Dio media vuelta y se sento en la cama, irritada y un poco asustada por el hecho de que el hilo de su pensamiento la hubiese conducido inexorablemente al punto de partida. Desde que se habia despertado y encontrado a Tarod a su lado, no habia tenido oportunidad de analizar sus pensamientos y sentimientos; pero ahora estos requerian su atencion. Habia acusado a Tarod de provocar aquel horrible fenomeno psiquico que la habia atacado en su habitacion; el lo habia negado sarcasticamente y, aunque sin buenas razones, Cyllan descubrio que le creia.

?O era una victima no del todo involuntaria de una propia y enganosa ilusion? Drachea la habia acusado de parcialidad, y ella era lo bastante sincera para confesar que habria sido una trampa en la que hubiera podido caer facilmente. Durante muchos meses, se habia ido convenciendo de que su camino y el de Tarod no volverian a encontrarse nunca; sus dos breves encuentros habian sido coincidencias insignificantes, y esperar algo mas, como reconocia que habia esperado, era una estupidez infantil. Pero ahora se habian cruzado en circunstancias que sus mas locas pesadillas no habrian podido nunca imaginar; y todos los antiguos recuerdos chocaban dolorosamente con la triste realidad del presente. La frialdad de Tarod, su ocasional male volencia, el poder que podia ejercer la horrorizaba... Y entonces habia llegado la revelacion de Drachea.

Todavia no podia creerlo. Incluso habiendo visto el testimonio del Sumo Iniciado, la idea de que Tarod no era un hombre sino un miembro del Caos era demasiado terrible para hacerle frente. Los antiguos y oscuros poderes del mal no eran mas que un recuerdo ancestral para Cyllan; pero el recuerdo estaba profundamente arraigado, y en alguna parte, innumerables generaciones atras, estaban los fantasmas de los predecesores de su clan que habian muerto luchando contra las fuerzas monstruosas de los Ancianos. Habia aprendido y creido, como todos aprendian y creian, que el Caos estaba muerto. Y ahora se enfrentaba con alguien que, en el mundo del propio Sumo Iniciado, era encarnacion de aquel mal, surgido del infierno de un pasado remoto.

Y lo peor era que hubo un tiempo en que ella habia creido que podia amarle...

El unico hecho que habia tratado desesperadamente de evitar, eludiendolo a cada paso, aparecia subita, fria y espantosamente claro en su mente, y esta idea hacia que se sintiese interiormente helada. Si las acusaciones eran ciertas, habia caido bajo el hechizo de un poder diabolico, algo tan monstruoso que casi escapaba a toda comprension. Si las acusaciones eran ciertas...

Cyllan se dijo que no debia permitir que su mente siguiese por este camino. Flaquear ahora, y dudar, era emprender la senda de la condenacion. Tenia que creer, o estaria perdida.

La afliccion y la confusion la roian como un cancer, y su inquietud era un tormento constante. Se levanto y empezo a pasear por la habitacion, sin saber lo que queria, lo que sentia, lo que podia hacer. Confiar en Drachea solo empeoraria las cosas; su interes por el bien de ella, cada vez estaba mas claro, se debia solamente a que estaba ligado al suyo propio, sin mas atenuante que un debil pero protector sentido de humanidad. Penso, amargamente, que de no haber sido por la terrible situacion que les habia unido a la fuerza, la habria considerado indigna de su atencion. La arrogancia de Tarod tenia al menos algun fundamento independiente de la cuna...

Subitamente furiosa consigo misma, por hacer tales comparaciones, giro en redondo, apretando los punos en desesperada frustracion. No podia permanecer en esta habitacion, como una flor fragil esperando ser rescatada por su galan; la idea, al aplicarla a si misma, le dio ganas de reir. Drachea podia estudiar sus libros como solucion a su problema; ella necesitaba un procedimiento mas directo y mas activo. E inmediatamente penso en el sotano y en la misteriosa puerta de plata.

Aquel lugar le daba escalofrios, y sin embargo tambien le fascinaba. Hasta aquel momento, la prudencia le habia hecho resistir la tentacion de volver, pero el senuelo seguia estando alli. Como si algo la llamase; algo que estaba detras de aquella puerta, esperando...

Se estremecio. Otras veces habia sido tentada por sentimientos parecidos, y no queria que se repitiesen las experiencias que traian consigo. Pero tenia que hacer algo y su frustracion era lo bastante intensa para dominar su miedo.

Subitamente resuelta, Cyllan salio de su habitacion al sombrio pasillo. La puerta de la habitacion de Drachea estaba cerrada y, al pasar por delante de ella, se detuvo a escuchar; pero no oyo nada.

Silenciosa como un gato, se dirigio a la escalera.

Extranamente, no sintio en absoluto el nerviosismo que habia previsto, al descender el largo tramo de escalera de la biblioteca del sotano. Mas bien tenia la impresion de volver a un lugar que le era propio; un inexplicable sentimiento de derecho que la desconcertaba. La biblioteca estaba a oscuras, y la pequena puerta, tal como la habian dejado. La empujo cautelosamente y entro en el inclinado pasadizo. Sus pies descalzos no hacian el menor ruido y lo unico que rompia el absoluto silencio era el suave susurro de su propia respiracion.

La puerta de plata la esperaba, pero su resplandor parecia haberse mitigado en cierto modo. Cyllan no sabia por que habia venido a plantarse ante ella una vez mas; estaba cerrada, no podia entrar en la camara que habia detras... Sin embargo le habia parecido que era lo adecuado, lo unico que podia hacer. Y ahora, su instinto actuaba de nuevo, apremiandola a tocar, a probar, a atreverse..

Recordando la impresion que habia recibido Drachea, se sentia reacia a tocar aquella peculiar superficie metalica; pero sabia que no podia quedarse alli mirando. Poco a poco, alargo una mano... No hubo ninguna descarga. La palma de la mano se apoyo en la puerta y sintio que estaba caliente, firme, pero casi viva. Respiro hondo, ejercio una ligera presion, empujo.

Echo la cabeza atras en un movimiento reflejo, al aparecersele un instantaneo y cegador destello. Una estrella, una estrella de siete puntas, que desaparecio con la misma impresionante rapidez con que habia aparecido, y Cyllan contemplo con asombro como empezaba a abrirse la puerta de plata, lentamente y sin ruido.

Alli habia luz, una fantastica niebla resplandeciente, que cambiaba y rielaba y enganaba a la vista. A traves de ella, creyo Cyllan que podia ver esbeltas columnas que se alzaban hacia un techo invisible, pero tambien ellas parecian moverse y cambiar a cada oscilacion de la luz. Era como si hubiese abierto la puerta de un mundo fabuloso, de un lugar extrano y milagroso, de una belleza impresionante. Y se mordio con fuerza el labio para sofocar una emocion irracional. Lentamente, sin saber si debia atreverse a avanzar o si su presencia mancillaria aquella silenciosa perfeccion, dio un paso adelante, despues otro, hasta que la niebla la envolvio y su luz jugo sobre su piel, transformandola en moradora de su extrana dimension.

El Salon de Marmol... ?No podia ser otra cosa! Cyllan avanzo, pasmada, contemplando asombrada la vasta camara que parecia no tener limites, los fascinantes dibujos del mosaico del suelo, que dijerase hecho con piedras preciosas. Era una obra maestra, superior a cuanto ella hubiese podido imaginar. Seguramente, se dijo, ?seguramente no podia haber sido creada por manos humanas!

Estaba tan absorta en la inconcebible belleza del magico lugar que olvido todo lo demas, hasta que, a traves de las centelleantes cortinas de luz, vio algo que chocaba con la serenidad del Salon. Se alzaba negro, anguloso y feo en medio de la niebla y, al acercarse mas, vio que era un gran bloque de madera, aproximadamente de la longitud y anchura de un cuerpo humano, que le llegaba a la cintura y parecia un tosco altar. Mellado, rayado, evidentemente muy antiguo, estaba cruelmente fuera de lugar entre tanta belleza, y algo en el hizo que Cyllan se echase atras. Parecia oler a podredumbre y a muerte y a desesperacion, y ella dio un gran rodeo al pasar no queriendo acercarse demasiado para que su aura no la tocase tambien.

Y fue al cambiar de direccion para evitar el negro bloque que se encontro cara a cara con las estatuas.

— ?Aeoris!

El juramento broto de su boca antes de que pudiese evitarlo, y Cyllan hizo la Senal sobre su corazon para disculparse de aquella irreverencia. Abrio mucho los ojos, casi incapaz de captar la vision que tenia delante.

Habia siete estatuas, figuras imponentes que surgian de la niebla como de una pesadilla. Tenian forma de hombres, pero de hombres gigantescos, y la enganosa luz que jugaba y cambiaba sobre ellas producia una tremenda ilusion de movimiento. En el momento menos pensado, podian apearse de sus pedestales de piedra y avanzar, como gigantes, hacia ella.

Pero era una ilusion... No eran mas que estatuas. Y sin embargo, aunque no podia verlas claramente, Cyllan sintio un fuerte escalofrio al reconocerlas. Siete estatuas..., siete dioses... Este era, pues, el lugar mas sagrado del Castillo, el templo que el Circulo habia dedicado a Aeoris...

Aun temiendo cometer un sacrilegio si se atrevia a mirar mas de cerca tan santas obras de arte, Cyllan fue incapaz de resistir la tentacion de acercarse a las estatuas. En todo el pais habia visto muchas celebraciones religiosas, se habia inclinado ante muchas imagenes de los Dioses Blancos; pero nunca, hasta ahora, habia tenido el privilegio de contemplar la cara de Aeoris en un lugar tan sublime. Se aproximo a las enormes figuras, mirando a traves de la niebla como una nina pasmada, para ver las facciones talladas de los siete dioses.

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