paseo le proporcionaria tiempo para reflexionar sin distracciones sobre aquel misterio.
La loba yacia en la carretilla, tan comoda como era posible tenerla en un lecho de sacos y paja. El animal se encontraba sumido en un profundo sueno, parecido a un trance —Niahrin le habia suministrado mas cantidad del licor de la que era estrictamente aconsejable, pero tenia sus ramones—, y, mientras se ponia en marcha con pasos largos y decididos, con la carretilla traqueteando y bamboleandose delante de ella, la bruja empezo a revisar mentalmente lo poco que sabia.
Un lobo que hablaba el lenguaje humano. ?Habia oido jamas algo parecido? Rememoro las historias que su madre le habia contado, luego retrocedio aun mas hasta las ensenanzas y los conocimientos locales recibidos de su abuela, y decidio que no. Y la criatura habia sido arrojada a la playa por el mar. Por norma los lobos no se aventuraban cerca del mar; parecian sentir un temor o aversion instintivos por el, y sabia con seguridad que ninguno vivia a menos de dos kilometros o mas de la costa. ?Existiria, se pregunto de improviso, alguna conexion con el barco embarrancado frente al cabo Amberland durante el temporal del dia anterior? Las noticias viajaban veloces en la region, y el naufragio habia sido el tema de conversacion en el mercado de Ingan. Habia muchos supervivientes, por lo que habia oido (y habia que dar gracias a la Madre por ello), que se estaban recuperando en uno de los poblados de Amberland situados mas alla a lo largo de la costa. A lo mejor podria enviar un mensaje con uno de los hijos de los guardabosques, para preguntar si habia habido una loba a bordo del barco. No era muy probable, pero Niahrin habia aprendido hacia ya tiempo que no era prudente descartar ni siquiera las conjeturas mas extravagantes.
Luego estaba la cuestion de lo que habia dicho la loba. Algo sobre que queria a Indigo. ?Que era Indigo? ?Una persona?, ?un lugar?, ?un objeto? ?O lo habia entendido todo mal, y la pobre criatura habia estado intentando decir «me quiero ir» o algo parecido? Si, eso tendria sentido. Pero Niahrin tenia el presentimiento de que no lo habia entendido mal.
Contemplo meditabunda el lamentable monton de pelaje gris, seco ahora pero todavia sucio, que descansaba en el interior de la carretilla. Primero lo primero: comodidades y cuidados era lo que importaba por encima de todo, y esas cosas ella podia proporcionarlas en grandes cantidades. Pero, cuando hubiera hecho todo lo que estaba en su mano... bien, entonces habria tiempo para investigar mas a fondo.
Niahrin llego al bosque una hora antes de anochecer, lo que la satisfizo. Los dias eran cada vez mas largos a medida que la primavera se estiraba hacia el verano; muchos de los arboles mostraban ya los brillantes colores de las jovenes hojas nuevas como una neblina verde, y la hierba en los claros brotaba exuberante y vigorosa. Tendria una buena cosecha de escalonias en su parcela de las verduras cualquier dia de estos, y era casi el momento de sembrar judias y raices de verano. Una epoca de cultivo y tambien una buena epoca para curar heridas. Con una extrana y pesarosa sonrisita, se dijo que era tambien una buena epoca para volver a despertar una vieja magia, una que hacia muchos anos que no utilizaba. La idea le produjo un escalofrio nada agradable, pues en lo mas profundo de su mente todavia la temia como siempre habia hecho, y le devolvia recuerdos que habria preferido no recuperar. No obstante, un don existia para ser utilizado. Y el don que su abuela le habia entregado, veinticinco anos atras, era tal vez el unico medio de resolver este enigma...
Su casa se encontraba a media hora de camino desde el linde del bosque, en un claro entre robles, fresnos y abedules que en pleno verano formaban un agradable dosel moteado. Al igual que otras casas de los alrededores, estaba construida en madera con un tejado de turba, y se erguia firme y cuadrada en el interior de su propia parcela vallada con mimbre. No tenia mas que un piso y dos habitaciones, pero siempre habia sido lo bastante amplia para las necesidades de Niahrin.
La mujer empujo la puerta —no habia cerraduras, pues ningun isleno osaria jamas penetrar en la casa de una bruja sin ser invitado— y encendio dos velas antes de arrastrar la carretilla hasta el umbral y levantar en brazos a la loba que dormia en su interior. El animal era pesado, y, pese a su buena forma fisica y su fuerza, Niahrin dio gracias que la criatura no estuviera despierta para sufrir tan torpe maniobra. Por fin, consiguio depositar a la loba sobre un jergon relleno de heno junto a la chimenea, y empezo a encender el fuego que habia dejado dispuesto aquella manana. Lo primero que haria seria colocar su comida a calentar, pues nadie trabajaba bien con el estomago vacio, y mientras el cazo hervia tendria tiempo de tratar adecuadamente los entablillados y vendajes de la loba y de anadir uno o dos conjuros, que no habia podido realizar bajo la mirada de los aldeanos, para infundir poder curativo.
Cuando termino, del cazo del trebedes se elevaba un olor apetitoso y la habitacion estaba caliente y bien iluminada por la luz del hogar, desafiando a la oscuridad exterior. Mientras se servia una generosa racion de estofado de conejo en un bol y cortaba un pedazo de grueso pastel como postre, Niahrin entono una dulce cancion, en parte para calmar a la dormida loba y en parte para crear la atmosfera soporifera que permitiria a su mente realizar la transicion desde una realidad a la otra. Comio despacio, de forma casi ritual; luego se sirvio un vaso de agua de una jarra, lo bebio y fue a sentarse con las piernas cruzadas en el lado opuesto de la chimenea al que se encontraba la loba. Durante quizas un minuto todo permanecio en silencio; entonces, desde algun punto en las profundidades del bosque, un buho lanzo su solitario y lugubre grito, y Niahrin supo que era el momento oportuno.
Se llevo una mano al parche que le cubria el ojo izquierdo, y lo levanto. Desde que le habian hecho aquello, habia dejado de tener espejos, pero recordaba muy bien la expresion de horror en los rostros de aquellos a quienes se habia mostrado; el asco, la repugnancia, la compasion por una mujer condenada a la solteria por el don de su abuela.
Ella era especial, eso era lo que su abuela habia dicho. Niahrin no le guardaba rencor, pues aun entonces habia comprendido que la anciana tenia razon y habia aceptado el don de buen grado; incluso habia querido mas a la abuela por ello. ?Que importaba si ningun hombre iba a mirarla jamas a no ser con expresion de repugnancia? Estaba casada con su arte, y eso era algo que aquellos que la compadecian no podrian entender nunca.
El ojo izquierdo de Niahrin era el ojo de una monstruosidad. Sin pestanas, la piel arrugada como una pasa a su alrededor, su color convertido en un horrible gris cadaverico, cuyo iris parecia difuminarse en el blanco del ojo y fundirse en el. Y la mirada era fija e inmovil, desviada a un lado en una espantosa mirada estrabica; una expresion de autentica demencia.
Pero Niahrin distaba mucho de estar loca. Y este ojo, este don, por grotesco y horrible que pudiera ser, le proporcionaba algo que era totalmente suyo.
Niahrin empezo a canturrear otra vez en voz baja. El terrible ojo bizco parpadeo una vez, y sobre la imagen de la habitacion iluminada por las llamas empezaron a aparecer nuevos paisajes, que se materializaban despacio pero con claridad, otras realidades que se fusionaban con su agradable mundo. Pasado, presente y futuro, uniendose como los hilos del telar de un tejedor. Lo que fue; lo que podria haber sido; lo que podria ser. Y en su mente, como fantasmas susurrantes, las voces
CAPITULO 4
Niahrin permanecio despierta hasta bien entrada la noche, meditando sobre lo que habia averiguado —o, quiza lo que era mas importante, sobre lo que
Estaba sentada junto a la mas pequena de las dos ventanas de la casa, observando los cambiantes dibujos que la luz, de la luna trazaba al filtrarse por entre los arboles que rodeaban el claro mientras las imagenes seguian persiguiendola. De vez en cuando volvia la cabeza y contemplaba la yacente figura de la loba, apenas distinguible ahora en la cada vez mas apagada luz de las llamas, y en esos momentos le daba la impresion de que las imagenes se acercaban mas, de que surgian de entre las sombras para convertirse casi en una presencia tangible en la habitacion. Una anciana, con la espalda encorvada por el reuma, los ojos extraviados y llenos de una silenciosa y furibunda amargura; una pareja hermosa, despreocupada y risuena; un hombre vestido con ropas elegantes que yacia boca abajo sobre un lecho mientras su sangre tenia las sabanas de hilo; un anciano sabio, de cabellos blancos y rostro bondadosos, que tocaba un arpa que lloraba y gemia. Y otra mas. Alguien cuyo rostro sabia que habia visto en algun monto de su vida pero al que su memoria era incapaz de dar un nombre o una identidad. Ese era el misterio mas extrano de todos. A lo mejor era el esfuerzo agotador que significaba poner en funcionamiento sus