Se produjo una pausa. La voz adquirio ese tono de impaciencia de quien intenta ser atento.

– ?Con alguno en particular?

Grace miro la pantalla del telefono. Habia demasiados numeros. Ahora lo veia. Los numeros para las llamadas interurbanas solian ser de once cifras. Pero aqui habia quince, incluido un asterisco. Se quedo pensando. Si Jack habia hecho esa llamada, habria sido tarde por la noche. Las recepcionistas ya se habrian marchado. Jack debio de pulsar el asterisco y el numero de la extension.

– ?Senora?

– Pongame con la extension cuatro seis tres -dijo, leyendo los numeros en la pantalla.

– Le paso.

El telefono sono tres veces.

– Linea de Sandra Koval.

– Con la senora Koval, por favor.

– ?De parte de quien?

– Me llamo Grace Lawson.

– ?Y cual es el motivo de su llamada?

– Mi marido, Jack.

– Un momento, por favor.

Grace apreto el auricular. Al cabo de medio minuto, la voz volvio a hablar.

– Lo siento. La senora Koval esta reunida.

– Es urgente.

– Lo siento…

– Solo necesito que me conceda un minuto. Digale que es muy importante.

Siguio un suspiro intencionadamente audible.

– Un momento, por favor.

La musica de espera era una version para hilo musical de Smells Like Teen Spirit de Nirvana. Resultaba curiosamente relajante.

– ?En que puedo ayudarla? -pregunto una voz con profesional laconismo.

– ?Senora Koval?

– ?Si?

– Soy Grace Lawson.

– ?Que desea?

– Mi marido Jack Lawson llamo ayer a su despacho.

Ella no contesto.

– Ha desaparecido.

– ?Como?

– Mi marido ha desaparecido.

– Lo siento, pero no veo…

– ?Sabe usted donde esta, senora Koval?

– ?Y yo como quiere que lo sepa?

– Anoche hizo una llamada. Antes de desaparecer.

– ?Y?

– He pulsado el boton de rellamada y me ha salido su numero.

– Senora Lawson, en este bufete trabajan mas de doscientos abogados. Pudo haber llamado a cualquiera de ellos.

– No. Aqui consta su extension, en la pantalla del aparato. La llamo a usted.

Silencio.

– ?Senora Koval?

– Estoy aqui.

– ?Por que la llamo mi marido?

– No tengo nada mas que decirle.

– ?Sabe donde esta?

– Senora Lawson, ?conoce usted el compromiso de confidencialidad de un abogado con su cliente?

– Por supuesto.

Mas silencio.

– ?Me esta diciendo que mi marido la llamo para que lo asesorara?

– No puedo hablar de esto con usted. Adios.

9

Grace no tardo en atar cabos.

Internet puede ser una herramienta maravillosa cuando se usa bien. Grace habia tecleado las palabras «Sandra Koval» en Google, buscando por paginas web, grupos de noticias e imagenes. Consulto la pagina de Burton y Crimstein. Incluia biografias de todos sus abogados. Sandra Koval curso sus primeros anos de carrera en Northwestern y obtuvo el titulo de abogada en la Universidad de California, en Los Angeles. Calculando a partir del ano de licenciatura, Sandra Koval debia de rondar los cuarenta y dos anos. Segun la pagina, estaba casada con un tal Harold Koval. Tenian tres hijos.

Vivian en Los Angeles.

Eso habia sido la senal delatora.

Grace habia investigado un poco mas, en parte de la manera tradicional: por telefono. Las piezas empezaron a encajar. El problema era que la imagen resultante no tenia sentido.

En coche, tardo menos de una hora en llegar a Manhattan. La recepcion de Burton y Crimstein estaba en la quinta planta. La recepcionista y guardia de seguridad le sonrio con la boca cerrada.

– ?Si?

– Soy Grace Lawson y quiero ver a Sandra Koval.

La recepcionista llamo por telefono y hablo en voz muy baja, apenas un susurro. Poco despues dijo:

– La senora Koval la atendera enseguida.

Grace se sorprendio. Iba preparada para lanzar amenazas o soportar una larga espera. Sabia que aspecto tenia Koval -habia visto una foto suya en la pagina de Burton y Crimstein-, asi que incluso habia aceptado la posibilidad de tener que abordarla cuando se marchase.

Al final, Grace habia decidido arriesgarse e ir a Manhattan sin previo aviso. No solo creia que necesitaba el factor sorpresa, sino que realmente queria enfrentarse con Sandra Koval cara a cara. Movida por la necesidad, o por la curiosidad, Grace tenia que ver a esa mujer con sus propios ojos.

Todavia era pronto. Emma iba a casa de una amiga despues de la escuela y Max asistia a un «taller de enriquecimiento» extraescolar. No tenia que recoger a ninguno de los dos hasta pasadas varias horas.

La recepcion de Burton y Crimstein era en parte el clasico entorno de abogados al estilo europeo -suntuosos muebles de caoba, una moqueta magnifica, sillas tapizadas, en suma la clase de decoracion que anuncia el nivel de la minuta- y en parte una especie de replica de la pared de famosos del restaurante Sardi. Adornaban las paredes numerosas fotografias, en su mayoria de Hester Crimstein, la famosa abogada de television. Crimstein tenia un programa en el canal especializado en temas judiciales al que sagazmente habian titulado Crimstein sobre el crimen. Las fotos mostraban a la senora Crimstein con diversos actores, politicos, clientes y distintas combinaciones de los tres.

Mientras Grace miraba una foto de Hester Crimstein de pie junto a una atractiva mujer de piel aceitunada, una voz dijo a sus espaldas:

– Es Esperanza Diaz, una luchadora profesional acusada falsamente de asesinato.

Grace se volvio.

– La Pequena Pocahontas -dijo.

– ?Como?

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