mesa baja y dio media vuelta para marcharse. Brunetti lo reconocio, no solo por la foto de archivo enviada por la policia de Roma sino por el parecido con su padre.
– No, Salvatore, quedate a beber algo con nosotros -dijo La Capra. Y a Brunetti-: ?Que va a tomar,
– No, muchas gracias. Un poco de grappa sera suficiente.
Jacopo Poli, en delicada botella de vidrio soplado; solo lo mejor para el
– ?Otro vasito,
– No, gracias -dijo Brunetti deseando controlar el temblor que aun lo estremecia.
La Capra acabo de mezclar la bebida, tomo un sorbo y dejo el vaso en la bandeja.
– Venga,
La Capra empezo a caminar hacia la pared izquierda de la galeria, y Brunetti oyo que algo crujia bajo la suela de su zapato. Al mirar al suelo, vio fragmentos de barro esparcidos en circulo en aquel lado de la habitacion. Uno de los fragmentos estaba cruzado por una linea negra. Rojo y negro, los dos colores dominantes de la ceramica que Brett le habia mostrado y de la que le habia hablado.
– ?Donde esta ella? -pregunto Brunetti, cansado y helado.
La Capra se paro de espaldas a Brunetti y tardo un momento en volverse a mirarlo.
– ?Donde esta quien? -pregunto al volverse, sonriendo inquisitivamente.
– La
La Capra no apartaba la mirada de Brunetti, pero este noto que de padre a hijo iba algo, un mensaje.
– ?La
– Si.
– Ah,
– Porque no puede estar en ningun otro sitio -explico Brunetti.
– Me parece que no le entiendo,
– Hablo de esto -dijo Brunetti estirando la pierna y aplastando con el pie uno de los fragmentos.
La Capra, involuntariamente, hizo una mueca de dolor al oirlo, pero insistio:
– No le entiendo. Si se refiere a estos fragmentos, la explicacion es bien sencilla. Mientras se desembalaban las piezas, alguien fue muy descuidado con una de ellas. -Mirando los fragmentos, movio la cabeza con tristeza, como si no pudiera creer que alguien fuera tan torpe-. He dado orden de que el responsable sea castigado.
Cuando La Capra acabo de hablar, Brunetti noto el movimiento a su espalda, pero, antes de que pudiera volverse, La Capra se acerco y lo tomo del brazo.
– Pero venga a ver las piezas nuevas.
Brunetti se desasio y dio media vuelta. El joven ya estaba en la puerta. La abrio, sonrio a Brunetti, salio de la habitacion y cerro la puerta. Brunetti oyo el sonido inconfundible de una llave al girar en la cerradura.
25
Unos pasos rapidos se alejaron por el corredor. Brunetti miro a La Capra.
– Ya es tarde,
– Le ruego que me disculpe,
– Le hablo de la
La Capra sonrio otra vez y abrio la mano senalando la habitacion y todos los objetos que contenia.
– No comprendo su insistencia. Sin duda, si estuviera aqui, se encontraria con nosotros, gozando de la contemplacion de toda esta hermosura. -Su acento se hizo mas calido todavia-. ?No me creera capaz de privarla de semejante placer, verdad?
La voz de Brunetti no era menos tranquila.
– Creo que ha llegado el momento de poner fin a la farsa,
La carcajada de La Capra cuando Brunetti dijo esto estaba cargada de verdadero gozo.
– Oh, yo diria que el farsante es usted,
– Observe, si gusta, las lineas de este jarro -dijo-. Con que delicadeza serpentean hacia la parte posterior, ?no le parece? -Dibujo una eterea onda en el aire con la mano, imitando el discurrir de la linea pintada en la parte frontal del alto jarro que contemplaba-. Siempre me ha parecido fabuloso el sentido de la belleza que tenia aquella gente. Miles de anos atras, y ya eran unos enamorados de la belleza. -Sonriendo, pasando de simple entendido a filosofo, miro a Brunetti y pregunto-: ?Cree que el secreto de la humanidad pueda ser el amor a la belleza?
Como Brunetti no respondiera a esta banalidad, La Capra abandono el tema y paso a la siguiente vitrina. Riendo entre dientes, comento:
– A la
Algo en su voz, un tono de obsceno secreteo, hizo que Brunetti mirara la vitrina frente a la que estaba el otro hombre. Dentro vio una pieza que tenia una forma de calabaza que le recordo la de la foto que le habia ensenado Brett. Tambien esta estaba decorada con la figura de un zorro con cuerpo humano, erguido y en actitud de caminar hacia la izquierda, casi identica a la que aparecia en la pieza de la foto.
Espontaneamente, la idea tomo cuerpo. Si La Capra no tenia inconveniente en mostrarle este vaso, estaba claro que ya no tenia nada que temer de Brett, la unica persona que podria identificar su origen. Brunetti giro sobre si mismo y dio dos zancadas hacia la puerta. Antes de llegar, se paro, ladeo el cuerpo dandose impulso y levanto la pierna derecha. Con todas sus fuerzas, dio una patada justo debajo de la cerradura. La violencia del golpe sacudio todo su cuerpo, pero la puerta no se movio.
A su espalda, La Capra rio entre dientes.
– Ah, que impetuosos son ustedes, los del Norte. Lo siento, pero no se abrira,
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Al salir de la galeria, el joven tomo la precaucion de cerrar la puerta con llave dejando esta en la cerradura. Le divertia pensar que su padre estaria perfectamente seguro, nada menos que con un policia. La idea era tan disparatada que iba riendose por el pasillo. Pero la risa se le helo cuando, al abrir la puerta del fondo, vio que seguia lloviendo. ?Como podia esta gente vivir con este tiempo y con esa agua negra y sucia que brotaba del mismo suelo? Aunque el no lo reconocia, la verdad era que tenia miedo de aquellas aguas, de lo que pudiera tocar su pie al hundirse en ellas o, peor, de lo que pudiera rozarle las piernas o deslizarse al interior de sus botas.