continuamente; dudo de que pueda controlar su propia mente, y menos influir en las de los demas.
— Tal vez le hemos menospreciado.
— Bueno, solo hay una manera de saberlo — dijo Keridil —. Volvamos junto a nuestros invitados.
Su entrada fue recibida con alivio y con muchas preguntas fruto de la curiosidad. Keridil calmo sus ansias con la promesa de una explicacion completa y fue en busca de la Hermana Erminet, que estaba sentada sola a una mesa, cosa que ahora le parecio sospechosa, y parecia desinteresarse de todo.
—Hermana Erminet. —Sonrio al acercarse a ella—. Lamento tener que molestarte para un asunto medico, pero... Ella le miro rapidamente y Keridil creyo que detectaba alivio en su semblante.
—?Un asunto medico? —dijo Erminet—. ?Se ha puesto alguien enfermo?
—Por decirlo de algun modo. Se refiere a una de las personas que estan a tu cargo y quisiera poner en claro una cosa.
— ?Ah...! — dijo cautelosamente Erminet.
—La muchacha, Cyllan... Creo que dijiste que estaba durmiendo cuando la dejaste, ?no es cierto?
Se estaba agrupando gente a su alrededor. Erminet vacilo un momento y se vio claramente que estaba desconcertada.
— ?Lo dije? Tal vez si... Si, creo que estaba durmiendo.
— ?Y cerraste bien la puerta cuando saliste?
Ahora la cara de la vieja tenia una palidez enfermiza; pero se domino y sonrio.
—Naturalmente, Sumo Iniciado. Aqui tengo la llave, como siempre. —La mostro, pero su mano no estaba firme—. Nunca me separo de ella.
Fue todo lo que Keridil necesitaba. Inclinandose hacia adelante dijo a media voz, pero con furia:
— Entonces podras explicarme, Hermana, como pudo Cyllan salir de su habitacion cerrada y cometer un asesinato a sangre fria en este Castillo, hace menos de quince minutos.
El poco color que le quedaba se desvanecio de la cara de Erminet, que tenia ahora un tono de cemento seco. Trato de levantarse, pero las piernas no la sostuvieron, y su expresion la habria condenado sin tener que decir una palabra.
— ?Oh, dioses..., ella no..., no es posible...!
Se tapo la boca con una mano.
Keridil llamo a dos Iniciados.
— Por favor, conducid a la Hermana Erminet Rowald a su habitacion e impedid que salga de ella hasta que yo envie a buscarla. —Y anadio, dirigiendose a Erminet—: Creo, Hermana, que eres culpable de un acto que habria creido inverosimil en una persona de tu vocacion. Espero que puedas demostrar que estoy equivocado, pero lo dudo mucho. Tendras oportunidad de hablar cuando Cyllan Anassan haya sido aprehendida.
Saludo con una breve inclinacion de cabeza a la vieja e hizo una sena a los Iniciados para que se la llevasen. Un silencio de pasmo se cernio en el comedor mientras los Iniciados conducian a la prisionera entre los invitados en direccion a la puerta; despues, Keridil tomo una jarra de vino vacia y golpeo con ella la mesa para llamar la atencion. Todos los rostros de los que estaban en la vasta estancia se volvieron hacia el.
—Amigos mios —dijo Keridil, con la colera vibrando todavia en su voz—, lamento tener que poner prematuramente fin a esta velada, pero tengo que anunciaros un grave suceso y agradecere la colaboracion de todos los hombres y mujeres que sean capaces de prestarmela esta noche.
A su lado, Sashka se acomodo en el sillon que tenia mas cerca, bajando los ojos y sonriendo debilmente.
Se habia perdido. Su aterrorizada huida a ciegas de la escena del tragico encuentro con Drachea le habia llevado a una parte remota y oscura del Castillo, donde solo habia paredes negras y silencio. Su instinto la habia conducido a lo largo de estrechos pasadizos y tramos descendentes de escalera, hasta que al fin estuvo segura de que sus perseguidores, si es que existia tal persecucion, habian quedado muy atras. Entonces se detuvo, se tambaleo y cayo agotada sobre el frio suelo de piedra.
Poco a poco, al ser sustituido el puro miedo por una calma peculiar, los fragmentos de lo que habia sucedido empezaron a formar un recuerdo coherente. Habia matado a Drachea. En los sombrios momentos que habia pasado a solas en su habitacion cerrada, habia ansiado a menudo tener oportunidad de vengarse de el, y su imaginacion se habia desbocado. Ahora la fantasia se habia convertido en realidad, y la realidad era sangrienta y fea y horrible. Sin embargo, no podia sentir remordimiento; su odio era demasiado fuerte, y el deseo de un justo castigo, demasiado grande.
Con un estremecimiento interior, recordo como la piedra del Caos habia cobrado vida en su mano, el resplandor de aquella luz fria que habia paralizado a Drachea. La piedra le habia dado la oportunidad que necesitaba para atacar.. , y tambien habia alimentado su odio, concentrandolo en un afan de destruccion y mutilacion que habia nublado su razon y la habia convertido en una salvaje asesina. La piedra estaba ahora inactiva, reposando en su mano izquierda. Le dolian los dedos de tanto apretarla y tuvo que forzarlos a abrirse para poder mirar la gema en su palma. Parecia una joya sencilla; sin embargo el recuerdo de las sensaciones que habia despertado en ella le producia un hormigueo en la carne. Empezaba a comprender los sentimientos ambiguos de Tarod, que la aborrecia y la necesitaba a un tiempo... Tenia razon; era una gema mortal. Y ahora comprendio por que se habia avenido Yandros a ayudarla.
Rapidamente, casi temiendo que la piedra pudiese afectarla mas si continuaba llevandola en la mano, la introdujo debajo del corpino de su vestido. Retiro la mano manchada de rojo y entonces se dio cuenta de que la sangre de Drachea la habia tenido de los pies a la cabeza. La vision le produjo un ataque de repugnancia fisica, y por un instante, penso que vomitaria; pero el espasmo paso, al imponerse una vez mas la fria logica.
Lo hecho, hecho estaba, y fuese justo o injusto, no se arrepentia de ello. Drachea estaba muerto, nadie habria podido sobrevivir a tan furioso ataque, y ella habia conservado su libertad, al menos de momento.
Pero la caza habria ya empezado, y lo mas probable era que conociesen su identidad. No podia esperar salvarse de ser capturada mientras permaneciese en los confines del Castillo y, si la aprehendian, no tendria una segunda oportunidad, ni podria esperar clemencia. Moriria, ahorcada o mas probablemente decapitada, y Tarod moriria tambien.
Tenia que llegar hasta el. Tenia que darle la piedra del Caos y suplicarle que la emplease en caso necesario, para salvarse los dos. Sin su fuerza y su poder, la red se cerraria y estarian perdidos; necesitaban la piedra, por muy mortifera que pudiese ser.
Vacilando, se puso de pie y se aliso el vestido, sin prestar atencion a las manchas. Guardo el cuchillo en la manga, reacia a desprenderse de el, por si podia necesitarlo de nuevo. La suerte, y Yandros, habian estado con ella en una ocasion, pero no se atrevia a confiar en ellos por segunda vez. Si podia mantenerse en los corredores desiertos del Castillo hasta encontrar el camino del sotano donde estaba encarcelado Tarod, tanto mejor; pero mataria de nuevo, si tenia que hacerlo para alcanzar su meta.
Se cubrio los cabellos con la capucha de la capa corta y echo a andar por el pasillo.
Cyllan no habria sabido decir el tiempo que habia pasado cuando, al fin, llego a un lugar donde una empinada escalera descendia a los sotanos del Castillo, pero supo que estaba cerca de su meta. Recordando las instrucciones de la Hermana Erminet, reconocio el camino que conducia a los almacenes subterraneos y bajo apresuradamente la escalera hasta que una subita e inquietante intuicion la hizo detenerse.
Tal vez habia sido imaginacion o un eco enganoso venido de alguna parte, pero creyo haber oido un ruido alla abajo, como de unos pies arrastrandose sobre un suelo de piedra. Conteniendo el aliento y dando gracias a los dioses por las prendas oscuras que la ayudaban a confundirse con las sombras, dio un paso cauteloso, y otro, y otro, hasta que llego al pie de la escalera. Aqui, un estrecho tunel se cruzaba en su camino y Cyllan, adosandose a la humeda pared, se asomo a la esquina, cubriendose la mejilla con la capucha.
Tarod estaba en la tercera camara, segun le habia dicho la Hermana Erminet. Y alli, delante de la puerta, habia dos hombres. Uno de ellos estaba apoyado en la pared, silbando debilmente entre dientes, mientras tallaba un trocito de madera con la hoja de un cuchillo de terrible aspecto; el otro estaba sentado, contemplando el techo del tunel y sumido al parecer en sus pensamientos. Pero su aparente descuido era compensado por la espada de larga hoja que cada uno de ellos llevaba colgada del cinto. Habian sido enviados para custodiar la celda y Cyllan comprendio que no tenia manera de evitarles si trataba de alcanzar a Tarod.
Lentamente, sin ruido, retrocedio en la oscuridad, con la boca seca de miedo y de colera. Era demasiado tarde: le estaban dando caza, y hubiese debido pensar que la primera accion de Keridil seria poner una guardia ante la celda de Tarod. Ahora habrian descubierto ya la desaparicion de la piedra del Caos y redoblarian sus esfuerzos