Indigo partio un pedazo de pan y empezo a masticarlo. Vinar observo con alivio que parecia haberse recuperado con mucha rapidez de la conmocion del inesperado ataque de
—Celosa o no —respondio—, sean cuales sean sus motivos, eso no altera las cosas. —Volvio la cabeza, y sus ojos, salpicados de plata, se clavaron con intensidad en los de el—. No cambia nada, Vinar... y, si a
Vinar sintio una punzada de pesar, pues queria a
Aparto el brazo de los hombros de su amada al fin y volvio la atencion a su propio desayuno. Hasta ahora habia tenido poco tiempo para asimilar aquello tan extraordinario y maravilloso que le habia sucedido, y, puesto que era honrado, reconocio que no sentia demasiadas ganas de examinar muy a fondo los motivos que se ocultaban bajo el repentino e inesperado cambio de parecer de Indigo. Para Vinar, las causas y los motivos no eran importantes; todo lo que importaba era que Indigo queria convertirse en su esposa, y por ello el estaria eternamente agradecido.
Ella habia ido a verlo de madrugada. Habia entrado en su habitacion y lo habia sacado de su sueno con un sobresalto; luego, tras cogerle las manos entre las suyas, le habia dicho de golpe y sin rodeos que queria que ambos se casaran. Asombrado, y todavia confuso por el repentino despertar. Vinar habia estado en un principio medio convencido de que sonaba. Pero el fervor y resolucion de la joven habian sido tales que habia acabado por atreverse a creer que aquello no era un sueno, sino la realidad: mareante y jubilosa realidad. Incluso la confesion de su engano, que hizo titubeante y temeroso de su colera, no significo nada para ella. El la amaba, dijo; era por ese motivo que habia actuado como lo habia hecho. Lo comprendia, y no habia nada que perdonar. El la amaba. Eso era todo lo que importaba. El la amaba de verdad. Debia olvidar a su familia, le dijo; olvidar Carn Caille y la busqueda que los habia llevado alli. Se casaria con el tan pronto como pudiera organizarse la ceremonia, y se irian los dos juntos, de vuelta al mar, de vuelta al hogar de el en Scorva.
Vinar no sabia nada de lo sucedido a primeras horas de esa noche. No sabia nada del sueno sonambulo, de la visita de Indigo a la torre de la reina o del tormento que la muchacha habia padecido durante las horas que siguieron. De regreso en su oscura habitacion, sentada en el suelo con las piernas cruzadas, Indigo se habia columpiado febril adelante y atras, abrazandose a si misma en un esfuerzo desesperado e inutil por mantener a raya su pesadumbre y terror. La reaccion llego en estremecedoras oleadas, como una fiebre; imagenes horripilantes del crimen que habia estado a punto de cometer llameaban en su cerebro, y con ellas el terror ante la propia impotencia. ?Que poder monstruoso se habia apoderado de su mente dormida? ?Que horrores permanecian encerrados en su perdida memoria, que la arrastraban a pensamientos asesinos? ?Y que haria, que
Y en el origen de todo ello estaba Carn Caille; Indigo estaba segura ahora de que su llegada alli —o su regreso, pues la perseguia una siniestra y terrible sensacion de familiaridad dentro de estas paredes— habia desencadenado algo en su cerebro. «Pesadillas que frecuentan las paredes», habia dicho la reina Brythere. Indigo volvio a estremecerse. Habia creido que Carn Caille podia tener la clave del legado perdido de su pasado y ahora temia haber estado en lo cierto; pero el legado que la llamaba era algo salido de una pesadilla. La loba que hablaba, el loco Perd, la alterada familia real: todos formaban parte de ello, estaba segura. Y el periodico sueno de Brythere, que ella habia compartido y que ahora por una aterradora deformacion habia estado a punto de convertirse en tragica realidad... Indigo no queria saber nada mas de todo aquello. No deseaba ahondar mas en lo que fuera que se ocultaba aqui; todo lo que queria era arrojarlo lejos de si como arrojaria a un demonio.
Balanceandose y temblando a solas en la oscuridad, habia llegado a una decision. Su unico deseo era escapar de Carn Caille y del malevolo hechizo que lanzaba sobre ella, y su unica esperanza, su unico puntal y salvacion, era Vinar. El no tenia nada que ver en esto; era tan inocente como un recien nacido, firme y seguro, un viento limpio y purificador con el poder de dispersar la neblina envenenada que empezaba a rodearla. Un buen hombre... que la amaba. Indigo sabia que sus propios sentimientos no se correspondian con los de el y que a lo mejor jamas lo harian. Pero existian muchos grados de amor. Y ella apreciaba a Vinar, lo respetaba, y el le gustaba. Sin duda eso era suficiente, y con el tiempo aprenderia a amarlo de la forma que sabia que el ansiaba. El la ayudaria, le ensenaria y, por encima de todo, la llevaria lejos de Carn Caille y la protegeria de los repugnantes fantasmas de los recuerdos que la muchacha temia recuperar.
Asi pues habia ido a su encuentro, y habia dejado que la tomase en sus brazos, y le habia dicho que queria convertirse en su esposa. Ahora, ante la mesa del desayuno en el salon de Carn Caille y con su hombre, su prometido, sentado alto y fuerte y dulcemente posesivo junto a ella, era como si a Indigo le hubieran quitado de los hombros un terrible peso. Ni siquiera la reaccion violenta e imprevisible de la loba mutante la habia trastornado; el animal le resultaba indiferente, porque sabia que no tenia por que tener que ver nada mas con el. Tenia a Vinar ahora. Vinar se ocuparia de ella. Vinar la mantendria a salvo.
?Por que, entonces,
La decision que
Y todavia quedaba un demonio.
Cuando Niahrin regreso,
—?Que sucede,
—No es eso. —Las palabras no salieron con facilidad, pero
Por un momento Niahrin penso que simplemente iba a disculparse, pero luego una intuicion mas sutil le indico que esto era algo mas. Se acerco al sillon situado ante la chimenea y se sento, sin dejar de observar a
—Si —dijo con suavidad—, te escucho.
—Es...