– ?Matsuko? -pregunto.

– Probablemente.

– Pero, ?como conocio ella a Semenzato? ?O, por lo menos, como supo que el era la persona que debia abordar?

Brunetti reflexiono.

– Al parecer, el tenia cierta reputacion, por lo menos, aqui.

– ?La clase de reputacion que habria llegado a oidos de Matsuko?

– Quiza. Hacia anos que ella trabajaba con antiguedades, por lo que probablemente habia oido rumores. Y dice Brett que su familia es muy rica. Quiza los muy ricos saben estas cosas.

– Si, las sabemos -convino ella con espontaneidad-. Es casi como un club privado, como si hubiesemos hecho voto de guardarnos los secretos unos a otros. Y siempre es facil, facilisimo, saber donde puedes encontrar a un asesor fiscal marrullero, y no es que los haya de otra clase, por lo menos, en este pais, o a quien proporcione droga, o chicos, o chicas, o a alguien que se encargue de que un cuadro pase de un pais a otro discretamente. Desde luego, no se como funcionan estas cosas en el Japon, pero no creo que alli sea muy distinto de aqui. La riqueza tiene su propio pasaporte.

– ?Habia oido algo a proposito de Semenzato?

– Ya le dije que solo lo vi una vez y no me gusto, por lo que no me interesaba lo que pudiera decirse de el. Y ahora ya es tarde para preguntar, porque todo el mundo se empenara en hablar bien. -Se inclino, tomo la copa de Brett y bebio un sorbo-. Aunque, desde luego, dentro de unas semanas las cosas cambiaran y la gente volvera a decir la verdad. Pero ahora no es momento de hacer indagaciones. -Puso la copa en la mesa.

Aunque creia saber la respuesta, Brunetti pregunto:

– ?Brett ha dicho algo de Matsuko? Concretamente, despues de que mataran a Semenzato.

Flavia movio la cabeza negativamente.

– No ha dicho mucho de nada. Por lo menos, desde que empezo todo esto. -Se inclino y movio la copa unos milimetros hacia la izquierda. -Brett teme la violencia. Lo cual no tiene sentido, porque ella es muy valiente. Nosotras, las italianas, no somos valientes. Desenvueltas y descaradas, si, pero carecemos de valor fisico. Cuando esta en China, pasa la mitad del tiempo viajando por el pais y durmiendo en tiendas de campana. Hasta se fue al Tibet en autobus. Me dijo que, como los chinos no quisieron darle visado, falsifico los papeles y se fue. No la asustan estas cosas, las cosas que a la mayoria nos aterran, como los conflictos con las autoridades o el arresto. Pero la violencia fisica le da miedo. Yo diria que porque es muy cerebral, porque ella se plantea y resuelve las cosas con el intelecto. Desde que esto ocurrio no es la misma. No quiere abrir la puerta. Finge no oir el timbre y espera a que conteste yo. Y es que tiene miedo.

Brunetti se preguntaba por que Flavia le contaba estas cosas.

– He de irme dentro de una semana -dijo ella en respuesta a su pregunta-. Mis hijos se han ido con su padre dos semanas a esquiar y regresan entonces. Ya he suspendido tres actuaciones y no puedo suspender ninguna mas. Ni quiero. Le he pedido que venga conmigo, pero no quiere.

– ?Por que?

– No lo se. No quiere darme la razon. O no puede.

– ?Por que me dice esto?

– Creo que a usted le escucharia.

– ?Si le dijera que?

– Si le pidiera que fuera conmigo.

– ?A Milan?

– Si. Luego, en marzo, tengo que estar un mes en Munich. Podria acompanarme.

– ?No ha de volver a China?

– ?Para acabar desnucada en el fondo de la fosa? -Aunque sabia que su colera no era para el, Brunetti cerro los ojos.

– ?Ella ha hablado de volver?

– Ella no ha hablado de nada.

– ?Sabe cuando pensaba marcharse?

– No creo que tuviera un plan. Cuando llego, dijo que no tenia reserva para el regreso. -Se encaro con la mirada inquisitiva de Brunetti-. Eso dependia de lo que averiguara por medio de Semenzato. -Por su tono, el dedujo que esta era solo una parte de la explicacion. Espero el resto-. Pero tambien dependia de mi, imagino. -Desvio la mirada un momento y agrego-: Me consiguio una invitacion para dar lecciones magistrales en Pekin. Queria que fuera con ella.

– ?Y? -pregunto Brunetti.

Flavia desecho la idea agitando la mano y dijo tan solo:

– Aun no lo habiamos decidido antes de que ocurriera esto.

– ?Y despues?

Ella movio la cabeza negativamente.

Con tanto hablar de Brett, hasta aquel momento no reparo Brunetti en que hacia ya mucho rato que ella habia salido de la sala.

– ?Es esa la unica puerta? -pregunto.

La pregunta fue tan repentina que Flavia tardo unos instantes en entenderla y luego en descubrir su significado.

– Si. No hay otra salida. Ni otra entrada. Y el tejado esta aislado, no se puede acceder a el. -Se levanto-. Voy a ver que hace.

Estuvo fuera mucho tiempo, durante el cual Brunetti hojeo el libro que Brett habia dejado en el sofa. Miro largamente la puerta de Istar, tratando de averiguar a que parte de la figura correspondia el ladrillo que habia matado a Semenzato. Era como un rompecabezas, y no consiguio encontrar, en el grabado de la puerta, el lugar en el que pudiera encajar la pieza que ahora se encontraba en el laboratorio de la policia de la questura.

Transcurrieron casi cinco minutos antes de que Flavia regresara. Mientras hablaba, se quedo de pie al lado de la mesa, con lo que dio a entender a Brunetti que la visita habia terminado.

– Ahora duerme. El analgesico que toma es muy fuerte, me parece que contiene tranquilizante. Ademas, el champana habra influido. Dormira hasta la tarde.

– Necesito volver a hablar con ella.

– ?No puede esperar a manana?

Realmente, no podia, pero no habia mas remedio.

– Si. ?Le parece bien que venga a la misma hora?

– Desde luego. Le dire que ha quedado en volver. Y tratare de limitar el consumo de champana. -La visita podia haber terminado pero, al parecer, la tregua continuaba.

Brunetti, que habia decidido que Dom Perignon era una bebida excelente para media manana, penso que esta precaucion era innecesaria y confio en que al dia siguiente Flavia hubiera cambiado de opinion.

12

?Era esto senal de un alcoholismo incipiente?, penso Brunetti al descubrir que, durante el camino de regreso a la questura, sentia deseos de entrar en un bar a pedir otra copa de champana. ?O era, sencillamente, la reaccion inevitable a la perspectiva de tener que hablar con Patta aquella manana? Le parecia preferible la primera explicacion.

Cuando abrio la puerta de su despacho, sintio una oleada de aire caliente tan palpable que se volvio a mirar si la veia rodar por el pasillo y arrollar a algun inocente que no estuviera familiarizado con los caprichos del sistema de calefaccion. Todos los anos, alrededor del dia de santa Agata, 5 de febrero, el calor invadia todos los despachos del lado norte de la cuarta planta de la questura al tiempo que desaparecia de los pasillos y despachos del lado sur de la tercera planta. La situacion se prolongaba unas tres semanas, generalmente, hasta san Leandro, al que la mayoria de los empleados solian agradecer el favor de su liberacion. Nadie habia sido capaz

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