia fotos.

– ?Que fotos?

– Las habia sacado el fotografo de sociedad para el Times en la logia masonica durante el baile del dia de San Patricio, dos anos antes de la eleccion. Habia dos. Conklin y Fox estaban en una mesa. Eran descartes, pero un dia podria…

– ?Que quiere decir que eran descartes?

– Fotos que nunca se publicaron. Pero, vera, yo solia mirar el material de sociedad en el laboratorio fotografico para saber quienes eran los peces gordos en la ciudad y con quien salian. Era informacion util. Un dia vi esas fotos de Conklin y un tipo que me sonaba, pero no sabia de donde. Era por el marco social. No era el terreno de Fox, por eso en su momento no lo reconoci. Mas tarde, cuando mataron a Fox y me dijeron que trabajaba para Conklin, me acorde de las fotos y de quien era el otro hombre. Fox. Volvi a los archivos de descartes y me las lleve.

– ?Estaban sentados juntos en el baile?

– ?En las fotos? Si. Y estaban sonriendo. Se veia que se conocian. No eran fotos posadas. De hecho, por eso las descartaron. No eran buenas fotos para la pagina de sociedad.

– ?Habia alguien mas con ellos?

– Un par de mujeres.

– Vaya a buscar las fotos.

– Oh, ya no las tengo. Las tire cuando deje de necesitarlas.

– Kim, no me venga con hostias, ?quiere? Nunca hubo un momento en que no las necesitara. Probablemente esas fotos son el motivo de que siga vivo. Ahora vaya a buscarlas o lo detendre por retencion de pruebas y despues conseguire una orden de registro y destrozare este sitio.

– ?Vale! ?Joder! Espere un momento, tengo una.

Se levanto y subio la escalera. Bosch se limito a mirar al perro, que llevaba un jersey a juego con el de Kim. Oyo que se abria una puerta corredera y a continuacion un ruido sordo. Supuso que habian sacado del armario una caja y la habian tirado al suelo. Al cabo de unos segundos, oyo las pisadas de Kim en la escalera. Al pasar junto al sofa, este le entrego a Bosch una foto en blanco y negro de veinte por veinticinco que tenia los bordes amarillentos. Bosch se la quedo mirando un buen rato.

– La otra la tengo en una caja de seguridad -dijo Kim-. Es una imagen mas nitida de los dos hombres. Se reconoce a Fox.

Bosch no dijo nada. Seguia mirando la instantanea. Era una foto tomada con flash. Todos los rostros aparecian quemados por el exceso de luz. Conklin estaba sentado a una mesa enfrente del hombre que Bosch supuso que era Fox. Habia media docena de vasos en la mesa. Conklin estaba sonriendo y con los ojos cerrados, probablemente por eso la foto se descarto. Fox estaba ligeramente girado respecto a la camara, por lo que sus rasgos no eran distinguibles. Bosch suponia que tenias que saber quien era para reconocerlo. Ninguno de los dos parecia consciente de la presencia del fotografo. Probablemente las luces de flash se encendian en toda la sala.

Pero mas que en los hombres, Bosch se fijo en las dos mujeres de la fotografia. De pie junto a Fox e inclinada para susurrarle al oido habia una mujer con un vestido oscuro ajustado a la cintura. Tenia el pelo rizado. Era Meredith Roman. Y sentada al otro lado de la mesa, y junto a Conklin, parcialmente tapada por este, estaba Marjorie Lowe. Bosch supuso que si no la conocias, no habria sido reconocible. Conklin estaba fumando y con la mano levantada, ocultando con el brazo la mitad del rostro de la madre de Bosch. Era casi como si ella estuviera mirando a la camara asomandose desde detras de una esquina.

Bosch giro la foto y vio un sello que decia: «Foto del Times. Boris Lugavere.» Estaba fechada el 17 de marzo de 1961, siete meses antes de la muerte de su madre.

– ?Llego a ensenarsela a Conklin o Mittel? -le pregunto Bosch al fin.

– Si, cuando me propuse para ser portavoz principal. Le di una copia a Gordon y el vio que era una prueba de que el candidato conocia a Fox.

Bosch comprendio que Mittel tambien tuvo que ver que era la prueba de que el candidato conocia a una victima de asesinato. Kim no sabia lo que tenia, pero no era de extranar que obtuviera el puesto de portavoz. «Tienes suerte de estar vivo», penso Bosch, pero no lo dijo.

– ?Mittel sabia que era solo una copia?

– Ah, si. Eso lo deje claro. No era estupido.

– ?Alguna vez se lo menciono Conklin?

– A mi no. Pero supongo que Mittel se lo conto. Recuerde que le he dicho que tuvo que consultar antes de darme el trabajo. ?Quien iba a tener que aprobarlo si el era director de campana? Asi que tuvo que hablar con Conklin.

– Voy a quedarmela. -Bosch levanto la foto.

– Yo tengo la otra.

– ?Ha permanecido en contacto con Arno Conklin a lo largo de los anos?

– No, no he hablado con el en, no se, veinte anos.

– Quiero que lo llame ahora y…

– Ni siquiera se donde esta.

– Yo si. Quiero que lo llame y le diga que quiere verlo esta noche. Digale que tiene que ser esta noche. Digale que se trata de Johnny Fox y Marjorie Lowe. Digale que no le cuente a nadie que va avenir.

– No puedo hacerlo.

– Claro que puede. ?Donde esta su telefono? Le ayudare.

– No, me refiero a que no puedo ir a verlo esta noche. Usted no puede…

– No va a verlo esta noche, Monte. Yo voy a ser usted. A ver, ?donde esta el telefono?

Bosch aparco en el estacionamiento de visitantes del Park La Brea Lifecare y bajo del Mustang. El lugar parecia oscuro; habia pocas ventanas con la luz encendida en los pisos superiores. Miro el reloj -solo eran las nueve y cincuenta- y se acerco a las puertas de cristal del vestibulo.

Al acercarse sintio un nudo en la garganta. En su interior habia sabido en cuanto termino de leer el expediente del caso que su intuicion estaba puesta en Conklin y que terminaria donde se encontraba en ese momento. Estaba a punto de confrontar al hombre del que creia que habia matado a su madre y que despues habia utilizado su posicion y a la gente que le rodeaba para salir impune. Para Bosch, Conklin era el simbolo de todo lo que nunca habia tenido en su vida. Poder, una casa, satisfaccion.

No importaba cuanta gente le habia dicho por el camino que Conklin era un buen hombre. Bosch conocia el secreto que se ocultaba tras el buen hombre. Su rabia crecia con cada paso que daba.

En el interior habia un vigilante uniformado sentado detras de un escritorio, haciendo un crucigrama arrancado del Times Sunday Magazine. Tal vez llevaba haciendolo desde el domingo. Miro a Bosch como si lo estuviera esperando.

– Soy Monte Kim -dijo Bosch-. Uno de los residentes me esta esperando. Arno Conklin.

– Si, ha llamado. -El vigilante consulto una tablilla con sujetapapeles y acto seguido se volvio y le dio el boligrafo a Bosch-. Hacia mucho tiempo que no recibia visitas. Firme aqui, por favor. Esta arriba, en la nueve cero siete.

Bosch firmo y dejo el boligrafo en la tablilla.

– Es un poco tarde-dijo el vigilante-. Normalmente las visitas se terminan a las nueve.

– ?Que significa eso? ?Quiere que me vaya? De acuerdo. -Levanto el maletin-. El senor Conklin puede venir manana a mi despacho en su silla de ruedas a buscar esto. Soy yo el que hago un viaje especial, colega. Por el. Si no me deja subir, a mi me da igual. Peor para el.

Вы читаете El ultimo coyote
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату