habian perdido ya en el horizonte, nosotros seguiamos reparando el aparato. Nadie, sin embargo, acuso a Vano de negligente, ni se lamento. El unico que se movia por el interior de la maquina era yo, molestando a todos mis companeros. Irina escribia un articulo para la revista 'Mujeres sovieticas'. Anatoli trazaba sobre sus mapas ondulaciones -incomprensibles para mi- de las corrientes de aire, debidas a los cambios de temperatura. Zernov, como el afirmo, preparaba el material para su trabajo cientifico, quizas para su nueva tesis.

– ?Estas preparando tu segunda tesis de doctorado? -le pregunte asombrado-. Pero, ?para que?

– No te asombres. Esta no es mi segunda tesis de doctorado, sino la tesis de candidato a doctor en ciencias.

Crei que bromeaba.

– Deja tus bromas -le dije.

Me miro con compasion, (profesores bondadosos se apiadan siempre de los imbeciles), y luego, con paciencia, respondio:

– Mi ciencia -aclaro el pacientemente- ha sido destruida por los sucesos actuales, y sera muy larga la espera del futuro. Yo no vivire tantos anos como para verlo.

Yo seguia sin comprenderle y le dije:

– Pero, ?por que eres tan pesimista, si dentro de algunos anos, al repetirse el invierno, llegara de nuevo la nieve y con ella el hielo?

– El proceso de formacion del hielo -me interrumpio- lo conoce cualquier escolar. A mi me interesa el hielo continental milenario. Dices tu que vendran grandes frios y se formara otro hielo. Si, vendran. Durante los ultimos 500 mil anos hubo, por lo menos, tres invasiones de hielo. La ultima ocurrio hace 20 mil anos. ?Quieres que yo espere la siguiente? ?Y por donde vendra? No, amigo, no esperare a que el eje de la Tierra se incline. Aqui no sirve andar con tretas, tendre que cambiar de profesion.

– ?Y cual elegiras?

Se rio:

– Tratare de no alejarme mucho de los 'jinetes'. Me diras, quizas, que hay mas material hipotetico que experimental. Si, asi es; pero, como dicen los ciberneticos, se puede encontrar la solucion casi optima de casi todos los problemas -su mirada empezo a mostrar aburrimiento, porque aun los profesores mas bondadosos se cansan de los 'por que'-. Seria mejor que salieras a caminar y filmaras algo. Tu profesion todavia se cotiza.

Sali de la maquina llevando conmigo la camara, pero al pisar el suelo no encontre nada que pudiese ser de interes para la filmacion, a excepcion de los ultimos pedazos de hielo sobre la tierra. Vano soldaba la oruga rota. El haz de chispas blancas que despedia su aparato no me permitia molestarle. Mire hacia los lados y, de pronto, quede intrigado: a la distancia de un kilometro delante de nuestro vehiculo y en medio del perfecto camino de hielo se veia algo grande de color rojo vivo, parecido a un mamut acostado, si los mamuts hubieran vivido aqui y, ademas, hubiesen tenido una piel tan roja. ?O puede ser que el color rojo desde lejos adquiera este matiz por los reflejos del sol que cuelga en el horizonte? ?O era esto simplemente un gran reno de color taheno?

El objeto me obligo a aproximarme a Vano.

– Vano, por favor, mira el camino.

El miro:

– ?Que debo mirar? ?Aquella roca rojiza?

– No es rojiza, sino de un rojo vivo.

– Aqui todas las rocas son rojas.

– Si, pero, ?por que esta esta en el medio del camino?

– No esta en el medio, sino al lado del camino. Posiblemente cuando ellos cortaron el hielo la dejaron en ese lugar.

– Eso no puede ser, porque aquella vez que pasamos por este sitio esa roca no se encontraba alli.

Vano la observo con mas atencion:

– Quizas tengas razon. Bien, cuando emprendamos la marcha, veremos lo que es.

A distancia, la roca parecia inmovil y cuanto mas la observaba tanto mas me convencia de que su forma era mas parecida a una roca que a un animal agazapado. En la escuela habia aprendido que en Groenlandia no habitan animales grandes, y mucho menos, renos. ?Como se alimentaria un reno en este glaciar continental que ademas habia sido cortado por mitad?

Vano, sin prestar atencion ni a mi ni a la roca, continuo en su trabajo de soldadura. Decidi acercarme a la roca. Un magnetismo inefable me empujaba hacia ella. No acierto a explicar claramente que era eso, pero me senalaba la roca y decia: 'Ve y sabras'. Y eche a andar en direccion a ella. Al principio la roca o el animal agazapado no me traia a la memoria ninguna asociacion con las cosas del pasado, pese a todos los esfuerzos que hacia por recordar mis dias de antano. Ocurre a veces que no podemos traer a la mente algo que nos es muy conocido, a pesar de todos los esfuerzos para recordarlo. Eso ocurria ahora conmigo.

Segui caminando en su direccion y observandola con atencion. ?La recordare o no la recordare? ?La reconocere? Y, finalmente, cuando el animal alazan se hizo visible ante mis ojos note que no era ni un animal ni una roca. La reconoci.

Ante mi, casi atravesando el camino, estaba nuestra 'Jarkovchanka', el cruzanieves antartico. Y lo mas asombroso y terrible de todo consistia en que este era justamente el mismo cruzanieves, con el mismo vidrio delantero abollado y la misma soldadura en la oruga. Esta era la misma 'Jarkovchanka' que utilizamos en la busqueda de las 'nubes' rosadas, la misma que cayo en la grieta y se duplico luego ante mis ojos.

Por primera vez me aterre de verdad. ?Que es esto, un hipnotismo o de nuevo la maldita realidad de ellos? Cuidadosamente, mas bien cautelosamente, contornee la maquina. Todo habia sido reproducido con la misma exactitud estereotipada. El metal, era metal, la abolladura de la escotilla delantera era reciente, y el forro interior de la puerta -ahora semiabierta- sobresalia levemente por su borde inferior. Al notar la puerta semiabierta, pense que caeria de nuevo en la trampa y que haria otra vez el papel de conejillo de Indias. ?Quien sabe lo que me esperaba! Yo podia, naturalmente, alejarme del lugar y regresar junto con mis companeros (esto hubiera sido lo mas razonable y menos peligroso); pero, de nuevo, la curiosidad vencio al miedo. Anhelaba abrir la puerta, tocar con fruicion el tirador, apretarlo fuertemente, oir su ruido metalico y entrar en el cruzanieves. Ya adivinaba lo que veria: mi cazadora en la percha, los esquies en los sujetadores y el piso mojado por las botas de los companeros. Crujiria, como de costumbre, la puerta interior semiabierta y el aire frio del cancel empezaria a colarse hacia la cabina.

Eso fue exactamente lo que sucedio. Se repitio todo lo que momentos antes habia recordado de aquel dia aciago. Me daba risa ver la reproduccion de los detalles: la cazadora con la manga cosida, la alfombra pisoteada con huellas de nieve no derretida y hasta las rozaduras que hizo en el piso el trineo, cuando fue introducido en la cabina y sacado luego a traves de la escotilla superior: esto ocurrio despues de nuestra caida en aquella grieta de la Antartida. Yo vi todas estas huellas cuando salia de nuestro cruzanieves antes de ver a mi doble y cuando entraba en el cruzanieves-gemelo para encontrar a mi doble. Ahora las veia por tercera vez. La puerta ahora se estremecio de nuevo y otra vez vacile: entrar o no entrar. Mis piernas temblaron, mi garganta se seco y mis dedos se pusieron frios.

– ?Entra, entra! ?Animo! -oi una voz desde el interior de la cabina-. No estas en el consultorio del dentista, ni te sacaran las muelas.

Era una voz familiar, tan familiar, que era imposible no reconocerla.

Era mi voz.

Empuje la puerta y entre en la cabina donde Anatoli trabajaba ordinariamente y donde volvi en si despues del accidente de la Antartida. Junto a la mesa, con una sonrisa dibujada en los labios, se encontraba mi doble. Estaba alegre; lo que no podia afirmar de mi mismo. Mirandolo detenidamente, se podria decir en seguida que esta era otra persona y no aquella que yo encontre entonces sin conocimiento en la cabina del cruzanieves copiado por los visitantes. Esta era ahora mi copia moderna, reproducida, posiblemente, durante aquellos minutos en que mi paracaidas cruzaba la cupula azul por el tapon de gases de color violeta. El traje que llevaba yo a la sazon habia sido arrojado descuidadamente sobre el divan. Lo note posteriormente, al vencer el miedo y el asombro, mas al primer instante crei que todo esto era una repeticion -cuyos propositos desconocia- del espectaculo de la Antartida.

– ?Sientate, amigo! -dijo, senalando un lugar vacio frente a el.

Me sente. Por un momento crei estar sentado frente a un espejo, tras el que se hallaba un pais fantastico donde vivia mi brujo o mi 'anti-ego'. '?Con que fin ha resurgido? -pense-. ?Y para que ha traido consigo la

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