– Oh, esos habian cobrado -dijo Carrara con displicencia-. El cargamento hubiera estado seguro hasta Verona. Pero esa persona nos aviso por lo que venia con los ceniceros.
Brunetti capto la insinuacion.
– ?Y que encontraron?
– ?Sabe que es Angkor Wat, ?verdad?
– ?De Camboya?
– Si pregunta eso es que lo sabe. Cuatro de las cajas contenian estatuas procedentes de templos de alli.
– ?Esta seguro? -Nada mas decirlo, Brunetti deseo haber hecho la pregunta en otros terminos.
– Nuestro trabajo es estar seguros -dijo Carrara, pero como simple explicacion-. Tres de las piezas fueron vistas en Bangkok hace anos, pero desaparecieron del mercado antes de que la policia pudiera confiscarlas.
– Giulio, no se como pueden estar seguros de que vienen de Angkor Wat.
– Los franceses hicieron muchos dibujos de los templos cuando Camboya era aun una colonia, y luego se han hecho fotos. Dos de las estatuas habian sido fotografiadas, y por eso estamos seguros.
– ?Cuando se tomaron las fotografias? -pregunto Brunetti.
– En 1985. Un equipo de arqueologos de una universidad estadounidense paso alli varios meses, dibujando y retratando, pero entonces la zona de combate se extendio hacia alli y tuvieron que huir. Pero disponemos de copias de todas las reproducciones. Por eso estamos seguros, completamente seguros, de dos de las piezas. Y probablemente las otras dos tienen la misma procedencia.
– ?Alguna idea de adonde se enviaban?
– No. Solo tenemos la direccion del mayorista de Verona.
– ?Han hecho algo al respecto?
– Hemos puesto a dos hombres a vigilar el almacen de Livorno y hemos intervenido los telefonos, tanto el del almacen como el de la oficina de Verona.
A Brunetti le parecia que el hallazgo de cuatro simples estatuas no justificaba semejante despliegue, pero se reservo la opinion.
– ?Y del mayorista que se sabe?
– Nada; es nuevo para nosotros. Los de aduanas tampoco tienen nada contra el.
– ?Usted que piensa?
Carrara reflexiono un momento antes de contestar:
– Yo diria que esta limpio. Y probablemente eso significa que, antes de que se haga la entrega, alguien retirara las estatuas.
– ?Donde? ?Como? -pregunto Brunetti. Y entonces anadio-: ?Sabe alguien que abrieron ustedes las cajas?
– Hicimos que los de la policia de aduanas cerraran el almacen y armaran mucho revuelo a proposito de un envio de encaje que venia de las Filipinas. Mientras ellos abrian esos bultos, nosotros echamos un vistazo a los ceniceros, volvimos a cerrar las cajas y lo dejamos todo como estaba.
– ?Y los encajes?
– Oh, lo de siempre. Venia el doble de mercancia de la que se declaraba en los documentos, de modo que confiscaron todo el envio y ahora estan calculando el importe de la multa.
– ?Y los ceniceros?
– Siguen en el almacen.
– ?Que haran con ellos?
– Yo no me encargo de ese asunto, Guido. Corresponde a la oficina de Milan. Hable con el que lo lleva, y dice que quiere intervenir en el momento en que vayan a recoger las cajas con las estatuas.
– ?Y usted que opina?
– Yo dejaria que se las llevaran y trataria de seguirlos.
– Si se las llevan -dijo Brunetti.
– Aunque no se las lleven, tenemos vigilancia permanente en el almacen, y cuando se muevan lo sabremos. Ademas, el que sea enviado a recoger las estatuas no sera importante y probablemente no sabra mucho, aparte de adonde tiene que llevarlas, de modo que no servira de gran cosa arrestarlo.
Finalmente, Brunetti pregunto:
– Giulio, ?no es una operacion muy complicada para cuatro estatuas? Y aun no me ha dicho como se ha relacionado con esto a Semenzato.
– Una idea clara tampoco nosotros la tenemos, pero el hombre que nos llamo nos dijo que en Venecia habia gente, y se referia a la policia, Guido, que podia estar interesada en esto. -Antes de que Brunetti pudiera interrumpirle, Carrara agrego-: No quiso dar mas explicaciones, pero dijo que habia mas envios. Que este era solo uno de tantos.
– ?Todos de Oriente? -pregunto Brunetti.
– Eso no lo especifico.
– ?Hay aqui mercado para esas cosas?
– Aqui, en Italia, no, pero lo hay en Alemania y, una vez en Italia la mercancia, es facil hacerla llegar alli.
Ningun italiano se molestaria en preguntar por que no se hacian los envios directamente a Alemania. Se rumoreaba que los alemanes consideraban la ley como algo que habia que cumplir, mientras que los italianos la veian como algo que habia que analizar y luego evadir.
– ?Cual puede ser el valor, el precio? -pregunto Brunetti, sintiendose el tipico veneciano.
– Fabuloso, no por la belleza de las estatuas en si sino porque proceden de Angkor Wat.
– ?Podrian venderse libremente en el mercado? -pregunto Brunetti, pensando en la sala que el
Nuevamente, Carrara reflexiono antes de contestar.
– No; probablemente, no. Pero eso no significa que no haya mercado para ellas.
– Comprendo. -Era solo una posibilidad, pero pregunto-: Giulio, ?tienen algo acerca de un tal La Capra, Carmello La Capra? De Palermo. -Menciono la coincidencia con Semenzato en los viajes al extranjero: las mismas ciudades y las mismas fechas.
Despues de una breve pausa, Carrara respondio:
– El nombre me resulta vagamente familiar, pero no puedo asociarlo a algo concreto. Deme una hora, mirare en el ordenador si hay algo sobre el.
La siguiente pregunta de Brunetti obedecia a simple curiosidad profesional:
– ?Tienen mucha informacion en su ordenador?
– Montones -dijo Carrara con audible orgullo-. Listados de nombres, ciudades, siglos, formas de arte, artistas, tecnicas de reproduccion. Pida usted lo que quiera: si ha sido robado o falsificado, aparecera en el ordenador. Ese hombre podria estar con su apellido o con cualquier alias o mote que pueda tener.
– El
– Ah, vamos, uno de esos. Pues en tal caso podria estar en «Palermo» -y entonces Carrara anadio, innecesariamente-: Es un archivo muy voluminoso. -Hizo una pausa para dar tiempo a Brunetti a asimilar el comentario y pregunto-: ?Le interesa algun tipo de arte en especial, alguna tecnica?
– Ceramica china -apunto Brunetti.
– Ah -dijo Carrara prolongando la exclamacion y elevando el tono-. De ahi me sonaba el nombre. No recuerdo exactamente que fue, pero si el nombre me suena por esa asociacion, estara en el ordenador. Luego le llamo, Guido.
– Se lo agradecere, Giulio. -Entonces, por simple curiosidad, pregunto-: ?Existe la posibilidad de que lo envien a Verona?
– No lo creo. Los hombres de Milan son de lo mejor que tenemos. Yo iria solo si resultara que eso esta relacionado con alguna de mis investigaciones en curso.
– Comprendo. Llameme si encuentra algo sobre La Capra. Estare toda la tarde. Y gracias, Giulio.
– No me las de hasta que sepa lo que puedo decirle -repuso Carrara, y colgo antes de que Brunetti pudiera contestar.
Brunetti pregunto por telefono a la