Lele solto una carcajada tan fuerte que Brunetti tuvo que apartar el auricular del oido hasta que su amigo acabo de reir.

– Cuanta razon tiene -dijo entonces Lele-. Aunque no creo que tarden tanto.

– ?Quieres decir con eso que hay mas cosas que decir de el?

– No, Guido; no quiero inducirte a error, pero a un par de personas no ha parecido sorprenderles mucho que muriera de este modo. -Como Brunetti no preguntara, Lele explico-: Al parecer, tenia tratos con gente del Sur.

– ?Es que ahora se interesan por el arte? -dijo Brunetti.

– Si; por lo visto ya no tienen bastante con las drogas y las prostitutas.

– Creo que vale mas que de ahora en adelante doblemos la vigilancia en los museos.

– Guido, ?a quien crees que compran los cuadros?

?Seria esto otro salto cualitativo: la Mafia, competidora de Sotheby's?

– Lele, ?son de fiar esas personas con las que has hablado?

– Puedes creer lo que dicen, Guido.

– Gracias, Lele. Si sabes algo mas, dimelo, por favor.

– Descuida. Guido, si en esto estan implicados los caballeros del Sur, vale mas que tengas cuidado, ?de acuerdo? -Una senal del poder que la Mafia empezaba a adquirir aqui, en el Norte, era la de que la gente era reacia a pronunciar su nombre.

– Naturalmente, Lele, y gracias otra vez.

– Lo digo en serio -insistio Lele antes de colgar.

Brunetti colgo a su vez y, casi sin pensar, cruzo el despacho y abrio la ventana para que entrara aire frio. Los trabajos de la fachada de la iglesia de San Lorenzo que quedaba enfrente, habian sido interrumpidos durante el invierno, y el andamiaje estaba desierto. Uno de los grandes plasticos que lo cubrian se habia desgarrado y, a pesar de la distancia, Brunetti lo oia restallar asperamente sacudido por el viento. Sobre la iglesia navegaban oscuras nubes que venian del Sur y que, seguramente, traian mas lluvia para la tarde.

Brunetti miro el reloj. No habia tiempo para visitar al signor Murino antes del almuerzo, pero aquella tarde pasaria por la tienda, a ver cual era su reaccion ante la visita de un comisario de policia. La Mafia. Obras de arte robadas. Sabia que mas de la mitad de los museos del pais estaban casi permanentemente cerrados, pero nunca se habia detenido a pensar lo que esto podia significar por lo que se referia a hurto, robo y, en el caso de las piezas de la exposicion de China, sustitucion. Los vigilantes estaban mal pagados y, sin embargo, sus sindicatos eran fuertes y se oponian a que se permitiera trabajar en los museos a guardias voluntarios. Recordaba haber oido anos atras la sugerencia de que se permitiera servir como guardias voluntarios de los museos a los jovenes que optaban por dos anos de servicio social en lugar del ano y medio de servicio militar. La idea ni llego a debatirse en el Senado.

Suponiendo que Semenzato hubiera intervenido en la sustitucion de piezas autenticas por falsas, ?quien mejor situado que un anticuario para vender los originales? El disponia de la clientela y tambien de los conocimientos necesarios para hacer una valoracion exacta y, por otra parte, si ello era necesario, sabria como hacer la entrega de las piezas sin la interferencia de la policia y del departamento financiero de la comision de Bellas Artes. Hacer entrar y salir del pais obras de arte era juego de ninos. Bastaba una mirada al mapa de Italia para ver lo permeables que eran las fronteras. Miles de kilometros de bahias, calas, ensenadas y playas. Ademas, para los bien organizados o bien relacionados, estaban los puertos y los aeropuertos por los que cualquier cosa podia pasar impunemente. No eran solo los que guardaban los museos los que estaban mal pagados.

Un golpe en la puerta interrumpio sus reflexiones.

– Avanti -grito cerrando la ventana. Hora de volver a asarse.

Entro la signorina Elettra, con un bloc en una mano y una carpeta en la otra.

– En esta carpeta he encontrado el apellido del capitan. Es Carrara, Giulio Carrara. Sigue en Roma pero el ano pasado fue ascendido a maggiore.

– ?Como lo ha averiguado, signorina?

– He llamado a su despacho en Roma y he hablado con su secretaria. Le he dicho que le avise de que usted le llamara esta tarde. Ya habia salido a almorzar y no volvera hasta las tres y media. -Brunetti sabia lo que en Roma podia significar las tres y media.

Como si hubiera expresado su pensamiento en voz alta, la signorina Elettra dijo:

– Le he preguntado y ella me ha dicho que realmente regresa a las tres y media, asi que estoy segura de que puede llamarle.

– Gracias, signorina -dijo y una vez mas dio gracias en silencio de que esta maravilla pudiera resistir incolume el diario asalto de las intemperancias de Patta-. ?Puedo preguntarle como ha conseguido encontrar el nombre tan pronto?

– Oh, hace meses que trato de familiarizarme con los archivos. He hecho varios cambios porque el sistema actual no tiene logica. Espero que nadie se moleste.

– No lo creo. Nadie ha podido encontrar nunca nada en ese archivo, de modo que cualquier cambio tiene que ser para mejorar. Ademas, se supone que todo esta pasado al sistema informatico.

Ella lo miro con la expresion del que ha pasado algun tiempo en medio de las fichas acumuladas, y Brunetti tomo nota de no repetir esta observacion. La joven puso la carpeta encima de la mesa. El observo que hoy llevaba un vestido de lana negra con un atrevido cinturon rojo cenido a la fina cintura. La joven saco un panuelo del bolsillo y se enjugo la frente.

– ?Siempre hace aqui tanto calor, comisario? -pregunto.

– No, signorina, es algo que ocurre durante unas semanas a partir de primeros de febrero. Generalmente, termina antes de fin de mes. No afecta su despacho.

– ?Es el scirocco? -La pregunta era logica. Si el viento calido de Africa traia el acqua alta, tambien podia traer temperatura alta al despacho.

– No, signorina. Es el sistema de calefaccion. Nadie ha podido descubrir la causa. Ya se acostumbrara. De todos modos, antes de fin de mes habra pasado.

– Asi lo espero -dijo ella volviendo a enjugarse la frente-. Si no desea nada mas, me ire a almorzar.

Brunetti miro el reloj y vio que era casi la una.

– Llevese un paraguas -dijo-. Parece que volvera a llover.

Brunetti fue a almorzar a casa con su familia, y Paola cumplio su promesa de no contar a Raffi lo que habia pensado su padre al ver las jeringuillas en su habitacion. Pero, a cambio de su silencio, obtuvo de Brunetti la firme promesa de que no solo la ayudaria a sacar la mesa a la terraza a la primera senal de buen tiempo sino que tambien manejaria las jeringuillas para inyectar el insecticida en los multiples agujeros hechos por las carcomas en las patas del mueble para hibernar en ellos.

Despues del almuerzo, Raffi se encerro en su cuarto, diciendo que tenia que hacer deberes de griego, concretamente, traducir diez paginas de Homero para el dia siguiente. Dos anos antes, cuando se consideraba un anarquista, se encerraba en su cuarto para elucubrar sombriamente sobre los males del capitalismo y quien sabe si precipitar con ello su caida. Pero este ano habia encontrado no solo novia sino tambien, al parecer, el afan de ser admitido en la universidad. En cualquier caso, seguia desapareciendo de la mesa inmediatamente despues de la comida, de lo que Brunetti deducia que su deseo de soledad obedecia mas a un imperativo de la adolescencia que a una orientacion politica.

Paola formulo veladas amenazas a Chiara si no la ayudaba a fregar los cacharros, y mientras ellas dos trajinaban Brunetti se asomo a la cocina para decirles que se iba a trabajar.

Cuando salio a la calle, ya habia empezado a caer la lluvia que habia estado amenazando toda la manana, todavia era fina pero tenia trazas de arreciar. Abrio el paraguas y torcio por Rugetta, camino del puente de Rialto. A los pocos minutos, se felicito de haberse acordado de ponerse las botas, porque en el suelo se habian formado grandes charcos que invitaban a chapotear. Cuando hubo cruzado el puente, la lluvia arrecio, y Brunetti llego a la questura con los pantalones empapados de la pantorrilla a la rodilla, por encima de lo que protegian las botas.

En el despacho, se quito la chaqueta y penso que ojala pudiera quitarse tambien los pantalones y colgarlos encima del radiador: alli se secarian en dos minutos. Pero se limito a dejar la ventana abierta para enfriar el despacho y luego se sento a la mesa, marco el numero de la centralita y pidio que le pusieran con la brigada

Вы читаете Aqua alta
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату