pasajes de avion de la silla donde los habia dejado su secretaria y guardo el ordenador portatil en la funda. Dicto un monton de instrucciones en el buzon de voz para su secretaria y los cuatro abogados del bufete que colaboraban con ella en diversos asuntos. Con paso vacilante por el peso que cargaba entro en el ascensor.
Sidney presento su billete en la mesa de embarque de USAir en el aeropuerto Nacional y unos minutos mas tarde se acomodaba en su butaca en un Boeing 737. Confiaba en que el avion despegara puntual para el viaje de cincuenta y cinco minutos escasos al aeropuerto La Guardia en Nueva York. Por desgracia, se tardaba casi lo mismo para ir en coche desde el aeropuerto a la ciudad que para atravesar los trescientos setenta kilometros que separaban la capital de la nacion de la capital del mundo financiero.
El vuelo, como de costumbre, estaba lleno. Mientras se sentaba, se fijo en que el asiento contiguo lo ocupaba un hombre mayor vestido con un anticuado traje a rayas con chaleco. Una corbata roja con el nudo ancho contrastaba con la pechera almidonada de la camisa blanca. Sobre los muslos tenia una vieja cartera de cuero. Las manos delgadas y nerviosas se abrian y cerraban mientras el miraba a traves de la ventanilla. Pequenos mechones de pelo blanco asomaban por debajo de los lobulos de las orejas. El cuello de la camisa le bailaba alrededor del cuello delgado y flacido como trozos de papel despegado de la pared. Sidney observo las gotas de sudor que perlaban el labio superior y la sien izquierda.
El avion inicio la carrera hacia la pista principal. El ruido de los alerones que se colocaban en la posicion de despegue parecio calmar al hombre, que se volvio hacia Sidney.
– Eso es lo unico que quiero escuchar -afirmo con una voz profunda y el deje de los que han pasado toda su vida en el sur.
– ?Como es eso? -pregunto Sidney con curiosidad.
– Me aseguro de que no se olviden de bajar los malditos alerones para que esta cosa se levante del suelo - respondio el al tiempo que senalaba el exterior-. ?Recuerda aquel avion en Detroit? -Pronuncio la palabra como si en realidad fueran dos-. Los malditos pilotos se olvidaron de poner los alerones en la posicion correcta y mataron a todos los que iban a bordo excepto a aquella ninita.
Sidney miro a traves de la ventanilla por un momento.
– Estoy segura de que los pilotos lo tienen muy presente -senalo.
Sidney suspiro para sus adentros. Lo que menos necesitaba era estar sentada junto a un pasajero nervioso. Volvio a ocuparse de sus notas y echo un vistazo rapido a su presentacion antes de que las azafatas hicieran que todos guardaran sus pertenencias debajo de los asientos. En cuanto la vio aparecer guardo los papeles en el maletin y lo metio debajo del asiento que tenia delante. Miro a traves de la ventanilla las aguas oscuras y turbulentas del Potomac. Las bandadas de gaviotas que sobrevolaban el rio parecian a los lejos como trozos de papel arrastrados por el viento. El capitan anuncio por el intercomunicador que el avion de USAir era el siguiente en la cola de despegue.
Unos segundos mas tarde, el avion realizo un despegue impecable. Viro a la izquierda para evitar la zona de vuelo prohibido por encima del Capitolio y la Casa Blanca, y comenzo el ascenso hacia la altitud de crucero.
El avion se nivelo al llegar a los diez mil metros de altura y las azafatas pasaron con el carrito de bebidas. Sidney se hizo con una taza de te y una bolsa de cacahuetes salados. El hombre mayor no quiso beber nada y siguio mirando nervioso a traves de la ventanilla.
Sidney recogio el maletin dispuesta a aprovechar la siguiente media hora. Se arrellano en el asiento y saco algunos papeles del maletin. Mientras comenzaba a leerlos observo que el anciano no dejaba de mirar el exterior; el cuerpo tenso saltaba con cada brinco del aparato, atento a cualquier sonido anormal que anunciara la catastrofe. Las venas le abultaban en el cuello y se le veian los nudillos blancos de la presion que ejercian las manos contra los brazos del asiento. La expresion de Sidney se suavizo. Estar asustado ya era bastante malo y la sensacion de estar solo en el miedo complicaba las cosas. Tendio una mano y le palmeo el brazo al tiempo que sonreia. El volvio la cabeza y respondio a la sonrisa, con un poco de verguenza.
– Los pilotos han hecho este vuelo centenares de veces. Estoy segura de que se conocen todos los trucos - comento ella con voz tranquila.
El sonrio una vez mas y se froto las manos para devolverles la circulacion.
– Tiene toda la razon, senora.
– Sidney, Sidney Archer.
– Yo me llamo George Beard. Mucho gusto, Sidney.
Se dieron un fuerte apreton de manos.
Beard miro de pronto las nubes desgarradas. La luz del sol era muy fuerte. Bajo hasta la mitad la cortina de la ventanilla.
– Llevo tantos anos volando que lo logico seria estar acostumbrado.
– Puede ser una experiencia dura para cualquiera, George, por mucho que la repita -comento Sidney en un tono comprensivo-. Pero no tan terrible como los taxis que tendremos que coger para ir a la ciudad.
Ambos se rieron. Entonces Beard dio un saltito cuando el avion entro en otra bolsa de aire y su rostro adquirio una vez mas un tono ceniciento.
– ?Viaja a menudo a Nueva York, George?
Sidney intento que no se separaran sus miradas. En el pasado nunca le habian preocupado los medios de transporte. Pero desde que habia tenido a Amy, sentia una ligera aprension cuando subia a un avion o a un tren, e incluso cuando conducia el coche. Observo el rostro de Beard mientras el hombre volvia a ponerse tenso con los saltos del avion.
– George, no pasa nada. Solo es una pequena turbulencia.
El inspiro con fuerza y, por fin, la miro a los ojos.
– Estoy en la junta directiva de un par de companias con sede en Nueva York. Tengo que ir alli dos veces al ano.
Sidney echo una ojeada a los documentos y de pronto recordo una cosa. Fruncio el entrecejo. Habia un error en la pagina cuatro. Tendria que corregirlo cuando llegara a la ciudad. George Beard le toco el brazo.
– Supongo que hoy no nos pasara nada. Me refiero a que ?cuantas veces se producen dos catastrofes en un mismo dia? Digamelo.
Sidney, preocupada, no le respondio en el acto. Por fin se volvio hacia el con los ojos entrecerrados.
– ?Perdon?
Beard se inclino hacia ella en una actitud confidencial.
– A primera hora de la manana tome el puente aereo desde Richmond. Llegue al Nacional sobre las ocho. Oi a dos pilotos que hablaban. No me lo podia creer. Estaban nerviosos, se lo juro. Caray, yo tambien lo hubiera estado.
El rostro de Sidney reflejo su confusion.
– ?De que esta hablando?
Beard se inclino un poco mas.
– No se si esto ya es del conocimiento publico, pero mi audifono funciona mucho mejor con las pilas nuevas, asi que aquellos tipos quiza pensaron que no podia oirles. -Hizo una pausa teatral y miro atentamente a su alrededor antes de mirar otra vez a Sidney-. Esta manana hubo un accidente aereo. No hay supervivientes. -Las cejas blancas y gruesas se movian como la cola de un gato.
Por un instante, todos los organos importantes de Sidney parecieron dejar de funcionar.
– ?Donde?
– No pude oirlo. -Beard meneo la cabeza-. Sin embargo, era un reactor, uno bastante grande. Al parecer, se cayo sin mas. Supongo que por eso los tipos estaban tan nerviosos. No saber por que es terrible, ?verdad?
– ?Sabe la compania?
– No, pero no tardaremos en saberlo. -Volvio a menear la cabeza-. Lo diran en la television cuando lleguemos a Nueva York. Llame a mi esposa desde el aeropuerto para decirle que estaba bien. Demonios, ella ni siquiera se habia enterado, pero no queria que se preocupara cuando dieran la noticia en la television.
Sidney miro la corbata roja del viejo. De pronto la vio como una enorme herida sangrante en la garganta. Las posibilidades… No, era imposible. Meneo la cabeza y miro al frente. Delante tenia la solucion rapida a su preocupacion. Metio la tarjeta de credito en la ranura del asiento que tenia delante, cogio el auricular del telefono y marco el numero del mensafono SkyWord de Jason. No tenia el numero de su nuevo telefono movil; de todas maneras, el acostumbraba a desconectar el telefono en los vuelos. Las azafatas le habian llamado la atencion en dos ocasiones por recibir llamadas telefonicas en vuelo. Sidney rogo a Dios que su marido se hubiera acordado de