que era Carn Caille. Todas ellas rostros conocidos, que pasaban junto a ella dedicandole un saludo con la cabeza o una sonrisa o una leve reverencia. No importaba que sus cuerpos parecieran tan insustanciales como sombras; esta noche eran reales para ella, y eso era todo lo que contaba.

Alguien habia estado tocando el arpa un poco antes, pero ahora la distante musica habia cesado. Sin duda Cushmagar se habia ido a la cama; hombre madrugador, le gustaba retirarse antes que el resto de la corte. Por la manana le pediria que le ensenase la melodia que tanto la habia deleitado en el gran salon esta noche. Para entonces su mente estaria despejada y lo que debia hacer estaria finalizado, de modo que podria dedicar toda su atencion a la musica.

Avanzando rapidamente, con paso ligero —tan ligero, de hecho, que de vez en cuando daba la impresion de que sus pies no tocaban el frio suelo de piedra— recorrio decidida los pasillos hasta que, al fin, la puerta que buscaba aparecio ante ella. No habia necesidad de llamar; ja habia habido necesidad de llamar. Este era su refugio, el refugio de ellos. El pestillo se alzo, y entro en los aposentos. Por un instante tan solo un olor peculiar la asalto humedad combinada con un deje de algo putrefacto, como carne pasada dejada a pudrir al sol del verano. Pero se desvanecio, y, a la luz de las velas que ardian en sus sopor de las paredes, siguio adelante hasta la habitacion interior.

Su madre estaba sentada junto a la ventana. Levanto mirada al entrar ella, y, cuando sus preciosos ojos miope contemplaron a la visitante, una sonrisa aparecio en rostro.

—?Indigo!

La reina Imogen llevaba un vestido de color rojo sangre; curioso, penso Indigo, ya que aquel color jamas le ha sentado bien. La reina fue al encuentro de su hija con los brazos extendidos para abrazarla, y, si por un fugaz momento su aspecto parecio el de la reina viuda Moragh, Indigo fingio no darse cuenta. Despues de todo, eso formaba parte del juego.

Se besaron y se separaron. La piel de Imogen despedia un aroma a eglantina y a fruta demasiado madura.

—Vamos —dijo la reina—, ven y sientate conmigo y cuentame tus suenos.

?Suenos? Indigo se echo a reir.

—Yo no sueno, madre. Estaba escuchando a Cushmagar en el salon. Interpreto una nueva melodia hoy. Un aisling. Vi...

Se interrumpio.

—?Viste? —La voz de Imogen era dulce y singularmente triste—. ?Que viste, Indigo? ?Fue sobre... tu nombre el color de la muerte? —Suspiro y se aparto unos pasos de modo que Indigo no podia tocarla; ni siquiera quedaba a tiro del cuchillo.

Pero no importaba. No era Imogen la victima.

—Deberiamos haber elegido otro nombre para ti —anadio la reina, y ahora su tono estaba tenido de irritacion.

Casi lo hicimos. Estuvimos a punto de llamarte Anghara. Pero luego, cuando supimos... —Se encogio de hombros y lanzo una carcajada—. Ven a ver el retrato del maestro Breym. Por fin lo ha terminado. Nos lo ha traido hoy a primera hora.

Indigo quiso decir: «El maestro Breym esta muerto», pero eso no parecia tener sentido. Se acerco para colocarse junto a su madre y levanto la vista hacia el cuadro, envuelto en terciopelo de color Indigo, que colgaba sobre la repisa como habia colgado durante cincuenta anos.

—Ninguno de nosotros ha cambiado. —Miro a Imogen, vio que asentia, y sonrio—. Ninguno de nosotros, madre. Ni siquiera yo.

—?Y como quieres que lo sepa, con los ojos como los tengo? —Imogen se acerco mas a la chimenea, atisbando—. De todos modos, tendremos que poner otro dentro de poco. Cuando te cases con Fenran. Un cuadro de todos nosotros en tu banquete de bodas resultaria perfecto; y quizas una miniatura, tambien, para enviarla a mi familia en Khimiz.

—Estan todos muertos, madre —dijo Indigo con calma—. Muertos hace tiempo.

—?Lo estan? Bueno, no importa. Luego, cuando Kirra escoja esposa, tendremos...

—?No!

La mano de Indigo se cerro sobre el mango del cuchillo. Imogen se dio la vuelta y la contemplo con bondadosa curiosidad, y las palabras que Indigo habia ensayado una y otra vez en preparacion para este momento surgieron en tropel.

—No, madre, Kirra no se casara. No lo permitire. Nosotros no lo permitiremos. No sera asi... No debe serlo, o... —De nuevo se interrumpio.

—Que criatura mas extrana eres... —La reina parpadeo—. Tienes que hablar con tu padre sobre ello. El tomara la decision.

Indigo se volvio.

—Padre...

El rey Kalig la contemplaba indulgente. Una parte de la mente de Indigo, medio sepultada, se dio cuenta de que momentos antes el no se encontraba en la habitacion, pero el resto de ella, cautivo del sueno, de la alucinacion, acepto su presencia sin sorprenderse. Tambien el iba vestido de rojo sangre, y de nuevo ella se pregunto por que. El no necesitaba ocultar las manchas.

—Padre... —Se acerco a besarlo y fue como si besara hueso viejo y barnizado, no obstante el hecho de que el estuviera alli de pie ante ella, vigoroso y lleno de vida.

El rey Kalig dirigio una mirada a su esposa; una mirada furtiva, que su hija no debia ver. A Indigo le molesto aquello.

—Toca para mi, Anghara —pidio el rey, utilizando el nombre equivocado, el nombre que habian decidido no darle—. Toca el arpa de Cushmagar. La ha dejado preparada para ti.

No habia visto el arpa al entrar en la habitacion, pero ahora estaba alli, solitaria en medio del suelo. ?Cuanto tiempo habia transcurrido desde que alguien se habia atrevido a tocarla? ?Quien podia haberse atrevido desde la muerte de Cushmagar?

—Interpreta el aisling de Cushmagar —ordeno su padre.

No desobedecio a su padre. Se acerco al arpa; no habia ningun taburete dispuesto pero de todos modos el instrumento se encontraba a la altura exacta. No necesito mas que colocarse frente a el. Flexiono los dedos y poso las manos sobre las cuerdas, recordando la melodia a pesar de que Cushmagar aun no habia tenido tiempo de ensenarsela. Manana a lo mejor la reganaria por su presuncion, pero por ahora eso no era importante.

Pulso el primer acorde. Fuera de los muros de Carn Caille un lobo aullo consternado, y las cuerdas del arpa se partieron bajo sus dedos.

—?No! —Indigo se echo hacia atras, y el arpa empezo A desplomarse; la madera y el metal se desmoronaban en sus manos, convertidos en algo podrido. Miro a su alrededor, frenetica, pero Kalig e Imogen habian desaparecido.

Detras de ella, unas manos fueron a posarse sobre sus hombros.

Con un chillido de sorpresa, Indigo giro en redondo.

Unos ojos grises se clavaron en los suyos; ojos risuenos, amantes, traviesos y satisfechos de haberla sobresaltado.

Una melena negra enmarcaba un rostro curtido por el viento, y todavia llevaba las viejas ropas con las que habian ido a cabalgar juntos a primeras horas de aquel mismo dia.

Debiera haberse cambiado de ropa antes de la fiesta de la noche en el gran salon; su hermano, Kirra, se habia dado cuenta y habia hecho un comentario desagradable. Habia sonado como una broma, pero Indigo sabia que no era asi.

—Amor mio... —Se olvido del arpa, que de todos modos se habia deshecho ya, y se entrego a sus brazos—. Fenran. Mi amor. Mi esposo.

Porque lo era. Ella llevaba el anillo en el dedo, y, aunque el tuviera ahora diez anos mas en tanto que ella no habia cambiado, eso no importaba. Empezo a besarla y ella dijo, volviendo la cabeza a un lado:

—No, amor, no. Mi padre y mi madre nos observan. —Tu padre y tu madre se han ido —replico el, y al mirar por encima del hombro ella vio que asi era. Estaban solos en la habitacion. Habia llegado el momento, pues. »Carn Caille duerme. —Fenran, su amante, su esposo, su socio en la conspiracion, apreto los labios contra la oreja de Indigo y su voz fue un susurro, aspero, extranamente gutural—. Todos duermen.

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