– Martin.

– Bien, Martin, repita: 'Me duele la garganta y no puedo hablar'.

Martin repetia las palabras, en tanto que ella le corregia.

– Bien, asi esta mejor. Durante cuarenta minutos no les amenazara ningun peligro, pero luego vendra Lange con su zapador y soldados. El bar tiene una escalera interior que lo une con una habitacion superior donde juega ahora al bridge el general Baer. Debajo de su mesa hay una bomba de tiempo, y dentro de cuarenta minutos este edificio volara en pedazos.

– ?Mama mia! -exclame-. Entonces debemos apresurarnos.

– No volara en pedazos -afirmo ella riendose tristemente-. Etienne le informo de todo a Lange, yo sere atrapada arriba en la habitacion de Baer, el zapador desarmara la bomba y Lange sera ascendido a Sturmbahnfuhrer. Despues que el llegue, ustedes deben esperar aqui dos minutos y luego alejarse con calma.

Abri la boca y la cerre de nuevo. Esta era la conversacion digna de un manicomio. Pero ella continuo:

– No se sorprendan. Etienne no estaba aqui en aquellos momentos, pero Lange lo recuerda todo. El me busco por todos los rincones e interrogo a todos los presentes. Tiene una memoria magnifica. Todo ocurrio tal como lo veran ahora.

La seguimos, esforzandonos por no mirarnos y no razonar nada. En todo esto no habia nada racional.

Capitulo 21 – Cambiamos el pasado

En la primera habitacion jugaban a las cartas. Se sentia el olor penetrante de las cenizas y el tabaco, y tanto era el humo disperso que no se distinguia nada. A ratos el humo se hacia mas denso, luego se aclaraba, pero aun en aquellos momentos mas traslucidos todo vislumbrabase extranamente deformado. Las cosas perdian la forma, diluianse, contraianse como si la configuracion de este mundo no se sometiera a las leyes geometricas de Euclides. Aparecia una mano larga como un esqui sosteniendo entre los dedos la carta, en tanto que voces roncas gritaban: 'Cinco y cinco mas… paso… abro…'. De repente esa imagen era cortada, bien por una bandeja en la que se balanceaba una botella de conac y cuya etiqueta -que se extendia como las imagenes de la television- mostraba un rostro con bigotes, o bien tomaba posteriormente el aspecto de un cartel abigarrado con las letras: 'VERBOTEN! VERBOTEN! VERBOTEN!'. En el cartel empezaron a surgir cabezas grises sin rostros, mientras que una voz repetia en medio del humo: 'Treinta minutos… treinta minutos…' Las cartas susurraban como hojas al viento. La luz se hizo mas densa y el humo heria los ojos.

– ?Irina! -llame. Ella se dio la vuelta.

– Yo no soy Irina.

– Da igual. ?Que es esto? ?La habitacion de la risa?

– No le comprendo.

– ?No recuerdas la habitacion de la risa en el parque de cultura de Moscu? ?Los espejos que distorsionaban las imagenes?

– No -respondio sonriendose-. Lo que ocurre es que ninguna persona puede recordar las situaciones con toda la exactitud y con todos sus detalles. Etienne trata de recordarlos. Lange, por otra parte, solo tiene visiones discontinuas y no piensa en los detalles.

Yo seguia sin comprenderla. Mas bien, discernia de su pensamiento pequenas ideas, aunque no completas.

– Esto parece un sueno -afirmo Martin confuso.

– Estan trabajando las celulas de la memoria de dos personas. -Yo trataba de encontrarle alguna explicacion-: Las representaciones de esas dos personas se materializan, entran en conflicto y se suprimen una a otra.

– Eso es un buen embrollo -manifesto el.

Entramos en el bar. Este se encontraba separado de la sala por una cortina de bambu colgada del techo. Los oficiales alemanes, de pie ante la barra, bebian sombriamente. No habia sillas. Unas parejas se besaban en el largo divan junto a la pared. Pense que Lange debio de recordar muy bien esta escena. Ninguno de sus personajes nos miro. Irina le susurro unas palabras al camarero y desaparecio tras el alfeizar en donde se notaba una escalera que ascendia al otro piso. El camarero, en silencio, coloco ante nosotros dos copas de conac y se alejo. Martin probo el conac.

– Es real -dijo y se lamio los labios.

– Shh… -le susurre-, no eres norteamericano, sino, frances.

– 'Me duele la garganta y no puedo hablar' -repitio el y me guino un ojo.

Pero nadie nos escuchaba. Mire mi reloj: Lange debia aparecer dentro de quince minutos.

De pronto, en mi mente surgio una idea: si Lange no llegara a la habitacion superior y el zapador no lograra desarmar la bomba, entonces el general Baer y su camarilla volarian en pedazos a la hora destinada. ?Que interesante! Lange vendra con un soldado y un zapador. Es probable que el zapador llegue desarmado y que el soldado se coloque en el alfeizar de la puerta que conduce a la escalera. ?Hay posibilidades!

Le susurre a Martin mi plan. Este asintio. No existia ningun peligro de que los oficiales del bar intervinieran en la lucha, porque estos apenas se podian mantener en pie. Algunos roncaban ya en el divan. Las parejas de enamorados habian desaparecido. En una palabra, la situacion era optima.

Transcurrieron diez minutos mas. Un minuto, dos minutos, tres… Quedaban solo segundos. En ese momento aparecio Lange, pero este no era aquel Lange que conociamos, sino el Lange de un tiempo anterior, sin ser ascendido aun a sturmbahnfuhrer. Deduje que si el recordaba este episodio, significaba que nosotros no habiamos participado en el, por lo que estabamos fuera de peligro. Sus actos estaban programados por la memoria: desarmar la bomba y prevenir la catastrofe. El llego acompanado de un soldado de edad avanzada que usaba lentes y por un joven miembro de la Gestapo armado con un automatico. Entro rapido, sin detenerse, miro mordazmente a los oficiales sonolientos que miraban meditabundos el conac y empezo a subir apresurado por la escalera junto con el zapador. El soldado, tal como nos lo habiamos imaginado, se situo en la puerta que conducia a la escalera. En ese segundo Martin dio unos pasos hacia el y, sin agitar el brazo, le pego un golpe en el entrecejo y lo derribo, quitandole el automatico antes de que este tuviese tiempo de caer al suelo. Yo, sosteniendo la pistola browning en el puno, corri por la escalera hacia arriba en pos de Lange, que se dio la vuelta.

– ?Al suelo, Yuri! -grito Martin a mi espalda.

Me tire al suelo y senti las balas cruzar sobre mi y cortar los cuerpos de Lange y del zapador. Todo ocurrio en fracciones de segundo. Desde el bar no aparecio nadie.

'Irina', en cambio, se presento en lo alto de la escalera, miro hacia abajo y, despues de unos segundos, empezo a descender la escalera cruzando por entre los cadaveres de los alemanes.

– ?No oyo nadie los disparos? -la interrogue, senalando hacia arriba.

– Nadie, excepto yo. Ellos estan tan ensimismados en el juego, que no oyen ni las explosiones. -Ella temblo de repente y se llevo las manos a la cara-: ?Dios mio! ?No desarmaron la bomba!

– Tanto mejor -afirme-. Deja que vuelen todos al infierno. Huyamos.

Ella seguia sin comprender:

– Pero, es que no fue eso lo que ocurrio en realidad.

– Asi sera ahora. -La agarre por el brazo e inquiri-: ?Hay otra salida?

– Si.

– Entonces, senalanos el camino.

Moviendose como una sonambula, nos condujo a una calle oscura. Martin, empleando el mismo metodo, puso fuera de combate al soldado de la puerta.

– Este es el cuarto -dijo-, y ni siquiera utilizamos la granada.

– Este es el quinto -le corregi-. La cuenta tuya empezo en la Antartida.

– Ahora las 'nubes' tendran que comenzar a crear un paraiso para las copias.

Cambiabamos palabras corriendo. Huiamos en la oscuridad por el medio de la calle con rumbo desconocido. Se oyo una explosion a nuestras espaldas y un haz de chispas se disperso por el cielo. Por un instante los enormes ojos de 'Irina' brillaron frente a mi. Solo ahora me di cuenta de que esta 'Irina' no usaba espejuelos.

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