creyo ver, en su campo visual interior, una piedra preciosa de multiples facetas, reluciendo como un ojo burlon, y desde muy lejos, alguien —o algo— parecia llamarle por su nombre con extrana urgencia. Sumiendose en la confusion provocada por el narcotico, hizo oidos sordos a la llamada, la arrojo de su mente. Y la llamada se extinguio y no volvio a repetirse, y el yacio inmovil en la silenciosa oscuridad del sotano.

CAPITULO 12

Los ultimos rayos de sol habian iluminado brevemente la pared del Castillo, y la primera de las dos lunas asomaria pronto su cara picada de viruela por el Oriente. Brillaron antorchas en el patio; grupos de personas cruzaban el suelo enlosado y una risa ocasional llegaba hasta la ventana detras de la cual estaba sentada Cyllan, que miraba imperterrita aquella actividad.

Estaba agotada por su discusion con Keridil Toln, aturdida por los efectos del vino, y sin embargo no podia dormir. Habia tenido su unica oportunidad de pedir clemencia para Tarod, por muy remota que fuese la esperanza de triunfar, y su genio habia podido mas que ella. Le habia fallado, y ahora parecia que se le habian cerrado todos los caminos.

La invadia la colera, un amargo resentimiento contra la justicia del Circulo, que podia condenar a uno de los suyos a una muerte terrible sin el menor escrupulo. En la ceremonia intervenia el fuego, le habia dicho Tarod; un fuego sobrenatural que no solo quemaba la carne... Cyllan se llevo bruscamente una mano a la boca, para contener un espasmo de nauseas, al acudir odiosas imagenes a su mente, contra su voluntad. Cuando ceso el pasmo, temblo inevitablemente con la ira de la impotencia y con un miedo desesperado que hacia que tuviese ganas de gritar; Tarod moriria, mientras ella permanecia sentada en la horrible habitacion, impotente hasta que la pusieran en libertad... , y entonces seria demasiado tarde.

Pero nada podia hacer. Keridil habia cuidado de que no pudiese suicidarse y, con ello, anular el trato que habia hecho con Tarod; este no la abandonaria como ella le habia suplicado; el Circulo era intratable. Su unica posibilidad era, ahora, hincarse de rodillas y pedir a Aeoris un milagro.

Pero dificilmente se apiadaria Aeoris de una mujer que intercedia por un ser del Caos. Era mas probable que el Senor Blanco se alegrase de la destruccion de Tarod, y Cyllan, sin reparar en que su pensamiento era blasfemo, sintio que su ira se dirigia contra el propio dios. No encontraria ayuda en el; era mejor apelar a Yandros, Senor del Caos, que habia dicho que era hermano de Tarod...

Yandros. La idea la impresiono y le helo la sangre. Pero seguramente Yandros no permitiria que Tarod muriese, si tenia poder para intervenir.

Trato de desechar la idea como una locura. El propio Tarod habia roto sus lazos con el Caos, desterrado a Yandros y hablado de este como de un enemigo mortal.

Sin embargo, se dijo Cyllan, no podia haber un enemigo peor que aquellos que se habian propuesto aniquilar a Tarod. Tal vez Yandros podria ayudarla; tal vez no querria hacerlo. Pero como todas las otras puertas estaban cerradas, nada tenia que perder.

Se levanto, todavia temblando, y contemplo durante un par de minutos la luna que se elevaba lentamente y la miraba a su vez con ojos malevolos. ?Como podria llegar hasta un ente como Yandros? Las Hermanas viajeras que habian catequizado a los ninos de su pueblo natal ensenaban que Aeoris oia las peticiones de los mas humildes; que un corazon y un espiritu puros eran suficientes para conseguir la benevolencia del gran dios. Pero el corazon y el espiritu de Cyllan ardian de ira..., y suplicar al Caos era una cosa muy diferente. Si apelaba a Yandros, traicionaria su fidelidad a los Senores Blancos y se condenaria a sus ojos. Pero rechazar cualquier posibilidad que pudiese darle un minimo rayo de esperanza era una traicion todavia mayor...

Bajo la mirada para observar el patio, mas alla de las antorchas encendidas, y de los grupos de gente, hacia la alta mole de la Torre del Norte del Castillo donde Tarod habia tenido su nido de aguila. Sus ojos se empanaron al pensar en el, y dijo suavemente, como murmurando a un companero intimo:

— Tarod..., perdoname. No queda otro camino.

Cyllan se volvio y se sento en el suelo, con las piernas cruzadas. Por tradicion, todas las plegarias a Aeoris se formulaban estando el suplicante de cara al Este. Como Yandros era el enemigo por antonomasia de Aeoris, parecia adecuado que el peticionario mirase hacia el Oeste, y Cyllan reprimio una impresion instintiva de sacrilegio al volverse de espaldas al lugar por donde salia el sol. Cerrando los ojos, trato de formar una imagen en su mente, recordando la vision que habia tenido en el Salon de Marmol, cuando las estatuas sin cara le habian manifestado su verdadero origen. Facciones duras, bellas pero crueles; boca sonriente y burlona; ojos sesgados e inteligentes... Pero el cuadro era confuso, la eludia. Se concentro mas, respirando fuerte y ruidosamente en la silenciosa estancia, pero la imagen no queria tomar forma.

Si al menos tuviese sus piedras..., estas la ayudarian, le permitirian enfocar su mente y sus deseos. Pero la bolsa estaba en alguna parte del Castillo, fuera de su alcance, y no se atrevia a pedirla para que no sospechasen de sus intenciones. Abrio los ojos y suspiro. No era una hechicera; sus facultades eran bastante limitadas, incluso con los preciosos guijarros; sin ellos, no podia hacer nada.

Entonces fijo la mirada en un cuenco que sus carceleros habian dejado sobre la mesa. En un esfuerzo por tentar su apetito y evitar asi la desagradable necesidad de llamar a Grevard para que la obligara a comer, Keridil habia enviado un plato de frutas de la provincia de Perspectiva de la abundante despensa del Castillo. Ella las habia desdenado, a pesar de su rareza y de que nunca le habian ofrecido tales exquisiteces en su vida; pero ahora se dio cuenta de que la fruta contendria huesos... y tal vez bastaria un sustituto si no podia tener sus propias piedras.

Tomo rapidamente el cuenco de encima de la mesa y partio una de las frutas. En su centro tenia un hueso duro y arrugado del tamano de la una del pulgar... Despreciando la pulpa, empezo a partir otras frutas hasta que tuvo una coleccion de una docena de huesos. No eran muchos, pero tal vez le bastarian... Lamio el zumo de sus dedos. Estuvo tentada de comer una o dos de las destrozadas frutas, pero, como sabia la importancia del ayuno en los ritos magicos, domino su impulso, y despues se enjugo las palmas de las manos en la falda y agarro las piedras.

Esta vez, cuando cerro los ojos, la oscuridad detras de sus parpados era absoluta. Y momento mas tarde experimento la primera sensacion de cosquilleo en la nuca, que se extendio a todo el craneo. Dominando su excitacion, enfoco la mente, sintiendo la aspera y dura superficie de los huesos en los dedos cerrados. Apenas consciente de lo que hacia, sus labios formaron un nombre y lo murmuraron en el silencio.

Yandros...

Tenia las manos calientes, ardientes; las piedras parecian de hielo en comparacion con ellas... y una cara empezaba a formarse en su vision interior, tomando forma y vida...

Yandros..., escuchame, Yandros. Oyeme, Senor del Caos...

El silencio de la habitacion se hizo mas profundo y el aire parecio coagularse a su alrededor, como si hubiese descendido una grande y oscura cortina. Cyllan podia sentir su pulso repicando con fuerza en todo el cuerpo; le ardian las manos, y tambien las piedras ardian ahora...

Yandros, Senor de la Noche, Maestro de la Ilusion, escucha

mi ruego.... — Las palabras brotaban rapidas, inconsciente mente, de su boca; ya no las elegia, sino que acudian de subito a su lengua, como si hubiese despertado un antiguo recuerdo—. Yandros, aunque fuiste desterrado, tus siervos todavia te recuerdan. Vuelve a mi, Maestro del Caos, ?vuelve del reino de la Noche y ayudame!

Fue como si las piedras se encendiesen en sus manos. Cyllan grito de dolor y de espanto, y los huesos de las frutas se desparramaron por el suelo al arrojarlas ella con un violento movimiento reflejo. Se echo atras y, en el mismo momento, un sordo estampido resono en sus oidos.

?Aeoris!

La invocacion, aunque inadecuada, fue involuntaria, y Cyllan abrio los ojos.

Las sombrias paredes de su habitacion no habian cambiado. Las piedras estaban en el suelo, formando un dibujo casual que no podia interpretar en absoluto y, al desvanecerse su fuerte calor, comprendio, afligida, que habia fracasado. Yandros no podia o no queria responder a su llamada, y lo unico que ella habia experimentado habia sido un engano de su febril y desesperada imaginacion.

Se levanto, volviendo la espalda a las piedras desparramadas, y se acerco a la ventana. La primera luna

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