—Nada, y esta bastante bien —dijo secamente Keridil.

— ?Quiero verle!

—Ya te he dicho que esto es imposible. —La inoportuna interrupcion de la Hermana Erminet habia puesto los nervios de punta al Sumo Iniciado—. ?No crees que tengo bastante que hacer para ocuparme ademas de este maldito asunto? Pedi que te trajesen aqui con la esperanza de hacerte entrar en razon... ?y empiezo a creer que ha sido una perdida de tiempo!

Cyllan se mordio el labio inferior para contener las lagrimas.

—Discrepamos, Sumo Iniciado, en lo que es la razon. Y si crees que me persuadiras para que cambie de idea, ?estas equivocado! —Le miro con ojos acusadores y despectivos—. A diferencia de otros, ?yo cumplo mi palabra de honor!

Los labios de Keridil palidecieron mientras este se dirigia a la puerta para abrirla y llamar a los guardianes de Cyllan, que esperaban a cierta distancia en el pasillo. Estos entraron apresuradamente y el senalo en direccion a Cyllan.

—?Quitad a esa muchacha de mi vista! —dijo friamente el Sumo Iniciado—. Le he dado una oportunidad..., ?pero estoy perdiendo el tiempo con ella!

Se pregunto si Cyllan diria una ultima palabra, le suplicaria una vez mas, mientras se la llevaban. Incluso ahora estaba dispuesto a ayudarla si podia... , pero ella conservo su semblante helado, inexpresivo, y ni siquiera le miro al pasar. La puerta se cerro detras de ella, y Keridil, desenganado y furioso, levanto la copa de vino y la apuro de un trago.

Los empinados escalones que conducian al sotano del Castillo eran desiguales, y la luz vacilante de la linterna de la Hermana Erminet Rowald los hacia aun mas peligrosos, sobre todo al ir ella cargada con su bolsa de hierbas y pociones. Sin embargo, habia rechazado todo ofrecimiento de ayuda y convencido a Grevard que podia desenvolverse.

El medico se habia alegrado de que descargaran este peso de sus hombros, y su consentimiento resulto muy conveniente para lo que se proponia la Hermana Erminet. Mas alla de la bodega, le habia dicho el; despues, la tercera celda a la derecha. La tarea era engorrosa, y requeria tiempo... El olfato de Erminet capto olores mezclados de barriles mohosos, vino derramado, aire rancio y tierra, y se pregunto ironicamente como se podia esperar que un ser viviente prosperase en un ambiente tan desagradable.

Al llegar al final de la escalera, echo a andar con paso vivo por el largo y oscuro corredor. Un bultito gris plateado le pisaba los talones, confundiendose con las sombras y, al acercarse a la tercera puerta, Erminet se detuvo para mirar al gato que la habia seguido desde el cuerpo principal del edificio.

—Diablillo. —El afecto suavizo el tono normalmente agrio de la voz de la Hermana, y el gato levanto la cola —. ?Aqui no encontraras ninguna golosina!

El gato le respondio con un maullido de satisfaccion y echo a correr delante de ella. Era uno de los numerosos retonos del gato mimado de Grevard, que vivia en estado medio salvaje en el Castillo y, por alguna razon inescrutable, se habia aficionado recientemente a seguir a Erminet dondequiera que fuese, pegandose a ella como un amigo. A Erminet le divertia y complacia su predileccion por ella; le habia llamado Diablillo, y no del todo en broma; mu chas personas desconfiaban de las facultades telepaticas de esas criaturas, y ella, cuando nadie la observaba, mimaba a Diablillo con comida de su propio plato.

El gato, acuciado por el mismo instinto telepatico que permitia a los de su especie percibir de manera primitiva las emociones y los propositos humanos, se detuvo delante de la puerta adecuada y miro a Erminet con curioso interes. No habia guardias en la puerta (Keridil habia tomado precauciones mas arcanas) y Erminet saco de la bolsa la llave que le habia dado Grevard. Esta giro con dificultad en la cerradura y la Hermana entro en la mazmorra.

De momento, no pudo verle. La luz de la linterna era muy debil y las sombras enganaban a los ojos. Pero, al volverse despues de cerrar cuidadosamente la puerta a su espalda, una figura se movio en la densa oscuridad del fondo de la camara.

Tarod estaba sentado sobre lo que parecia un monton de harapos, apoyada la espalda en la humeda pared, e incluso en la penumbra pudo ver la Hermana Erminet el brillo sarcastico de sus ojos verdes. Grevard se habia descuidado: las drogas que le habia administrado habian dejado de surtir efecto y el preso estaba en pleno uso de sus facultades. Pero tal vez esto seria ventajoso para ella...

—Una Hermana de Aeoris viene a atender mis necesidades. Es un gran honor —dijo Tarod subitamente.

Erminet sorbio por la nariz. Habia visto antes a ese hombre, o demonio o lo que fuese, en circunstancias parecidas, y aunque habian medido sus armas, sentia respeto y bastante simpatia por el. Aunque este pensamiento podia ser heretico, censuraba la traicion que habia puesto a Tarod en este trance, y le disgustaba ver a un individuo antano tan soberbio reducido a la impotencia. Y todavia le gustaba menos la naturaleza de una muchacha como Sashka Veyyin

— Adepto Tarod. — Se acerco a el, al darse cuenta de que todavia no la habia reconocido—. Veo que las pociones de Grevard no han conseguido embotar tu lengua.

Los ojos verdes se entornaron momentaneamente, despues lanzo Tarod una risa cansada y gutural.

—Bien, bien, Hermana Erminet. No esperaba volver a estar a tu cuidado.

Ella dejo la bolsa en el suelo y contemplo a su paciente. Mas demacrado que nunca, sin afeitar, lacios los cabellos y sucia la ropa... y con las delatadoras arrugas de una enorme tension en el semblante. Este aspecto la afecto y, para combatir estos importunos sentimientos, dijo bruscamente —No pareces mejor despues de que te hayan dado este respiro.

— Gracias. ?Te ha enviado Grevard para que me distraigas con tus observaciones?

— Grevard esta demasiado ocupado atendiendo a las que, segun me han dicho, son consecuencias de tu trabajo —replico Erminet—. Solo me han enviado para comprobar que estas y seguiras estando bajo el efecto de las drogas. — Fruncio el entrecejo—. Yo diria que alguien ha descuidado sus obligaciones.

Tarod suspiro.

—Tal vez tambien te han dicho que aqui no represento una amenaza para nadie, tanto si estoy drogado como si no.

Esto era lo que Erminet habia sospechado, y se adaptaba al cuadro que se estaba formando despacio en su mente.

—He oido rumores sobre un trato entre el Sumo Iniciado y tu — dijo, revolviendo el contenido de su bolsa—. Pero parecian inverosimiles y nadie se tomo el trabajo de explicarlos a una pobre vieja como yo; por consiguiente, los deseche como tonterias.

—Pues son verdad —dijo Tarod, mirando con disgusto la pocima que ella estaba preparando.

Erminet interrumpio su trabajo y le miro reflexivamente.

—Entonces te habia juzgado mal. No me imaginaba que aceptases tan facilmente la derrota.

Vio un destello de dolor en sus ojos, y el gato, que hasta entonces habia estado tranquilamente sentado y lamiendose, interrumpio lo que estaba haciendo para lanzar un debil maullido de protesta, como si sus sentidos telepaticos hubiesen captado alguna fuerte emocion. Entonces, Tarod dijo brevemente:

—Tengo mis razones, Hermana.

— ?Oh, si...! —Erminet se paso la lengua por los labios—. Una muchacha...

Un subito cambio en el ambiente se manifesto cuando Tarod se irguio con todos los musculos en tension.

—?Has visto a Cyllan?

Ella habia esperado una reaccion, pero no tan vehemente, y fingio indiferencia para disimular su sorpresa.

—Conque se llama Cyllan. Si, la he visto hace menos de una hora. Es decir, si es aquella criatura de delicado aspecto, cabellos palidos y ojos peculiares.

Tarod se crispo visiblemente.

— ?Donde esta?

—Tu ansiedad te delata, Adepto. —Erminet le miro con expresion agria y divertida, pero se ablando de pronto—. Estaba con el Sumo Iniciado en el estudio de este... , y si, recuerdo las circunstancias en que concedio una entrevista parecida a la Hermana Novicia Sashka Veyyil. — Recordaba la cara de Cyllan, la angustia y el furor de sus ojos; tambien recordaba la discusion que habia escuchado desvergonzadamente antes de llamar a la puerta de Keridil—. Pero no debes temer nada a este respecto — anadio—. Si la muchacha hubiese estado armada, me

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