prueba de la veracidad de las hipotesis cientificas? No pretendo tener razon, simplemente expongo una de las suposiciones factibles. Ahora bien, ?es este el contacto sobre el cual suena ahora toda la humanidad pensante? ?No tratan las 'nubes' de explicarle al mundo a traves de nosotros, precisamente, a traves de nosotros, que hacen y para que lo hacen? Permitiendonos adentrar en sus experimentos, ?no se dirigen ellas a nuestro intelecto con la esperanza de que podamos comprender su esencia?
– Es un medio de comunicacion bastante raro -repuse yo.
– ?Y si no hay otro? ?Y si nuestros medios de comunicacion les son extranos o inaccesibles? ?Y si ellos no pueden recurrir ni a los metodos opticos, ni acusticos ni otros empleados por nosotros para transmitir informacion? ?Y si ellos desconocen la telepatia e ignoran nuestra lengua, asi como el alfabeto Morse u otros medios de senales? Y como nosotros desconocemos los medios de informacion que ellos emplean, ?que hacer?
Fuimos lanzados nuevamente a un lado. Martin me apreto contra la pared, y yo a Zernov.
– No le comprendo -respondio iracundo Martin-. Ellos crean, copian, buscan contactos, y a nosotros nos envian al paredon o al cadalso. Esto no es mas que un delirio endemoniado.
– Posiblemente ellos no lo sepan. Son sus primeras pruebas y sus primeros errores.
– ?Y eso consuela su propia inmolacion?
– No pienso que eso sea posible -afirmo Zernov. Y antes de que le pudiese replicar, la maquina dio un salto y se rompio en dos. Una fulguracion luminosa lo alumbro todo, seguida de una explosion infernal que duro una fraccion de segundo; luego, imponderabilidad y sombras.
Capitulo 20 – La doble de Irina
Abri mis ojos con dificultad, como si estuviesen pegados con cola, y senti un dolor agudo en la nuca. Luces brillaban en la lejania limite a guisa de luciernagas insomnes. ?Estrellas? ?Cielo? Al divisar la Osa Mayor, comprendi que me encontraba en la calle. Empece a mover lentamente mi cabeza de un lado a otro y cada movimiento se acompanaba de un dolor agudo en la nuca. Pese a ello, vislumbre la negrura desigual de las casas en el lado opuesto de la calle y senti bajo mi cuerpo el pavimento mojado por la lluvia. Este brillaba levemente en la oscuridad y sobre su superficie yacian sombras de cosas indistinguibles. Al observar mas detenidamente, reconoci los restos del furgon carcelario. Pedazos negros de algo -quizas del pavimento levantado o de sacos con harapos- rodaban por el suelo a corta distancia de mi.
Yo yacia cerca del tronco de un arbol apenas visible en la oscuridad y cuya corteza arrugada podia palpar con mis manos. Arrastrandome por el suelo, me acerque a su tronco y apoye mi espalda contra el. Senti mas libertad para respirar y el dolor aminoro. Por cuanto el dolor aparecia solo cuando movia la cabeza, deduje que mi craneo estaba intacto. Toque mis cabellos cerca de la nuca y oli los dedos mojados de mis manos: el liquido no era sangre, sino petroleo.
Superando mi debilidad, me levante abrazando el tronco del arbol como si fuese mi amada, luego permaneci de pie largo rato observando la sombra desierta que cubria la calle. A poco, moviendo a duras penas los pies y tropezando a cada paso, llegue al furgon destruido:
– ?Boris Arkadievich! ?Martin! -llame con voz velada.
Nadie respondio. Finalmente me aproxime a algo deforme que yacia extendido sobre el pavimento. Lo observe… era la mitad del cuerpo de un soldado aleman, sin piernas y sin rostro. Era todo lo que habia quedado de uno de los soldados de nuestra escolta. A dos pasos de el, di con el segundo cadaver. Este apretaba contra su pecho con ambas manos el automatico, en tanto que sus piernas dentro de las botas cortas se mantenian abiertas como las de un titere; pero no tenia cabeza. Todo lo que habia quedado de nuestro furgon era un monton de hierro retorcido que parecia en la oscuridad un periodico gigantesco todo arrugado. Lo contornee y cerca del borde de la acera opuesta encontre a Martin.
Le reconoci en el acto por su cazadora corta de gamuza y los pantalones estrechos: ningun soldado aleman usaba tales pantalones. Al acercar mi oido a su pecho, note que este se levantaba ritmicamente: Martin respiraba.
– ?Don! -grite. Temblo levemente y susurro:
– ?Quien eres?
– ?Estas vivo, amigo?
– ?Yuri?
– Si, soy yo. ?Puedes levantarte?
El asintio. Le ayude a sentarse en el borde de la acera y me acomode a su lado. Respiraba con dificultad y, por lo visto, no se habia adaptado a la oscuridad: sus ojos pestaneaban. Permanecimos sentados y en silencio cerca de dos o tres minutos, hasta que, por fin, inquirio:
– ?Donde estamos? No puedo distinguir nada. ?Acaso estoy ciego?
– Mira hacia el cielo. ?Puedes ver las estrellas?
– Si, las veo…
– ?No tienes luxaciones?
– Creo que no. ?Que ha sucedido?
– Posiblemente lanzaron una bomba contra el furgon carcelero. ?Donde esta Zernov?
– No lo se.
Me levante y contornee de nuevo los restos del furgon, observando con atencion los cadaveres de los soldados; pero Zernov no estaba por ningun lado.
– La situacion es penosa -dije al regresar a su lado-: no hay senales de Zernov.
– ?A quien observabas?
– A los cadaveres de los soldados. Uno esta sin cabeza y el otro sin piernas.
– El debio salir ileso, porque nosotros estabamos con el y estamos ahora vivos. Probablemente se marcho.
– ?Sin nosotros? Eso es absurdo.
– O tal vez haya regresado.
– ?A donde?
– A la vida real. De estas bodas de brujas. Quizas tuvo suerte. ?Ojala nosotros tambien la tengamos!
Lance un silbido.
– Saldremos de aqui -afirmo Martin-. Debes estar seguro de que saldremos.
– ?Silencio! ?Estas oyendo?
Una puerta masiva se abria crujiendo prolongadamente detras de nosotros. Un rayo de luz fugitivo se escapo a traves de la brecha de la puerta, pero fue cortado rapido por la cortina interior. Y, otra vez, nos rodeo la oscuridad. Sin embargo, en el pequeno rayo de luz yo habia vislumbrado la figura de una mujer vestida con un traje de noche. Insinuabase ahora su sombra imprecisa. Por entre las cortinas de la puerta llegaban a nuestros oidos las melodias de un vals popular aleman.
La mujer, aun indiscernible en la oscuridad, bajaba por las escaleras de la puerta. Solo la acera estrecha nos separaba ahora de ella. Continuabamos sentados.
– ?Que les sucede? -interrogo ella-. Les ha sucedido algo?
– No, nada de particular -respondi-. Simplemente que nuestro furgon volo en pedazos.
– ?Su furgon? -pregunto asombrada.
– El furgon en el cual ibamos o, para ser mas exacto, en el cual nos llevaban.
– ?Quienes les acompanaban?
– ?Quienes podian ser? Los soldados de la escolta, por supuesto -replique rabioso.
– ?Solo soldados?
– ?Desea recogerlos por pedazos?
– No se enfurezca. Le pregunto porque debio ir con ustedes el jefe de la Gestapo.
– ?Quien? ?Lange? -inquiri sorprendido-. El se quedo en el hotel.
– Eso fue lo que debia ocurrir -afirmo ella pensativa-. Justamente eso. Aunque aquella vez hicieron volar un furgon vacio. ?De donde han venido ustedes? ?Es posible que Etienne haya ideado tambien a ustedes?