Indigo partio un pedazo de pan y empezo a masticarlo. Vinar observo con alivio que parecia haberse recuperado con mucha rapidez de la conmocion del inesperado ataque de Grimya, y ahora que todos los que los habian felicitado se habian retirado con mucho tacto a otras mesas, permitiendo que conversaran en privado, la muchacha volvia a estar tranquila y serena.

—Celosa o no —respondio—, sean cuales sean sus motivos, eso no altera las cosas. —Volvio la cabeza, y sus ojos, salpicados de plata, se clavaron con intensidad en los de el—. No cambia nada, Vinar... y, si a Grimya no le gusta, puede buscarse un hogar con otra persona. —Si. Si, tienes razon.

Vinar sintio una punzada de pesar, pues queria a Grimya y le dolia haberla trastornado tanto. Pero si, como parecia inevitable, la loba estaba decidida a obligar a Indigo a escoger entre su antiguo y su nuevo amor, no podia mas que sentirse satisfecho de que la eleccion de su prometida fuera tan firme e inequivoca. Por grande que fuera la desdicha de Grimya, penso no sin cierta sensacion de culpabilidad, no podia estropear su propia felicidad. Tal vez si esta desavenencia entre ellos no llegaba a solucionarse, la loba podria encontrar un nuevo hogar junto a Niahrin. La bruja parecia una mujer agradable, de buen corazon y desde luego muy encarinada con el animal. Quizas ella podria ofrecer a Grimya una nueva felicidad y contento si el e Indigo no eran capaces de hacerlo.

Aparto el brazo de los hombros de su amada al fin y volvio la atencion a su propio desayuno. Hasta ahora habia tenido poco tiempo para asimilar aquello tan extraordinario y maravilloso que le habia sucedido, y, puesto que era honrado, reconocio que no sentia demasiadas ganas de examinar muy a fondo los motivos que se ocultaban bajo el repentino e inesperado cambio de parecer de Indigo. Para Vinar, las causas y los motivos no eran importantes; todo lo que importaba era que Indigo queria convertirse en su esposa, y por ello el estaria eternamente agradecido.

Ella habia ido a verlo de madrugada. Habia entrado en su habitacion y lo habia sacado de su sueno con un sobresalto; luego, tras cogerle las manos entre las suyas, le habia dicho de golpe y sin rodeos que queria que ambos se casaran. Asombrado, y todavia confuso por el repentino despertar. Vinar habia estado en un principio medio convencido de que sonaba. Pero el fervor y resolucion de la joven habian sido tales que habia acabado por atreverse a creer que aquello no era un sueno, sino la realidad: mareante y jubilosa realidad. Incluso la confesion de su engano, que hizo titubeante y temeroso de su colera, no significo nada para ella. El la amaba, dijo; era por ese motivo que habia actuado como lo habia hecho. Lo comprendia, y no habia nada que perdonar. El la amaba. Eso era todo lo que importaba. El la amaba de verdad. Debia olvidar a su familia, le dijo; olvidar Carn Caille y la busqueda que los habia llevado alli. Se casaria con el tan pronto como pudiera organizarse la ceremonia, y se irian los dos juntos, de vuelta al mar, de vuelta al hogar de el en Scorva.

Vinar no sabia nada de lo sucedido a primeras horas de esa noche. No sabia nada del sueno sonambulo, de la visita de Indigo a la torre de la reina o del tormento que la muchacha habia padecido durante las horas que siguieron. De regreso en su oscura habitacion, sentada en el suelo con las piernas cruzadas, Indigo se habia columpiado febril adelante y atras, abrazandose a si misma en un esfuerzo desesperado e inutil por mantener a raya su pesadumbre y terror. La reaccion llego en estremecedoras oleadas, como una fiebre; imagenes horripilantes del crimen que habia estado a punto de cometer llameaban en su cerebro, y con ellas el terror ante la propia impotencia. ?Que poder monstruoso se habia apoderado de su mente dormida? ?Que horrores permanecian encerrados en su perdida memoria, que la arrastraban a pensamientos asesinos? ?Y que haria, que podria hacer, si volvia a atacarla aquel impulso durante el sueno?

Y en el origen de todo ello estaba Carn Caille; Indigo estaba segura ahora de que su llegada alli —o su regreso, pues la perseguia una siniestra y terrible sensacion de familiaridad dentro de estas paredes— habia desencadenado algo en su cerebro. «Pesadillas que frecuentan las paredes», habia dicho la reina Brythere. Indigo volvio a estremecerse. Habia creido que Carn Caille podia tener la clave del legado perdido de su pasado y ahora temia haber estado en lo cierto; pero el legado que la llamaba era algo salido de una pesadilla. La loba que hablaba, el loco Perd, la alterada familia real: todos formaban parte de ello, estaba segura. Y el periodico sueno de Brythere, que ella habia compartido y que ahora por una aterradora deformacion habia estado a punto de convertirse en tragica realidad... Indigo no queria saber nada mas de todo aquello. No deseaba ahondar mas en lo que fuera que se ocultaba aqui; todo lo que queria era arrojarlo lejos de si como arrojaria a un demonio.

Balanceandose y temblando a solas en la oscuridad, habia llegado a una decision. Su unico deseo era escapar de Carn Caille y del malevolo hechizo que lanzaba sobre ella, y su unica esperanza, su unico puntal y salvacion, era Vinar. El no tenia nada que ver en esto; era tan inocente como un recien nacido, firme y seguro, un viento limpio y purificador con el poder de dispersar la neblina envenenada que empezaba a rodearla. Un buen hombre... que la amaba. Indigo sabia que sus propios sentimientos no se correspondian con los de el y que a lo mejor jamas lo harian. Pero existian muchos grados de amor. Y ella apreciaba a Vinar, lo respetaba, y el le gustaba. Sin duda eso era suficiente, y con el tiempo aprenderia a amarlo de la forma que sabia que el ansiaba. El la ayudaria, le ensenaria y, por encima de todo, la llevaria lejos de Carn Caille y la protegeria de los repugnantes fantasmas de los recuerdos que la muchacha temia recuperar.

Asi pues habia ido a su encuentro, y habia dejado que la tomase en sus brazos, y le habia dicho que queria convertirse en su esposa. Ahora, ante la mesa del desayuno en el salon de Carn Caille y con su hombre, su prometido, sentado alto y fuerte y dulcemente posesivo junto a ella, era como si a Indigo le hubieran quitado de los hombros un terrible peso. Ni siquiera la reaccion violenta e imprevisible de la loba mutante la habia trastornado; el animal le resultaba indiferente, porque sabia que no tenia por que tener que ver nada mas con el. Tenia a Vinar ahora. Vinar se ocuparia de ella. Vinar la mantendria a salvo.

?Por que, entonces, por que, se sentia como si una parte de su alma hubiera muerto?

La decision que Grimya tomo durante la siguiente hora fue una de las mas duras de su vida. En un principio se habia mostrado resueltamente desafiante; no dijo nada mientras la arrastraban sin miramientos de vuelta a la habitacion de invitados, no dijo nada mientras Niahrin la reganaba abiertamente por su comportamiento, y no dijo nada tampoco cuando la bruja, reducida por fin a impotente exasperacion, se marcho en busca de algo que comer. Cuando se hubo marchado, Grimya se acurruco en el suelo, los ojos clavados en la puerta cerrada con llave pero sin ver otra cosa que las imagenes que desfilaban por su cerebro; imagenes que abarcaban cincuenta anos de vagabundeo, de amigos y enemigos, triunfos y fracasos, alegrias y desesperacion, y por encima de todo el vinculo que Indigo y ella habian compartido durante todas sus pruebas. Ahora, el pasado se habia convertido en cenizas. Indigo la habia olvidado, olvidado el sueno que durante tanto tiempo se habia esforzado por cumplir, y dentro de poco se asestaria el ultimo golpe cuando rompiera los lazos de union, y con ellos sus irrealizadas esperanzas, para siempre.

Y todavia quedaba un demonio.

Grimya no podia dejar que Indigo se fuera. Sabia que ese habia sido el acicate oculto tras el ataque realizado en el gran salon, aunque ahora se daba cuenta de que habia sido algo precipitado y estupido y no habia ocasionado mas que dano en lugar del bien que ella deseaba. Si se hubiera detenido a pensar, en lugar de actuar llevada por un impulso temerario... Pero ahora era demasiado tarde para lamentarlo, y tampoco habia la menor esperanza de convencer a Indigo para que la escuchara, y mucho menos la comprendiera. Si queria evitar la catastrofe que se aproximaba, se dijo Grimya, debia encontrar otro modo. Y para ello necesitaria ayuda humana.

Cuando Niahrin regreso, Grimya estaba decidida y dispuesta. La bruja entro en la habitacion y cerro la puerta; entonces se detuvo al ver a la loba sentada muy erguida en medio de la estancia. Una cautelosa expresion interrogante aparecio en sus ojos.

—?Que sucede, Grimya? —pregunto—. ?No te encuentras bien?

—No es eso. —Las palabras no salieron con facilidad, pero Grimya las habia ensayado y estaba decidida a decirlas—. Qui... quiero hablar contigo, Niahrin. Hay algo que debo contarte.

Por un momento Niahrin penso que simplemente iba a disculparse, pero luego una intuicion mas sutil le indico que esto era algo mas. Se acerco al sillon situado ante la chimenea y se sento, sin dejar de observar a Grimya.

—Si —dijo con suavidad—, te escucho.

—Es... —Grimya vacilo, lanzo un gemido y volvio a reunir todo su animo—. Es sobre Indigo. Al... algo que no sabes. Nadie lo sabe, excepto yo. Ella... —De nuevo le fallo la voz. Niahrin no la presiono sino que espero paciente. Por fin Grimya trago saliva, se lamio el hocico y continuo.

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