Llegaron a la salida y un viento helado azoto el rostro de Sidney. Por un momento se tambaleo y Tommy la cogio de un brazo.
– Senora, no tiene buena cara. ?Quiere que la lleve al medico?
Sidney recupero el equilibrio.
– Estoy bien. Vamos al coche.
El chofer se encogio de hombros y Sidney le siguio hasta la resplandeciente limusina negra. Tommy le abrio la puerta.
Sidney se recosto en el asiento y realizo varias inspiraciones profundas. Tommy se sento al volante y arranco el motor.
– Perdone -dijo mientras miraba a la pasajera por el espejo retrovisor. No quiero ser pesado, pero ?esta segura de que se encuentra bien?
– Estoy bien, gracias -contesto con una sonrisa forzada.
Volvio a inspirar muy hondo, se desabrocho el abrigo, se aliso la falda y cruzo las piernas. En el interior del coche hacia mucho calor y despues del frio que acababa de pasar, la verdad era que no se encontraba muy bien. Miro la nuca del chofer.
– Tommy, ?ha escuchado algun comentario sobre algun accidente de avion? ?Mientras esperaba en el aeropuerto, o en las noticias?
– ?Accidente? -Tommy enarco las cejas-. No he escuchado nada. Y llevo escuchando la radio toda la manana. ?Quien dice que se ha estrellado un avion? Eso es una locura. Tengo amigos en casi todas las lineas aereas. Me lo hubiesen dicho.
La miro con desconfianza, como si de pronto no estuviese muy seguro de la cordura de la pasajera.
Sidney no respondio sino que se arrellano en el asiento. Cogio el telefono movil del coche y marco el numero de las oficinas locales de Tylery Stone. Miro la hora. Era temprano. La reunion estaba fijada para las once. Maldijo en silencio a George Beard. Sabia que las posibilidades de que su marido hubiese sufrido un accidente aereo eran de una entre varios millones, un supuesto accidente del que, hasta el momento, solo un viejo aterrorizado parecia tener conocimiento. Sacudio la cabeza y sonrio. Todo el asunto era absurdo. Jason estaria trabajando en su ordenador portatil despues de comer y tomar una segunda taza de cafe, o, lo mas probable, mirando la pelicula. Seguramente, el mensafono de su marido dormia el sueno de los justos en la mesita de noche. Le meteria una bronca cuando el volviera a casa. Jason se reiria de ella cuando le contara la historia. Pero eso seria estupendo. Ahora mismo se moria de ganas por escuchar esa risa.
– Soy Sidney -dijo por el telefono-. Dile a Paul y a Harold que voy de camino. -Miro a traves de la ventanilla el trafico fluido-. Tardare media hora, treinta y cinco minutos como maximo.
Guardo el telefono y miro una vez mas a traves de la ventanilla. Los negros nubarrones presagiaban lluvia, e incluso el pesado Lincoln se sacudia con las rachas de viento mientras cruzaban el puente sobre el East River en su camino hacia Manhattan. Tommy la miro por el espejo retrovisor.
– Anuncian para hoy fuertes nevadas. Me parece una tonteria. Ya ni me acuerdo desde cuando los tipos del tiempo no aciertan un pronostico. Pero si esta vez lo hacen, tendra problemas para el viaje de regreso, senora. Ahora les ha dado por cerrar La Guardia en cuanto caen cuatro copos.
Sidney continuo mirando por la ventanilla, donde la multitud de rascacielos que formaban el famoso perfil urbano de Manhattan llenaba el horizonte. Los solidos e imponentes edificios que se alzaban hacia el cielo le infundieron nuevos animos. En su imaginacion veia el arbol de Navidad blanco que presidia la fiesta desde un rincon de la sala, el calor del fuego en el hogar, el contacto con el brazo de su marido que la rodeaba, la cabeza apoyada en su hombro. Y, lo mejor de todo, los ojos brillantes y encantados de su hijita. Pobre George Beard. Tendria que renunciar a esas juntas directivas. Era obvio que ya no tenia edad para aquellos trotes. Se dijo a si misma que la fantastica historia no le habria afectado en lo mas minimo si su marido no hubiera volado hoy.
Miro a traves del parabrisas y se relajo un poco.
– En realidad, Tommy, creo que a la vuelta tomare el tren.
Capitulo 7
En la sala de conferencias principal de las oficinas de Tylery Stone, en el centro de Manhattan, acababa de terminar la presentacion en video de los ultimos acuerdos comerciales y las estrategias legales para la compra de CyberCom. Sidney detuvo el video y la pantalla recupero su suave color azul. Observo las caras de las quince personas presentes, la mayoria hombres blancos en la cuarentena, que miraban ansiosas al hombre sentado en la cabecera. El grupo llevaba reunido horas y se palpaba la tension.
Nathan Gamble, el presidente de Triton Global, era un hombre con el pecho como un tonel, de mediana estatura, unos cincuenta y cinco anos de edad y el pelo salpicado de gris peinado hacia atras con una abundante cantidad de gomina. El costoso traje cruzado que vestia estaba hecho a la medida para acomodarlo a su cuerpo fornido. Tenia el rostro surcado de profundas arrugas y la piel mostraba un bronceado artificial. Su voz de baritono era autoritaria. Sidney se lo imagino vociferando a sus temerosos subordinados en las salas de conferencias. Desde luego, era un hombre que sabia representar su condicion de cabeza de una poderosa multinacional.
La mirada de los ojos castano oscuro sombreados por las gruesas cejas canosas no se apartaba de Sidney, que le devolvio la mirada.
– ?Tiene alguna pregunta, Nathan?
– Solo una.
Sidney se preparo. Se lo veia venir.
– ?Cual es? -pregunto con un tono amable.
– ?Por que demonios hacemos esto?
Todos los presentes en la sala, excepto Sidney Archer, torcieron el gesto como si de pronto se hubiesen sentado sobre un alfiler gigante.
– Creo que no he entendido su pregunta.
– Claro que si, a menos que sea estupida, y se que no lo es -replico Gamble en voz baja y las facciones inescrutables a pesar de lo incisivo del tono.
Sidney se mordio la lengua para no decir una tonteria.
– ?Supongo que no quiere venderse para poder comprar CyberCom?
Gamble echo una ojeada alrededor de la mesa antes de responder.
– He ofrecido una suma astronomica por esa compania. Al parecer, no satisfechos con obtener unas ganancias del diez mil por cien sobre la inversion, ahora quieren revisar mis cuentas. ?Correcto? -Miro a Sidney en busca de una respuesta. La joven asintio en silencio, y Gamble continuo-: He comprado un monton de companias y nadie antes me pidio esos informes. Ahora CyberCom los quiere. Lo que me lleva a mi primera pregunta: ?por que hacemos esto? ?Por que demonios CyberCom es especial? -Su mirada volvio a recorrer a todos los presentes antes de clavarse una vez mas en Sidney.
Un hombre sentado a la izquierda de Gamble se movio. Hasta el momento, toda su atencion habia estado puesta en la pantalla del ordenador portatil que tenia delante. Quentin Rowe, el jovencisimo presidente de Triton y el segundo de Nathan Gamble. Mientras los demas hombres presentes vestian trajes, el llevaba pantalones caqui, viejos zapatos nauticos, una camisa vaquera y un chaleco marron. En el lobulo de la oreja izquierda tenia clavados dos diamantes. Su atuendo era el apropiado para aparecer en la cubierta de un album y no en una sala de juntas.
– Nathan, CyberCom es especial -dijo Rowe-. Sin ellos, dentro de un par de anos estaremos fuera del negocio. La tecnologia de CyberCom lo reinventara todo de arriba abajo, y despues dominara todo el procesamiento de la informacion por Internet. Y en lo que respecta al negocio de la alta tecnologia eso es como Moises bajando de la montana con los diez mandamientos: no hay alternativa. -El tono de Rowe era cansado pero con una cierta estridencia. No miro a su jefe.
Gamble encendio un puro y apoyo como con descuido el lujoso encendedor contra una pequena placa de laton que ponia NO FUMAR.
– Sabes, Rowe, ese es el problema con todas estas movidas de la alta tecnologia: te levantas por la manana