corredores del Castillo, abriendo puertas y gritando en su frustracion; pero no oyo pasos que le respondiesen, ni vio movimiento alguno. Cyllan le alcanzo y le siguio, tratando de hacer caso omiso del enorme peso que sentia en el estomago. Su inquietud aumentaba por momentos, debatiendose entre el deseo de que Tarod se presentara antes de que Drachea acabase de perder el poco dominio que tenia sobre si mismo, y el temor por lo que podia ocurrir cuando los dos hombres se encontrasen cara a cara.

Y al fin se encontraron, delante de la puerta de doble hoja que daba a la ancha escalera que conducia al patio. Cyllan miro fijamente el muerto escenario que tenian delante, los imponentes muros negros tenidos por aquel tetrico e irreal resplandor carmesi que penetraba en todas partes... , y entonces un ligero movimiento en el borde de su campo visual la puso sobre aviso.

La figura de Tarod salio de una puerta situada al pie de la Torre Norte del Castillo. Cyllan, instintivamente, miro hacia la cima de la gigantesca torre que se elevaba en el cielo nocturno, e inmediatamente tuvo que combatir un subito ataque de vertigo. Alli, en lo mas alto de la torre, brillaba una luz debil en una pequena ventana...

—?Tarod! —La voz de Drachea hizo que Cyllan saliese de su ensimismamiento y volviese la cabeza para verle bajar la escalera, contoneandose, y cerrar el paso a Tarod—. ?Te estaba buscando!

Tarod se detuvo y miro indiferente al joven.

— ?De veras? —dijo.

Esta vez, la colera de Drachea fue mas fuerte que su pavor. Se detuvo a tres peldanos del pie de la escalera, de manera que los ojos de los dos estuvieron al mismo nivel, y dijo, furioso:

—Si, ?de veras! ?Y creo que es hora de que me des una explicacion! Acaban de decirme que estoy aqui prisionero, ?y necesito saber que quisiste decir con tal impertinencia!

Tarod miro brevemente a Cyllan, que se sonrojo. Despues cruzo los brazos y miro a Drachea como si fuese un ser de una especie desconocida.

—He dicho a Cyllan la pura verdad —dijo con fria indiferencia— Habeis venido aqui sin ser invitados y sin que yo haya intervenido; si ahora teneis que quedaros nada puedo hacer para impedirlo. Creeme que lo lamento.

Drachea estaba muy lejos de darse por satisfecho.

—?Esto es absurdo! Debo recordarte que no soy un campesino cuya ausencia pase inadvertida. Mi clan me estara buscando, se pondra a la milicia sobre aviso. Te advierto que, si no me encuentran, ?las consecuencias seran graves!

Tarod se pellizco la nariz y suspiro irritado.

— Esta bien. Si quieres marcharte, si crees que puedes hacerlo, vete. No soy tu carcelero y las puertas no estan cerradas.

Drachea iba a replicar airadamente, pero se detuvo, perplejo, Miro a Cyllan y fruncio el entrecejo.

—?Que dices tu? —pregunto, senalando hacia la puerta.

—No, Drachea. Es inutil.

Sacudio la cabeza, sabiendo instintivamente lo que iba a ocurrir; sabiendo, tambien, que nada conseguiria si trataba de convencer a Drachea. Tenia que descubrirlo el.

El le dirigio una mirada furiosa y empezo a cruzar el patio. Cyllan espero que Tarod se volviese a ella, dijese algo que destruyese la muralla de hielo que parecia haberse levantado entre los dos; pero el no se movio. Drachea llego a la puerta y la empujo; esta giro facilmente sobre los grandes y engrasados goznes. Salio...

Y se detuvo. Incluso desde la distancia a que se hallaba

pudo Cyllan percibir el miedo terrible que sintio Drachea al mirar mas alla del Castillo y ver.., nada.

Ella pudo verlo tambien cuando la gran puerta se abrio sin ruido. No era nieve, ni siquiera oscuridad, sino un vacio, un vacio tan absoluto que sintio vertigo con solo mirarlo. Drachea lanzo un grito inarticulado y se echo atras. Al soltar la puerta, esta volvio a cerrarse automaticamente con un sordo ruido que sobresalto a Cyllan.

El heredero del Margrave volvio despacio al sitio donde ellos esperaban. Su cara estaba muy palida y las manos le temblaban como si tuviese fiebre. Al fin se detuvo, a cierta distancia de Tarod.

— ?Que es eso? — pregunto, ronco y con los labios grises.

Tarod sonrio maliciosamente.

— ?No tenias ganas de salir a averiguarlo?

—?Maldito seas! ?Alla fuera no hay nada! ?Es como... es como la oscuridad de todos los Siete Infiernos! Ni siquiera se ve el promontorio. Cyllan —dijo, volviendose a ella—. Cuando llegamos aqui, ?habia un mundo mas alla del Castillo! La playa, la roca..., no eran una ilusion, ?verdad?

— No...

Sin embargo, habia habido aquella niebla, la terrible impresion de que el mundo real estaba en alguna parte, lejos de su alcance...

Drachea se volvio de nuevo a Tarod y dijo, en tono casi suplicante: — ?Que significa esto?

Tarod, imperterrito, le miro friamente.

—Ya te he dicho que no podeis salir del Castillo. ?Me crees ahora?

— Si...

— ?Y crees que no puedo cambiar las cosas?

— Yo... — Drachea vacilo y despues dijo—: ?Pero tu eres un alto

Adepto del Circulo!

Tarod entorno los parpados. —Lo era.

— ?Lo eras? Entonces, ?has perdido tu poder?

Estas palabras eran un desafio provocado por el miedo. Tarod no respondio, pero movio ligeramente la mano izquierda. Cyllan solo pudo ver durante un instante algo en su dedo indice, antes de que su silueta se volviese confusa con un aura oscura que parecia brotar de su interior, absorbiendo incluso aquella fantastica luz roja. El aire se volvio terriblemente frio al levantar Tarod la mano, mostrando la palma a Drachea.

Cyllan nunca sabria lo que vio Drachea y prefirio no imaginarselo. Pero el observaba fijamente, con ojos desorbitados y con la boca abierta en un rictus de puro terror. Trato de hablar, pero solo pudo emitir un gemido atormentado; despues cayo de rodillas sobre los escalones, se doblo y arqueo con un miedo ciego e impotente.

— Levantate — dijo Tarod con voz dura, y el aura oscura se desvanecio.

Cyllan miro fijamente al alto Adepto, horrorizada, horrorizada por su inhumana accion... y por la magnitud del poder que habia conjurado con tanta facilidad. Ahora, solamente quedaba en los ojos verdes de Tarod un reflejo de algo maligno..., pero ella no lo olvidaria facilmente.

Drachea se puso en pie tambaleandose y volvio la cabeza.

— ?Maldito seas...!

Tarod le interrumpio, hablando suavemente.

— Como has visto, tengo poder, Drachea, pero incluso mis facultades son insuficientes para romper la barrera y dejaros en libertad. ?Empiezas ahora a comprender?

Drachea solo pudo asentir con la cabeza, y Tarod le correspondio con una inclinacion de la suya.

—Muy bien. Entonces tendras tu explicacion. —Se volvio para mirar a Cyllan —. Necesitara ayuda para llegar al comedor. Y tal vez puedas hacerle comprender que no deseo perjudicarle. Pero tenia que hacerle una demostracion.

?Estaba tratando de justificarse?, se pregunto Cyllan. Si lamentaba su comportamiento con Drachea, su voz no daba senales de ello. Cyllan se paso la lengua por los secos labios, asintio con la cabeza y trato de asir el brazo de Drachea. Este la aparto irritado, le volvio la espalda y camino con rigida dignidad hacia la puerta de doble hoja.

Las remotas y vagas sombras del gran comedor del Castillo empezaban a ser desagradablemente familiares para Cyllan. Al entrar, tuvo que reprimir un estremecimiento instintivo al ver las largas mesas vacias, la hueca chimenea, las pesadas cortinas que pendian sin que una rafaga de aire las moviese. El Castillo parecia burlarse de la vida que habia antes en el.

Tarod se acerco a la chimenea, mientras Drachea se detenia en una de las mesas, mirando fijamente la madera y pareciendo que descubria, en su fibra, algo que absorbia su interes. Su cara conservaba el color gris enfermizo producido por la desagradable demostracion de Tarod en el patio, y en sus ojos centelleaba la ira. Cyllan se dio cuenta de que la impresion de aquella experiencia habia calado muy hondo y se pregunto cuanto mas podria aguantar Drachea. Ya habia sufrido mucho y cualquier tension ulterior podria hacerle cruzar la linea que separa la cordura de la locura.

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