Capitulo 29 – El rompecabezas

Nosotros fuimos los ultimos en llegar al campamento y en el acto notamos una atmosfera de curiosidad y precaucion. El caracter urgente y hasta de emergencia de la reunion, convocada inmediatamente despues del experimento, evidenciaba que Thompson estaba indeciso. El, que habia sido partidario de las decisiones unipersonales, ahora queria oir la opinion de la mayoria de los miembros de la expedicion.

En la reunion se hablaba en ingles. Los que no comprendian escuchaban la traduccion de sus colegas.

– El experimento ha sido un exito -empezo diciendo Thompson sin ninguna palabra de apertura-. Ellos se han puesto ya a la defensiva, al trasladar la entrada violeta a la parte superior de la cupula. En vista de eso, probare usar algo nuevo; desde arriba, desde el aire.

– ?Una bomba? -inquirio alguien.

– Y si fuese una bomba, ?que sucederia?

– Usted no tiene bombas nucleares -observo Zernov con frialdad-, ni tampoco bombas de demolicion. Lo unico que podria tener seria la bomba plastica empleada para el rompimiento de cajas de caudales o automoviles. ?A quien desea asustar con esos petardos de papel?

El almirante, lanzandole una mirada rapida, objeto:

– No me refiero a las bombas.

– Martin -dijo Zernov-, le ruego que relate todo lo que vio.

– Ya conozco todo eso -le interrumpio el almirante-. Conozco esas alucinaciones dirigidas y esos hipnoespejismos. Probaremos con otro individuo y no con Martin.

– Solo tenemos un piloto, sir.

– Yo no me dispongo a arriesgar el helicoptero, solo necesito paracaidistas. Y no solo paracaidistas, sino… - movio sus labios en busca de la palabra apropiada-…sino individuos que se hayan encontrado anteriormente con los visitantes.

Cambiamos las miradas. Zernov estaba fuera de la eleccion porque no era deportista. Vano se habia herido en la mano durante el ultimo viaje. Yo habia saltado en paracaidas solamente dos veces, pero sin sentir placer alguno.

– Me gustaria saber -siguio diciendo Thompson- si Anojin podria realizar esta operacion.

Me enfureci:

– El asunto no radica en la destreza, sino en el deseo, senor almirante.

– ?Quiere usted decir que no tiene deseos?

– Usted es un adivino, sir.

– ?Cuanto desea, Anojin?

– Ni un solo centavo. Yo no recibo sueldo por el trabajo que realizo en la expedicion, senor almirante.

– Sea como fuere, usted se encuentra subordinado a las ordenes de su superior.

– Si, senor almirante, pero solo en el trabajo corriente. Yo filmo lo que considero necesario de filmar y le entrego a usted la copia de las fotos. Tanto mas que entre las obligaciones del camarografo no entra la habilidad en el salto con paracaidas.

Thompson, lamiendose de nuevo los labios, inquirio:

– ?Desea alguno de ustedes probar?

Anatoli, mirandome con reproche, dijo:

– Solo he saltado desde una torre del parque de Moscu; pero me atrevo a saltar ahora.

– Yo tambien -afirmo a su vez Irina.

– No te metas en este asunto -la detuve-. Esta no es una operacion para muchachas.

– Ni tampoco para cobardes.

– ?De que hablan ustedes? -pregunto Thompson despues de esperar pacientemente que nuestro dialogo terminara.

Entonces yo, adelantandome a la respuesta de Irina, respondi:

– Estamos hablando sobre la formacion de un destacamento especial, senor almirante. Saltaran dos de nosotros: Anatoli Diachuk y Anojin. Anojin sera el jefe del destacamento. Eso es todo.

– No me equivoque con respecto a usted -afirmo sonriente el almirante-. Usted es un hombre con caracter, justamente lo que nosotros necesitamos. Okay. Martin sera el piloto del avion -y mirando a todos los presentes agrego-: Por hoy basta, senores.

Irina se levanto de su asiento y ya cerca de la salida se dio la vuelta para decir:

– No solo eres un cobarde, sino tambien un provocador.

– Gracias -repuse, sin deseos de discutir con ella, pues era muy probable que nos esperase un nuevo St. Dizier.

Antes del vuelo Thompson nos dio las instrucciones necesarias:

– El avion ascendera hasta una altura de dos mil metros. Se aproximara desde el noreste y descendera en direccion al objetivo hasta una altura de doscientos metros. En este momento no corren ningun peligro. La unica cosa que encontraran debajo sera un tapon de aire. Guando lo atraviesen, habran llegado al objetivo. Martin no experimentaba frio y respiraba libremente. En cuanto a lo que sera despues, nadie lo sabe.

El almirante observo a cada uno de nosotros y, como si dudara de nuestra decision, agrego:

– Si alguien teme, puede rehusar de hacerlo. No insistire en ello.

Anatoli y yo nos miramos.

– Esta nervioso -me dijo este-, ha empezado ya a eximirse de la responsabilidad. ?Como te sientes?

– Bien. ?Y tu?

– Maravillosamente bien.

El almirante, escuchando el idioma extrano, aguardaba en silencio.

– Nosotros cambiabamos algunas impresiones -le aclare con sequedad-. Ya estamos preparados para la mision, almirante.

El avion despego desde la meseta de hielo, tomo altura y se dirigio al este, contorneando las protuberancias pulsatorias. Luego viro y se lanzo bruscamente en direccion contraria a la ruta que llevaba, descendiendo paulatinamente. Debajo de su fuselaje, azuleaba peligrosamente un mar de fuego furibundo que no quemaba. La 'entrada' violeta era claramente visible -un remiendo de color lila sobre un brocado azul- y parecia tan densa y solida como la tierra. Por unos minutos tuve miedo: era un salto de poca altura y posiblemente tendrian que recoger nuestros propios huesos.

– No teman -dijo Martin consolandonos-; no se haran dano. Aquello que hay alla abajo es como la espuma de la cerveza un poco coloreada.

Y saltamos. Me lance detras de Anatoli. Los paracaidas se abrieron sin dificultad. Debajo de mi, el de Anatoli asemejabase a una mariposa multicolor. Vi a Anatoli entrar en el crater violeta y me dio la impresion de que se hundia en un pantano implacable: primero Anatoli y despues su sombrilla multicolor. Por un instante me quede aterrado: '?Que me esperaba alli detras de la tapa de gases turbios? ?Hielo, sombras o la muerte por el impacto o por la falta de aire?' Antes de que tuviese tiempo de adivinarlo, penetre en una sustancia negra y apenas tangible, desprovista de temperatura e inodora. El color lila se torno rojo, que era tan conocido para nosotros. La intangibilidad del medio hizo que mi propio cuerpo perdiera las sensaciones. Yo no veia ya mi cuerpo, pues parecia que se habia disuelto en el gas. Tenia la sensacion de que era mi conciencia, mi pensamiento, y no mi cuerpo, lo unico que nadaba en esta espuma purpurea e incomprensible. No habia nada: ni paracaidas, ni cuerdas, ni cuerpo. Yo no existia.

De repente, mi vista sufrio algo como un choque: sobre nuestras cabezas aparecio el cielo azul y debajo de nuestros pies, una ciudad. Al principio apenas vislumbrabase oculta por la niebla, luego, al disiparse esta, sus contornos se dibujaban con mayor claridad mientras descendiamos. ?Por que Martin la llamo Nueva York? A pesar de que yo nunca habia estado en esa ciudad y jamas la habia visto desde un aeroplano, tenia una idea, por algunos detalles, de como podia ser desde el aire. Esta ciudad que veiamos ahora era completamente diferente que Nueva York, porque no se notaban ni la Estatua de la Libertad, ni el Empire State Building, que conociamos tan bien por las fotos, ni las calles-canones con las abruptas paredes de los rascacielos, a cuyos pies, a guisa de

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