—?Y la muchacha? —pregunto un Adepto.
— Llevadla a una habitacion y cuidad de que este comoda. Pero tenedla bajo vigilancia — Keridil se volvio a Drachea —. Si quieres acompanarnos...
Cyllan no protesto cuando los Adeptos la condujeron hacia la puerta de plata. Tarod permanecio inmovil, observandola, y al pasar por delante de el, Cyllan se detuvo de pronto y le miro.
— Tarod — dijo con voz terriblemente tranquila—, no dejare que esto te ocurra. Voy a matarme. No se como, pero encontrare la manera, lo juro. No voy a permitir que mueras por mi.
— No, Cyllan. — Trato de tocarla, olvidando momentaneamente que tenia las manos atadas a la espalda—. Tienes que vivir. Por mi.
Ella sacudio violentamente la cabeza.
—Sin ti, ?no tendre nada para lo que vivir! Lo hare, Tarod. No quiero permanecer en el mundo si significa... esto. —Desprendio una mano que tenia asida a su guardian, el cual no lo impidio, confuso y vacilante, y toco carinosamente la cara de Tarod. Este le beso los dedos y volvio la cabeza.
— Lo ha dicho en serio, Keridil. — Sus ojos estaban llenos de dolor—. Impideselo. Ya sabes cual es la alternativa.
Y antes de que Cyllan pudiese hablar de nuevo, echo a andar en direccion al pasadizo.
Fue una extrana procesion la que subio la escalera de caracol que llevaba al patio del Castillo. Keridil iba el primero, con Drachea pisandole los talones, y detras de ellos subia Tarod bajo la estrecha vigilancia de cuatro Adeptos. Cyllan y su escolta les seguian, mientras que el resto de Adeptos de alto rango cerraban la marcha.
Al acercarse a la puerta del patio, Cyllan tuvo un presentimiento de lo que iba a ver. Aunque parezca extrano, habia llegado a apreciar el Castillo tal como lo conocia; la misteriosa luz carmesi se adaptaba bien a las antiguas piedras de los muros, y el silencio tenia una paz que, por muy tenebrosa que fuese, era mejor que el bullicio de una residencia humana. Y habia alli recuerdos que hicieron aflorar las lagrimas en sus ojos al subir los ultimos peldanos y salir finalmente a la noche.
El resplandor carmesi habia desaparecido. En su lugar, se cernia una oscuridad densa y gris; el fulgor verdoso de un cielo nocturno iluminado por el reflejo de una de las lunas se proyectaba ahora en las altas paredes. Un debil susurro llego a sus oidos y vio brillar el agua de la adornada fuente que captaba y reflejaba la palida luz de las estrellas. El Castillo parecia mirar como un animal indiferente y ciego, sin una sola lampara o antorcha que iluminase algunas de sus innumerables ventanas, y habia un olor a mar en la brisa nocturna.
Keridil aspiro profundamente el aire.
—Vamos —dijo a media voz—. Si no me equivoco, falta una hora o mas para que amanezca. Nos reuniremos en el salon.
Cruzaron en silencio el patio y subieron la escalinata de la puerta principal. Mientras caminaban por los corredores del Castillo, sus pisadas resonaron con un sonido hueco. Cyllan miro a su alrededor y todo le parecio turbadoramente distinto. De vez en cuando miraba a Tarod, que caminaba delante de ella, y en una ocasion trato de emplear sus facultades psiquicas para establecer contacto mental con el, pero el no le respondio.
Se sentia amargada y afligida. Cuando la victoria estaba literalmente a su alcance, se habia frustrado su empeno, y se culpaba de ello, ya que su compasion mal empleada habia permitido que Drachea Rannak siguiese con vida. Ahora, solo un inmenso vacio se extendia con vida. Pero encontraria la manera de hacer lo que habia prometido.
Y cuando ella estuviese muerta, Tarod podria ejercer libremente su venganza.
Las puertas del comedor se abrieron con un chirrido de protesta de sus goznes y Keridil observo la camara desnuda y desierta. Le impresiono profundamente ver el Castillo tan vacio y abandonado y, para calmar su inquietud, se hizo locuaz.
—Despertad a los criados y que enciendan el fuego —ordeno—. Enviaremos recado a las cocinas para que se prepare comida... , ?ah! que alguien tenga la bondad de ir a buscar a mi mayordomo Gyneth, pues le necesito aqui. — Se volvio a mirar a Tarod—. Buscad el lugar mas seguro para el, con preferencia en los sotanos, donde no hay ventanas. Mas tarde tomare las ultimas decisiones. En cuanto a la muchacha... — Miro reflexivamente a Cyllan durante unos momentos y despues hizo una sena a su escolta—. Venid conmigo.
Cyllan miro por encima del hombro y vio como se llevaban a Tarod por una puerta lateral antes de que la empujasen a ella hacia la escalera que conducia a la galeria de encima de la enorme chimenea. En el fondo de la galeria, una pequena puerta conducia a otro laberinto de pasillos y escaleras, y por fin llegaron a un estrecho corredor en la planta mas alta del Castillo. Keridil abrio la puerta de una habitacion situada en el extremo del pasillo, miro su interior y, satisfecho, hizo ademan a los guardias de Cyllan para que la hiciesen entrar.
La habitacion era pequena y escasa pero comodamente amueblada. Una cama, un solo sillon tapizado, una mesita y gruesas cortinas de terciopelo en la ventana. En el suelo, alfombras tejidas a mano, y Cyllan permanecio en silencio en medio de la estancia, mirando a su alrededor.
Keridil se dirigio a la ventana y aparto las cortinas, descubriendo una reja de hierro delante del cristal. Despues saco un cuchillo de cinto y, con dos rapidos golpes, corto los cordones que sujetaban las cortinas. Por ultimo, se planto delante de Cyllan.
—Entiendeme bien —dijo sin brusquedad—. La ventana esta enrejada, de manera que no podras abrirla y saltar por ella, ni romper el cristal ni emplearlo para cortarte las munecas. Ya no hay cordones en las cortinas con los que puedas ahorcarte. Y la lampara sera colocada a tal altura que no puedas alcanzarla; por lo tanto, no creas que puedas prenderte fuego y morir de esta manera.
Cyllan solamente le miro, echando chispas por los ojos.
—Considerate una huesped distinguida del Circulo —siguio diciendo Keridil—. Cuando hayamos hecho lo que hay que hacer, quedaras en libertad y, si entonces quieres quitarte la vida, ya no sera de mi incumbencia. —Hizo una pausa antes de sonreir en un intento de mitigar su fria expresion—. Aunque creo que seria un tragico error.
— Puedes creer lo que quieras — dijo furiosamente Cyllan.
—Querre hablar contigo cuando haya atendido a ciertos asuntos mas urgentes. Todavia tengo que oir tu version de la historia, y quiero ser justo.
Esto provoco una reaccion. Cyllan rio sarcasticamente.
—?Justo! —repitio—. ?Tu no sabes el significado de esa palabra! Tarod me lo habia dicho ya, Sumo Iniciado, y no quiero saber nada de tu concepto de la justicia.
Keridil suspiro.
—Como quieras. Tal vez con el tiempo comprenderas, y espero que sea asi. No siento rencor contra ti, Cyllan..., te llamas asi, ?verdad? Y por mi parte, cumplire el trato que he hecho con Tarod.
Ella sonrio amargamente.
—Tambien lo cumplire yo.
— No lo creo. Bueno, podrias tratar de morirte de hambre, es verdad; pero nuestro medico Grevard tiene unos cuantos metodos para solucionar estos casos y puede mantenerte viva tanto si quieres como si no. Por tanto, viviras y prosperaras. Si comprendes y aceptas esto ahora, nos entenderemos mucho mejor.
Cyllan se acerco a la ventana, encogiendo los hombros.
— Quiero ver a Tarod.
— Eso es imposible. — Keridil se acerco a la puerta y hablo en voz baja a los dos Adeptos—. Permaneced de guardia hasta que se encuentre a alguien que os releve. No cruceis la puerta a menos que sea absolutamente necesario, pero, en todo caso, no dejeis que ella se acerque a vuestras espadas, o se matara antes de que podais impedirlo.
— Se volvio a mirar a la pequena y desafiadora figura junto a la ventana—. Es un rehen valioso, aunque solo los dioses saben cual sera su valor hasta que este sea puesto a prueba. — Dio una palmada en el hombro a cada uno de los hombres —. Estad alerta.
Cyllan oyo que la puerta se cerraba con llave detras de ella y se encontro sola en la habitacion a oscuras. Sus ojos se habian adaptado a la penumbra, y empezo a pasear arriba y abajo del dormitorio, buscando algo con que poder realizar su plan autodestructor. Queria morir; queria librar a Tarod de la responsabilidad que habia asumido; pero Keridil habia sido precavido y alli no habia nada que pudiera servirle. Ni siquiera habia almohadas en la cama, aunque dudaba de que hubiese podido asfixiarse con ellas. No habia manera.
Por fin renuncio a su busqueda y se sento en la cama, cruzando las manos sobre la falda y tratando de impedir que la desesperacion se apoderase de ella. Se pregunto donde habrian llevado a Tarod, como se sentiria