director.

– ?Se lleva un control de esta clase de prestamos? -pregunto el.

Al otro lado de la mesa se oyo un susurro de seda cuando Flavia cruzo las piernas mientras decia suavemente:

– Ah, de modo que fue asi. -Y entonces agrego, como si Brunetti le hubiera preguntado-: Yo hable con el una sola vez, y no me gusto.

– ?Cuando hablaste con el, Flavia? -pregunto Brett, sin responder a Brunetti.

– Media hora antes de conocerte a ti, cara. En tu exposicion del palazzo Ducale.

Casi automaticamente, Brett rectifico:

– No era mi exposicion. -A Brunetti le parecio que aquella rectificacion habia sido hecha ya otras muchas veces.

– Bueno, de quienquiera que fuese -dijo Flavia-. Era el dia de la inauguracion, y a mi me estaban haciendo los honores de la ciudad, la diva que nos visita, etcetera. -Su tono hacia que el concepto de su fama sonara un poco ridiculo. Puesto que Brett tenia que estar enterada de las circunstancias en que se habian conocido, Brunetti supuso que la explicacion estaba dirigida a el.

– Semenzato me acompanaba por las salas, pero yo tenia ensayo aquella tarde y quiza estuve un poco brusca con el. -?Brusca? Brunetti habia sido testigo del mal humor de Flavia y «brusco» no parecia un termino apropiado para describirlo.

– No hacia mas que decirme lo mucho que admiraba mi talento. -Hizo una pausa e inclinandose hacia Brunetti le puso una mano en el antebrazo mientras explicaba-. Eso siempre significa que no me han oido cantar y que, si me oyeran, seguramente no les gustaria, pero como saben que soy famosa les parece que tienen que adularme. - Dada la explicacion, retiro la mano e irguio el busto-. Yo tenia la impresion de que, mientras me ensenaba lo fantastica que era la exposicion -en un inciso, a Brett-: y lo era, desde luego -y otra vez a Brunetti-: lo que al parecer yo debia comprender era lo fantastico que era el por haber tenido la idea. Aunque no la habia tenido el. Bueno, yo entonces ignoraba que era la exposicion de Brett… pero el se daba tanta importancia que se me hizo antipatico.

Brunetti comprendia perfectamente que a Flavia no le gustara la competencia de personas presuntuosas. No; en esto era injusto, porque ella no era presuntuosa. Tenia que reconocer que la habia juzgado mal. Alli no habia vanidad, solo el natural conocimiento de la propia valia y talento, y el sabia de su pasado lo suficiente como para comprender lo mucho que le habia costado llegar adonde ahora estaba.

– Y entonces llegaste tu con una copa de champana y me rescataste -sonrio a Brett.

– Champana, no es mala idea -dijo Brett, cortando las reminiscencias de Flavia, y Brunetti observo con sorpresa la similitud entre su reaccion y la de Paola cada vez que el se ponia a contar a alguien como se habian conocido, chocando en el extremo de uno de los pasillos de la biblioteca de la universidad. ?Cuantas veces durante su matrimonio le habria pedido ella que le trajera una copa o interrumpido su relato haciendo una pregunta a otra persona? ?Y por que a el le producia tanto placer referir aquello? Misterios. Misterios.

Flavia, captando la insinuacion, se levanto y cruzo la sala. No eran mas que las once y media de la manana, pero, si ellas querian beber champana, el considero que no era quien para protestar ni impedirselo.

Brett hojeo el libro y se recosto en el sofa, pero las paginas volvieron solas al lugar anterior, mostrando a Brunetti el toro dorado, un fragmento del cual habia matado a Semenzato.

– ?Como lo conocio usted? -pregunto Brunetti.

– Colabore con el en la exposicion de China hace cinco anos. La mayor parte de nuestra relacion fue por carta, ya que mientras se organizaba la exposicion yo estaba en China. Le escribia para sugerirle piezas, de las que le enviaba fotos, tamano y peso, porque habia que transportarlas por avion desde Xian y Pekin a Nueva York y luego a Londres y de Londres a Milan, desde donde vendrian a Venecia en camion y en barco. -Hizo una pausa antes de agregar-: No lo conoci personalmente hasta que vine a montar la exposicion.

– ?Quien decidio que piezas habia que traer de China?

Ella hizo una mueca al recordar la exasperacion sufrida.

– ?Quien sabe? -Viendo que el no comprendia, trato de explicar-: Intervenian en esto el Gobierno chino, con sus ministerios de Antiguedades y Asuntos Exteriores y, por nuestra parte -el observo que, inconscientemente, ella consideraba Venecia «nuestra parte»-, el museo, el departamento de Antiguedades, la Policia de Finanzas, el Ministerio de Cultura y otras varias instituciones que me he esforzado en olvidar. -Su expresion reflejo el mal recuerdo de la burocracia-. Aqui era horrible, mucho peor que en Nueva York y que en Londres. Y tenia que hacer los tramites desde Xian, con cartas que se retrasaban en el correo o que eran retenidas por la censura. Finalmente, al cabo de tres meses, en vista de que las cosas no adelantaban (faltaba un ano para la inauguracion), decidi venir y en dos semanas lo arregle casi todo, aunque tuve que ir dos veces a Roma.

– ?Y Semenzato? -pregunto Brunetti.

– Creo que, en primer lugar, debe usted comprender que su nombramiento fue esencialmente politico. -Sonrio al ver la sorpresa de Brunetti-. Tenia cierta experiencia en museos, pero no recuerdo de donde. Su designacion fue una compensacion politica. De todos modos, en el museo habia, hay -rectifico inmediatamente- conservadores que son los que se encargan de las colecciones. Su funcion era ante todo administrativa, y la desempenaba muy bien.

– ?Y la exposicion que se hizo aqui? ?Le ayudo a usted a montarla? -Se oia a Flavia trajinar en el otro extremo del apartamento, ruido de cajones y armarios que se abrian y cerraban y tintineo de copas.

– Muy poco. Ya le he dicho que para las inauguraciones en Nueva York y en Londres hice viajes relampago desde Xian, y aqui tambien vine para la inauguracion. -El creia que ya habia terminado de hablar pero entonces ella agrego-: Y me quede un mes.

– ?Tenia mucho contacto con el?

– Muy poco. Mientras se montaba la exposicion el estuvo de vacaciones y luego, cuando volvio, tuvo que ir a Roma a hablar con el ministro para un intercambio con el Brera de Milan en relacion con otra exposicion que tenian en proyecto.

– Pero algun trato personal tendria con el mientras tanto, ?no?

– Si. Era un hombre simpatico y, dentro de lo posible, complaciente. Me dio carta blanca en la exposicion, dejando que la montara a mi gusto. Luego, cuando se clausuro, hizo otro tanto por mi ayudante.

– ?Su ayudante? -pregunto Brunetti.

Brett lanzo una mirada a la cocina y respondio:

– Matsuko Shibata, una japonesa que me ayudaba en Xian, prestada por el Museo de Tokio, en regimen de intercambio entre los Gobiernos japones y chino. Habia estudiado en Berkeley y regresado a Tokio al licenciarse.

– ?Donde esta ahora? -pregunto Brunetti.

Ella se inclino sobre el libro y volvio a hojearlo hasta que su mano se detuvo junto a un delicado biombo japones con una pintura de garzas que volaban sobre altos bambues.

– Murio. Sufrio un accidente en la excavacion.

– ?Que ocurrio? -Brunetti hablo en voz baja, consciente de que la muerte de Semenzato hacia que Brett empezara a ver este accidente a una luz distinta.

– Una caida. La excavacion de Xian es poco mas que una fosa cubierta por una especie de hangar de aviacion. Las estatuas de los soldados del ejercito que el emperador queria llevar consigo a la eternidad estaban sepultadas. En algunos sitios habiamos tenido que excavar tres o cuatro metros para llegar hasta ellas. Hay un camino alrededor de la excavacion, con un murete, para que los turistas no se caigan o no nos echen tierra encima con los pies mientras estamos trabajando. Pero en algunas zonas en las que no se permite la entrada a los turistas, no hay muro. Matsuko cayo… -empezo, pero Brunetti observo como las nuevas posibilidades que se le aparecian le hacian modificar los terminos-. El cuerpo de Matsuko fue hallado al pie de uno de estos lugares. Se habia desnucado al caer desde una altura de tres metros. -Miro a Brunetti y reconocio francamente sus nuevas dudas cambiando la ultima frase-: La encontraron en el fondo, con el cuello roto.

– ?Cuando ocurrio?

Sono una detonacion en la cocina. Sin pensar, Brunetti se levanto dando media vuelta y se agacho situandose entre Brett y la puerta de la cocina. Ya sacaba el revolver de debajo de la americana, cuando Flavia grito: «Porco vacca» y ambos oyeron el inconfundible siseo del champana que brota de la

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