Pero se decia que esta seria la ultima vez que metia los pies en el agua. Cuando hubiera hecho aquello, cuando se hubiera resuelto este asunto, podria volver a la casa a esperar que aquellas aguas repugnantes volvieran a los canales, a la laguna, al mar, donde tenian que estar. No sentia ningun afecto por estas frias aguas adriaticas, tan diferentes del amplio y tranquilo horizonte turquesa que se extendia frente a su casa de Palermo. No se explicaba que podia haber inducido a su padre a comprar una casa en esta ciudad tan sucia. El decia que era por la seguridad de su coleccion, porque aqui el peligro de robo era minimo. Pero en Sicilia nadie se atreveria a robar en casa de Carmello La Capra.
El sospechaba que la razon no era otra que la que impulsaba a su padre a tener aquella estupida coleccion de ollas: para darse importancia y conseguir que lo considerasen un senor. A Salvatore esto le parecia absurdo. El y su padre eran senores por nacimiento, no necesitaban que esos estupidos
Miro otra vez el patio inundado, diciendose que tendria que ponerse botas y meter los pies en el agua para cruzarlo. Pero la idea de la mision que lo aguardaba al otro lado basto para animarlo: lo habia pasado bien jugando con la americana, pero habia llegado el momento de poner fin al juego.
Se agacho y se calzo un par de altas botas de goma, tirando con fuerza para introducir el zapato. Le llegaban hasta la rodilla y tenian el borde ancho y un poco ondulado como la corola de una anemona. Cerro la puerta a su espalda y bajo pesadamente la escalera exterior, maldiciendo la lluvia impetuosa. Cortando el agua, cruzo lentamente el patio en direccion a la puerta de madera. Aunque hacia poco rato que habia dejado alli a la americana, el agua habia subido de nivel y ya cubria el panel inferior. Quiza ella ya se hubiera ahogado. Aunque hubiera conseguido subirse a uno de los grandes nichos de la pared, no le costaria mucho ahogarla. Solo sentia no tener tiempo para violarla. Nunca habia violado a una lesbiana, y le parecia que tenia que gustarle. Bien, otra llamada telefonica podria traer aqui a su amiga la cantante y entonces tendria la oportunidad. Quiza su padre se opusiera, pero no tenia por que enterarse. La cautela de su padre le habia privado de aquel placer en la visita a casa de la americana. Habia enviado a Gabriele y Sandro, y entre los dos habian hecho una chapuza. Con este cumulo de violencia, resentimiento y voluptuosidad en el animo cruzaba el patio Salvatore La Capra.
Venia preparado para la oscuridad que lo envolvia, y saco del bolsillo de la americana una linterna con la que ilumino el pestillo de la puerta. Lo descorrio y tiro de la puerta hacia si, con fuerza, para vencer la resistencia del agua. Frente a el se abrio un espacio alto y abovedado. En el agua aceitosa flotaban sillas y mesas, almacenadas alli durante la restauracion de la casa y abandonadas en lo que fuera un embarcadero interior, situado a medio metro por debajo del nivel del patio y separado del canal por otra gruesa puerta de madera, asegurada con una cadena. Seria cuestion de un minuto, cuando hubiera terminado con ella, abrir la puerta del fondo y empujarla a las aguas mas profundas del canal.
A su izquierda oyo un borboteo y hacia el volvio el haz de la linterna. Los ojos que vio brillar eran muy pequenos y estaban muy juntos para ser humanos. Haciendo ondear la larga cola, la rata se volvio de espaldas a la luz y se alejo chapoteando por detras de una caja que flotaba.
La voluptuosidad se disipo. Lentamente, Salvatore giro la linterna hacia la derecha, parandose a registrar cada uno de los nichos de la pared en los que el agua alcanzaba medio palmo. Al fin la descubrio, acurrucada en uno de ellos, con la cabeza apoyada en las rodillas. Ahora la luz permanecio fija, pero la mujer no se movio.
Asi pues, no tendria mas remedio que meterse en el agua e ir hasta alli para acabar de una vez. Armandose de valor, bajo el pie despacio hasta asentarlo firmemente en la resbaladiza superficie del primer peldano y a continuacion busco el segundo. Juro violentamente al sentir que el agua le entraba por el borde de la bota. Durante un momento, penso en arrancarse la maldita bota, para poder moverse con mas soltura, pero al recordar los ojos rojos que habia visto a ras de agua cambio de idea. Preparado para lo inevitable, bajo el otro pie y sintio como se le inundaba el zapato. Deslizo el pie derecho hacia adelante, sabiendo que no habia mas que tres peldanos, pero resistiendose a creerlo hasta que el pie se lo confirmara. Luego enfoco con la linterna la figura encogida en el nicho y fue hacia ella con el agua hasta medio muslo.
Mientras avanzaba, hacia planes, decidido a extraer del acto todo el placer posible. Como no habia donde dejar la linterna, tendria que metersela en el bolsillo, con la bombilla para arriba, y esperaba que la luz le permitiera ver la cara de la mujer mientras la mataba. No parecia que le quedaban muchas fuerzas para luchar, pero en el pasado se habia llevado mas de una sorpresa, y confiaba en que tambien esta vez asi fuera. Mucho forcejeo, no, desde luego, y menos, con toda esta agua, pero le parecia que el se merecia por lo menos una resistencia testimonial, especialmente, teniendo que renunciar a placeres que en otras circunstancias hubiera podido extraer de ella.
Al oirle llegar, ella levanto la cabeza y lo miro con ojos muy abiertos, deslumbrados por la luz de la linterna.
–
Ella cerro los ojos y volvio a apoyar la cabeza en las rodillas. El, con la mano derecha, puso la linterna en el bolsillo de la americana, inclinada hacia adelante, iluminando a la mujer. La veia solo vagamente, pero confiaba en que la luz fuera suficiente.
Antes de empezar lo que habia venido a hacer, no pudo resistir la tentacion de darle un toque en un lado de la mandibula, con la delicadeza del que golpea una copa de cristal para oirla sonar. Volvio la cabeza, para recolocar la linterna que habia resbalado hacia la parte posterior del bolsillo. Como no miraba a la victima sino la linterna, no la vio levantar el brazo por encima de su cabeza. Ni vio la fibula que asomaba de su puno. Solo advirtio su presencia al sentir su punta roma en la garganta, justo debajo de la mandibula y recibir el impacto del golpe que lo lanzo hacia atras. Se tambaleo hacia la derecha y miro a la mujer, a tiempo de ver brotar un grueso chorro de sangre. Al darse cuenta de que la sangre era suya, grito, pero ya era tarde. La luz se apago cuando el se hundio en el agua.
27
El ruido de la llave al girar en la cerradura hizo que tanto Brunetti como La Capra miraran hacia la puerta, que al abrirse revelo la figura de Vianello que chorreaba.
– ?Quien es usted? -pregunto La Capra-. ?Que hace aqui?
Vianello, sin hacerle caso, dijo a Brunetti.
– Creo que deberia venir conmigo, comisario.
Brunetti se puso en movimiento al instante y salio pasando por delante de Vianello sin decir palabra. Hasta que llegaron al extremo del corredor, antes de salir a la lluvia que no cesaba, no pregunto Brunetti:
– ?Se trata de la americana?
– Si, senor.
– ?Esta bien?
– Esta con su amiga, comisario, pero no se como esta. Ha permanecido mucho tiempo en el agua. -Sin esperar a oir mas, Brunetti empezo a bajar la escalera rapidamente.
Las encontro al pie de la escalera, muy juntas bajo el impermeable de Vianello. En aquel momento, desde la casa, alguien encendio las luces llenando el patio de una claridad cegadora que convirtio a las dos mujeres en una oscura
Flavia estaba arrodillada en el agua, con un brazo alrededor de Brett, sujetandola contra la pared con el peso de su propio cuerpo. Brunetti se inclino sobre las dos mujeres, sin atreverse a tocarlas y llamo a Flavia. Ella lo miro, y el terror que el vio en sus ojos le hizo volverse hacia su companera. Brett tenia sangre en el pelo, en la cara y en la ropa.
–
Vianello se acerco haciendo remolinos en el agua.
– Llame a la
Vianello ya iba hacia la pesada puerta de madera antes de que Brunetti acabara de hablar. Cuando la abrio una ola recorrio el patio y lamio las piernas de Brunetti.
Arriba se oia la voz de La Capra.
– ?Que pasa ahi abajo? ?Quien hay?
Brunetti se aparto de las dos mujeres que seguian abrazadas y miro hacia lo alto de la escalera. El hombre estaba en la puerta, su figura, recortada sobre la luz del interior, parecia la de un cristo malevolo en el umbral de