– Eh, eh, eh, alto ahi, socio. Solo le estaba diciendo que es tarde y no me ha dejado terminar. Voy a dejarle subir. No hay problema. El senor Conklin me lo ha pedido especificamente y esto no es una prision. Solo le estoy diciendo que las visitas ya se han marchado. Hay gente durmiendo. Simplemente no haga mucho ruido, nada mas. No hace falta que se ponga furioso.
– ?Ha dicho nueve cero siete?
– Exacto. Le llamare y le dire que esta subiendo.
– Gracias.
Bosch paso junto al vigilante camino de los ascensores. No se disculpo. Lo habia olvidado en cuanto lo perdio de vista. Solo una cosa, una persona, ocupaba la mente de Bosch en ese momento.
El ascensor se movia con la misma lentitud que los habitantes del edificio. Cuando finalmente llego a la novena planta, Bosch paso junto a un puesto de enfermeras vacio; probablemente la enfermera del turno de noche estaba atendiendo las necesidades de un residente. Bosch se encamino por la direccion erronea, despues se corrigio a si mismo y dio media vuelta. La pintura y el linoleo del pasillo eran nuevos, pero ni siquiera los lugares caros como aquel podian eliminar el olor a orina y desinfectante, ni la sensacion de vidas cerradas detras de puertas cerradas. Bosch encontro la puerta de la 907 y llamo una vez. Oyo una voz debil que lo invitaba a pasar. Era mas un gimoteo que un susurro.
Bosch no estaba preparado para lo que le esperaba al abrir la puerta. Habia una sola luz encendida en la habitacion, la de una pequena lampara de lectura situada junto a la cama que dejaba la mayor parte de la estancia en penumbra. Vio un anciano sentado en la cama, apoyado en tres almohadas, con un libro
– Son protesis -dijo la voz con escofina desde el lecho-. Perdi mis piernas… Diabetes. Casi no queda nada de mi, salvo la vanidad de un anciano. Me hicieron esas piernas para mis apariciones publicas.
Bosch se acerco a la luz. La piel del hombre era como la parte de atras del papel pintado arrancado de la pared. Amarillenta, palida. Los ojos estaban hundidos en las sombras de un rostro esqueletico y el pelo era apenas una insinuacion en torno a las orejas. Tenia las manos finas ribeteadas de venas azules del tamano de lombrices debajo de una piel moteada. Estaba muerto, Bosch lo supo. La muerte ciertamente lo tenia mas agarrado que la vida.
Conklin dejo el libro en la mesa, junto a la lampara. Llegar hasta la mesa le supuso un gran esfuerzo. Bosch vio el titulo:
– Es de misterio -dijo Conklin, y se rio socarronamente-. Me concedo leer libros de misterio. He aprendido a apreciar la escritura. Nunca lo habia hecho antes. Nunca me tome el tiempo necesario. Vamos, Monte, no hace falta que me tenga miedo. Soy un anciano inofensivo.
Bosch se acerco hasta que la luz le ilumino el rostro. Vio que los ojos llorosos de Conklin lo examinaban y concluian que el no era Monte Kim. Habia pasado mucho tiempo, pero Conklin parecia capaz de saberlo.
– He venido en lugar de Monte -susurro Bosch. Conklin giro ligeramente la cabeza y Bosch vio que sus ojos se posaban en el boton de emergencia que habia en la mesita de noche. Debio de suponer que no tenia oportunidad ni fuerzas para estirarse de nuevo. Se volvio hacia Bosch.
– Entonces, ?quien es usted?
– Yo tambien estoy trabajando en un misterio.
– ?Detective?
– Si, me llamo Harry Bosch y quiero preguntarle por…
Bosch se detuvo al advertir un cambio en el rostro de Conklin. Bosch no sabia si era miedo o quiza reconocimiento, pero algo habia cambiado. Conklin levanto la mirada hacia Bosch y este se dio cuenta de que el anciano estaba sonriendo.
– Hieronymus Bosch -susurro-. Como el pintor. Bosch asintio lentamente. Se dio cuenta de que estaba tan impresionado como el anciano.
– ?Como lo sabe?
– Porque te conozco.
– ?Como?
– Por tu madre. Me hablo de ti y de tu nombre especial. Yo amaba a tu madre.
Fue como ser golpeado en el pecho por un saco de arena. Bosch sintio que el aire se le escapaba y puso una mano en la cama para mantenerse en pie.
– Sientate. Sientate, por favor.
Conklin estiro una mano temblorosa para que Bosch se sentara en la cama. Asintio con la cabeza cuando Boscl y hizo lo que le habia dicho.
– ?No! -dijo Bosch en voz alta, al tiempo e se levantaba de la cama casi tan deprisa como se habia sentado-. Usted la uso y la mato. Despues pago a gente para que o encubrieran. Por eso estoy aqui. He venido a saber la verdad. Quiero que me la diga y no quiero ninguna mentira de que la amaba. Es un mentiroso.
Conklin tenia una expresion de suplica, pero aparto la mirada hacia la parte oscura de la habitacion.
– No se la verdad -dijo, con una voz como de hojarasca-. Yo asumi la responsabilidad y, por consiguiente, si, puede decirse que la mate. La unica verdad que se es que la amaba. Puedes llamarme mentiroso, pero esa es la verdad. Si me creyeras harias que este anciano se sintiera completo de nuevo.
Bosch no podia comprender lo que estaba ocurriendo, lo que se estaba diciendo.
– Ella estuvo con usted esa noche, en Hancock Park.
– Si.
– ?Que ocurrio? ?Que le hizo?
– La mate… con mis palabras, con mis acciones. Tarde muchos anos en darme cuenta de eso.
Bosch se acerco hasta cernerse sobre el anciano. Queria sacudirlo para que dijera algo que tuviera sentido. Pero Arno Conklin era tan fragil que podria hacerse anicos.
– ?De que esta hablando? Mireme. ?Que esta diciendo?
Conklin giro la cabeza sobre un cuello no mas ancho que un vaso de leche. Miro a Bosch y asintio solemnemente.
– Veras, esa noche hicimos planes. Marjorie y yo. Yo me habia enamorado de ella en contra de cualquier juicio y advertencia. Mios y de otros. Ibamos a casarnos. Lo habiamos decidido. Ibamos a sacarte de aquel orfanato. Teniamos muchos planes. Esa fue la noche en que los hicimos. Los dos eramos tan felices que gritamos. Al dia siguiente era sabado. Yo queria ir a Las Vegas. Coger el coche y conducir por la noche antes de que pudieramos cambiar de opinion o de que nos convencieran. Ella acepto y fue a casa a recoger sus cosas… Nunca volvio.
– ?Esa es su version? Espera que me…
– Veras, despues de que ella se fue, hice una llamada. Pero con eso basto. Llame a mi mejor amigo para comunicarle la buena noticia y para pedirle que fuera mi padrino. Queria que nos acompanara a Las Vegas. ?Sabes que dijo? Declino el honor de ser mi padrino. Dijo que si me casaba con esa…, con esa mujer, estaria acabado. Dijo que no me dejaria hacerlo. Dijo que tenia grandes planes para mi.
– Gordon Mittel.
Conklin asintio con tristeza.
– ?Esta diciendo que Mittel la mato? ?Usted no lo sabia?
– No lo sabia.
El anciano se miro las manos debiles y las cerro en minusculos punos sobre la manta. Parecian completamente impotentes. Bosch se limito a observar.
– Tarde anos en darme cuenta. Pensar que lo habia hecho el era inaceptable. Y ademas, por supuesto, debo admitir que entonces estaba pensando en mi. Era un cobarde que solo buscaba una forma de huir.
Bosch no estaba siguiendo el hilo de lo que Conklin le estaba explicando, aunque tampoco parecia que le estuviera hablando a el. El anciano se estaba contando la historia a si mismo. De repente se desperto de su ensueno y miro a Bosch.