FedEx, pero era la mejor solucion dadas las circunstancias. Fisher metio el disquete en el sobre, lo cerro y se lo metio en el bolsillo del abrigo. Despues pago la cuenta y dejo una buena propina para la camarera. Se mojo el rostro y la ropa con un poco de cerveza, y se acabo el resto.

Mientras salia del bar y caminaba hacia el coche, se encendieron los faros y se oyo el ruido del motor que arrancaba. Fisher comenzo a caminar con paso tambaleante al tiempo que cantaba a voz en grito. Los dos policias se volvieron para mirarlo. Fisher les dirigio un efusivo saludo y una reverencia antes de meterse en el coche, ponerlo en marcha y dirigirse en direccion contraria hacia donde estaban los policias.

Cuando paso junto a los agentes a toda velocidad, los policias subieron a sus coches e iniciaron la persecucion. La furgoneta los siguio a una distancia pero dio la vuelta y se alejo en el momento en que los coches de la policia alcanzaron a Fisher. Los agentes no vacilaron en esposarlo y llevarlo a comisaria acusado de conducir borracho.

– Tio, espero que tengas un buen abogado -le dijo uno de los policias.

La respuesta de Fisher fue completamente lucida y con mucho humor.

– En realidad, conozco a los mejores, agente.

En la comisaria, le tomaron las huellas digitales y le hicieron entregar sus pertenencias personales. Tenia derecho a una llamada telefonica. Antes de llamar, le pidio un favor al sargento de guardia. Un minuto mas tarde, Fisher contemplo complacido como el sargento echaba el paquete en el buzon de la comisaria. El «correo caracol». Si sus amigos informaticos lo vieran. Comenzo a silbar mientras caminaba hacia el calabozo. No era sensato intentar pasarse de listo con un hombre del MIT.

Lee Sawyer se llevo una agradable sorpresa cuando supo que tendria que ir a California para hablar con Charles Tiedman. Habia llamado a la Reserva Federal y alli le habian dicho que Tiedman estaba en Washington. Aunque eran casi las tres de la manana, Tiedman, habituado al horario de la costa Oeste atendio de inmediato la llamada del agente. De hecho, Sawyer tuvo la impresion de que el presidente del banco de la Reserva Federal en San Francisco estaba ansioso por hablar con el.

Se encontraron en el hotel Four Seasons de Georgetown en una habitacion privada junto al restaurante del hotel, que estaba cerrado. Tiedman era un hombre pequeno, sesenton, muy bien afeitado y que tenia el habito de cruzar y descruzar las manos continuamente. Incluso a estas horas de la madrugada, vestia con un discreto traje color gris con chaleco y pajarita. Una elegante cadena de reloj de oro le cruzaba el chaleco. Sawyer se imagino al atildado banquero con una gorra de fieltro conduciendo un deportivo descapotable. Su aspecto conservador pegaba mucho mas con la costa Este que con la Oeste, y Sawyer no tardo en averiguar que Tiedman habia pasado muchos anos en Nueva York antes de trasladarse a California. Durante los primeros minutos de la entrevista, Tiedman habia buscado el contacto visual directo con el agente del FBI, pero ahora mantenia la mirada de sus ojos grises fija en la moqueta.

– Tengo entendido que conocia a Arthur Lieberman muy bien -dijo Sawyer.

– Fuimos juntos a Harvard. Comenzamos a trabajar en el mismo banco. Fui su padrino de bodas, y el de la mia. Era uno de mis mas viejos y queridos amigos.

Sawyer aprovecho la oportunidad en el acto.

– El matrimonio acabo en divorcio, ?verdad?

– Asi es -contesto Tiedman, que alzo la mirada.

– De hecho -Sawyer consulto su libreta-, fue mas o menos en el mismo momento en que le consideraban como posible presidente de la Reserva.

Tiedman asintio.

– Algo poco oportuno.

– Y que lo diga. -Tiedman se sirvio un vaso de agua de la jarra que tenia en una mesa junto al sillon y bebio un buen trago. Tenia los labios secos y agrietados.

– Me han dicho que el juicio de divorcio se inicio de una manera muy agria pero que muy pronto llegaron a un acuerdo y, en realidad, no afecto a su nominacion. Supongo que Lieberman tuvo suerte.

– ?Va en serio eso de que tuvo suerte? -replico Tiedman, airado.

– Me refiero a que consiguio el cargo. Supongo que usted, como amigo intimo de Arthur, sabra mucho mas del tema que cualquier otro. -Sawyer dirigio al banquero una mirada interrogativa.

Tiedman permanecio en silencio durante un minuto entero, despues exhalo un suspiro, dejo el vaso y se arrellano en el sillon. Esta vez miro directamente a su visitante.

– Si bien es cierto que se convirtio en presidente de la Reserva, a Arthur le costo todo lo que habia ganado durante muchos anos de trabajo conseguir solucionar el problema del divorcio, senor Sawyer. No fue justo despues de una carrera como la suya.

– Pero el presidente de la Reserva gana un buen dinero. Se cuanto cobraba. Ciento treinta y tres mil seiscientos dolares al ano. No es un sueldo despreciable.

– Quiza no, pero Arthur, antes de asumir el cargo, ganaba centenares de miles de dolares. En consecuencia, tenia gustos caros y algunas deudas.

– ?Muy elevadas?

La mirada de Tiedman se fijo otra vez en el suelo.

– Digamos que la deuda era un poco mas de la que podia permitirse con el sueldo de la Reserva, aunque parezca mucho.

Sawyer penso en este dato mientras planteaba otra pregunta.

– ?Que me puede decir de Walter Burns?

Tiedman miro bruscamente a Sawyer.

– ?Que quiere saber?

– Solo detalles de su historial -contesto Sawyer con un tono inocente.

– No tengo la menor duda de que Burns sucedera a Arthur como presidente -afirmo con aire resignado-. Es lo que toca. Era su fiel seguidor. Walter votaba siempre lo mismo que votaba Arthur.

– ?Eso estaba mal?

– No siempre.

– ?Que quiere decir?

En el rostro del banquero aparecio una expresion tajante mientras miraba al agente.

– Significa que nunca es prudente seguir el juego cuando el buen sentido dicta otra cosa.

– O sea que usted no estaba siempre de acuerdo con Lieberman.

– Lo que quiero decir es que los miembros de la junta de la Reserva Federal estan en sus cargos para opinar segun los dicte su mejor juicio y criterio, y no para asentir con los ojos cerrados a propuestas que tienen poca base en la realidad y que pueden tener consecuencias desastrosas.

– Esa es una afirmacion muy seria.

– El nuestro es un trabajo muy serio.

Sawyer consulto las notas de su conversacion con Walter Burns.

– Burns dijo que Lieberman cogio al toro por los cuernos desde el principio para conseguir la atencion del mercado, para sacudirlo. Por lo que se ve, usted cree que no fue una buena idea.

– Ridicula seria el termino mas adecuado.

– Si era asi, ?por que la mayoria la acepto? -El tono de Sawyer era esceptico.

– Hay una frase que los criticos de las predicciones economicas utilizan con frecuencia. Dele a un economista el resultado que usted quiere, y el encontrara las cifras que lo justifiquen. Esta ciudad esta llena de expertos que analizan las mismas cifras y las interpretan de las formas mas disparatadas, ya sea el deficit del presupuesto federal, ya sea el superavit de la seguridad social.

– O sea que esos datos pueden ser manipulados.

– Desde luego. Todo depende de quien paga la factura y los fines politicos que se quieran promocionar - afirmo Tiedman con un tono aspero-. Sin duda usted conoce el principio de que por cada accion hay una reaccion identica y contraria. -Sawyer asintio-. Bien, estoy convencido de que su origen es mas politico que cientifico.

– No se ofenda, pero ?no podria ser que ellos consideraran equivocados sus puntos de vista?

– No soy omnisciente, agente Sawyer. Sin embargo, estoy involucrado intimamente con los mercados financieros desde hace cuarenta anos. He visto economias sanas y otras arruinadas. Mercados en alza y hundidos. He visto a presidentes de la Reserva que llevaban a cabo acciones inmediatas y efectivas cuando se enfrentaban a una crisis y a otros que erraban lamentablemente. Un inoportuno aumento de medio punto en el interes de los

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