Ella habia querido la torre norte. Ambos la habian querido, ya que era un agradable lugar en el que refugiarse del bullicio de Carn Caille, y tambien quedaba alejado de las inmensas vistas meridionales de la tundra y la inquietante luz estival de las regiones polares situadas mas alla. Hubo una epoca en que Indigo habia amado aquellas tierras con su enorme y desolada belleza, pero eso habia sido mucho tiempo atras y la antigua magia que habian tenido para ella se habia convertido en algo menos agradable, de modo que no habia querido volver a contemplarlas. Pero les habian negado la torre. Como tantas otras cosas, otro habia reclamado la torre; las palabras y los argumentos no habian conseguido rectificar la decision, y la amargura habia hecho su aparicion. Ahora la amargura era todo lo que quedaba y la corroia desde dentro como una enfermedad devastadora. Hubo una epoca en que amaba a su hermano, pero aquello habia quedado atras, sepultado por los resentimientos, los celos y las frustraciones, que habian encontrado su nuevo punto de mira en la disension sobre la torre.
Pero, aunque la torre era una cuestion insignificante, los otros agravios no lo eran. Ella lo sabia; Fenran lo sabia; y ahora, juntos, resolverian de una vez por todas la injusticia que se habia cometido con ellos. «Injusticia.» La palabra resono en la mente de Indigo como una letania. Toda su vida habian padecido la injusticia, pero eso terminaria. No mas desilusiones. No mas rivalidades. Esta noche reclamarian lo que se les deberia haber concedido anos atras.
Fenran aguardaba en el pasillo principal. Habia querido ocupar el lugar de ella y llevar a cabo la accion por su propia mano, pero Indigo se habia negado. Ella habia iniciado esto; ella lo terminaria. Era lo justo. Asi pues Fenran aguardaba y vigilaba, y ella... Sonrio, sin dejar que las palabras surgieran pero sabiendo que estaban en su mente, reconfortantes y calidas.
La habitacion de la torre no estaba totalmente a oscuras ni tampoco en completo silencio. La tenue luz de la luna brillaba a traves de la alta y estrecha ventana y jugueteaba a los pies del enorme lecho con dosel —que debiera haber sido su lecho, el de ellos—, y de la zona en penumbra situada mas alla le llegaba el apagado y ritmico sonido de dos durmientes que dormian pacificamente.
Kirra y su esposa habian bebido vino con una calculada dosis de narcotico, y no despertarian. Con paso ligero y sigilosa como la neblina, Indigo avanzo hacia la cama, y el cuchillo que empunaba centelleo al ser alzado en el aire.
Entonces, desde el otro lado de las puertas de Carn Caille, sobresaltando a Niahrin, que permanecia indecisa junto a la escalera, sobresaltando igualmente
En la habitacion de la torre, la violenta sacudida provocada por el repentino despertar dejo a Indigo sin aliento y la hizo tambalearse hacia atras. Se balanceo y recupero el equilibrio por puro reflejo fisico; luego sus ojos se abrieron y se quedo inmovil, parpadeando aturdida, en medio de la habitacion.
?Donde se encontraba? Esta no era la habitacion que le habian dado; el mobiliario era diferente, la estancia misma era mas grande, y la ventana estaba en el lugar equivocado.
Y en su mano... ?que...?
Levanto la mano, vio lo que sostenia, y su boca se abrio llena de incredulidad. Muy despacio, volvio la cabeza para mirar en direccion a la cama. Las cortinas estaban corridas, la luz de la luna iluminaba los postes de la cabecera E entre ellos se distinguia un revoltijo de almohadas y el brillo de una melena rubia. El rostro de la durmiente estaba vuelto a un lado, pero un brazo de piel muy blanca sobresalia por encima de las mantas, con la mano extendida y los dedos ligeramente crispados, y en uno de los dedos brillaba una alianza. Indigo habia visto antes la alianza. Era la de la reina Brythere.
La comprension llego arrastrandose desde lo mas profundo de su ser hasta alcanzar su mente consciente. Las manos empezaron a temblarle, el cuchillo escapo de sus dedos y golpeo el suelo con un leve pero claro sonido. Brythere se removio en el lecho y murmuro unas palabras. Presa de panico, con la cabeza dandole vueltas y el corazon latiendo con tal fuerza bajo las costillas que parecia como si fuera a estallar, Indigo se agacho rapidamente para tantear el suelo en busca del arma. No debia dejarla alli, no debia dejarla alli para que la encontraran, y mientras sus dedos intentaban localizarla rezo en silencio, desesperada: «No dejes que despierte; oh, dulce Tierra, Madre todopoderosa, por favor, no dejes que despierte...».
De pronto, un leve movimiento captado con el rabillo del ojo llamo su atencion. La cabeza de Indigo se alzo violentamente, y lo que vio casi le provoco un ataque al corazon. Una figura se habia alzado frente al dosel de la cama y la miraba directamente a ella.
Por un espantoso momento Indigo perdio toda esperanza. La reina habia despertado; estaba sentada en la cama, la habia visto, y un grito de auxilio haria aparecer corriendo a la mitad de los soldados de Carn Caille. Pero la figura no grito, no se movio siquiera... y entonces Indigo se dio cuenta de que la primera impresion habia sido erronea. Esta no era Brythere. Brythere seguia dormida... pero erguida mas alla de su figura tumbada, en el extremo opuesto de la cama, habia una anciana. Los blancos cabellos sujetos en trenzas le caian hasta la cintura, y tenia el rostro cubierto de arrugas y la boca hundida y curvada en una mueca amarga. Indigo reconocio las familiares facciones y los brillantes ojos de color azul violaceo: era la representacion de su propio ser en anos venideros.
La vieja sonrio; no fue una sonrisa agradable sino cruel, astuta y conspiradora. La mujer levanto una mano y la llamo.
El autocontrol que Indigo se habia esforzado por mantener no podia competir con esta aparicion. Incapaz de contenerse profirio un gemido de autentico terror y, olvidando el cuchillo perdido, dio media vuelta y huyo. Fue vagamente consciente de que a su espalda se producia un repentino frenesi de actividad y que una «aguda voz de mujer la llamaba interrogante y alarmada, pero no se detuvo; mientras Brythere se incorporaba en el lecho y el fantasma de la anciana desaparecia, ella abandono la habitacion. Descendio los bajos escalones de tres en tres y de cuatro en cuatro, perdiendo pie en dos ocasiones, chocando en una contra la pared y aranandose la mano con la aspera piedra al apoyarse para recuperar el equilibrio. Alcanzo el final de la escalera, se lanzo a traves de la arcada, giro... y choco de cara con Niahrin. —?Indigo!
La bruja la agarro por el brazo, obligandola a detenerle. Por un instante los ojos de las dos mujeres se encontraron y sus miradas se clavaron la una en la otra; Niahrin desconcertada, Indigo aterrada. Luego, con un violento [tiron que cogio a Niahrin desprevenida, Indigo libero su brazo y, antes de que la bruja pudiera reaccionar, se alejo Corriendo por el pasillo.
—
—?No,
—?Silencio,
—La reina ha sufrido otra pesadilla. —La voz de Ketrin era seca—. No hay motivo de alarma. Informad a su alteza y rogadle si le importaria venir. Luego podeis regresar a vuestras camas.
Los hombres hicieron una reverencia y se marcharon. Arriesgandose a echar una ojeada desde su escondite mientras ellos desaparecian, Niahrin comprobo con desaliento que Ketrin no parecia dispuesta a regresar a los aposentos de la reina Brythere y darle tiempo para escabullirse lejos de alli con