– Os quiero, chicas -dijo Julie.

– Nosotras tambien te queremos -dijo Marina-. Pero estoy tan enfadada. Tal vez Willow y yo podamos con el.

– No lo creo.

– Tambien odio a Todd -dijo Willow-. El es parte de esto. ?Como puede querer la abuela que nos casemos con alguien tan horrible?

– Tal vez ella no lo sepa -murmuro Marina.

– Tal vez sea la razon por la que nos ofrecio el dinero -dijo Julie-, No importa. Se acabo. No voy a volver a ver a Ryan jamas.

Ni a pensar en el. Solo que tenia la sensacion de que olvidarse de el le iba a resultar mas dificil de lo que pretendia.

– ?Quieres que no se lo digamos a mama? -pre¬gunto Willow-. Ya sabes como se preocupa.

– Eso seria genial -dijo Julie-. Probablemente tendre que mencionarlo en algun momento, pero, si pudiera esperar un poco, seria mas facil.

– Claro -dijo Marina-. Lo que tu quieras.

– Asi que sentis tanta pena por mi, que podria conseguir que hicieseis cualquier cosa, ?no? -pregunto Julie con una sonrisa.

Sus hermanas asintieron.

Si se hubiera sentido mejor, tal vez hubiera bromeado con ellas pidiendoles que llevaran a cabo una tarea descabellada. En vez de eso, dejo que la reconfortaran y se dijo a si misma que, con el tiempo, olvidaria que habia conocido a Ryan Bennett.

Julie miro por la ventana de su despacho y trato por todos los medios de entusiasmarse con la vista. Podia ver principalmente el edificio de al lado, pero a su derecha tambien podia ver claramente Long Beach.

Habia sido ascendida la semana anterior y trasladada a unas oficinas mayores. Ahora tenia una secretaria compartida y un aumento importante. Tambien tenia grandes planes para celebrar ese fin de semana con una escapada de compras. Willow y Marina habian prometido ir con ella.

Todo eso era bueno. Ella era lista, tenia exito, iba ascendiendo en la carrera deseada. ?Entonces por que no podia dejar de pensar en Ryan?

Habian pasado tres semanas desde aquella noche desastrosa en que el habia aparecido en su vida haciendole pensar que las cosas podrian ser diferentes. Tres semanas recordando, sonando con el, deseandolo.

Eso era lo que mas le molestaba; que su propio cuerpo la traicionara. Podia mantenerse cuerda durante el dia, pero, cuando finalmente se quedaba dormida, el aparecia en sus suenos. Se despertaba varias veces durante la noche, excitada, ansiosa por sentir su tacto. Esos no eran los sintomas de una mujer que estaba olvidando a un hombre.

– Quiero que desaparezca -susurro.

?Pero como hacer que eso ocurriera? Hasta que no habia descubierto la verdad, el habia sido la mejor noche de su vida.

Y tambien habia sido persistente. La habia llamado tres veces y le habia enviado una cesta con bombones, vino y la primera temporada de La isla de Gilligan en DVD.

Coloco una mano sobre el cristal. Las cosas tenian que mejorar. No podia recordar a Ryan para siempre. Era una cuestion de disciplina y, tal vez, de un poco menos de cafe.

Se dio la vuelta para regresar al escritorio, pero no lo consiguio exactamente. Al dar un paso, toda la habitacion comenzo a dar vueltas.

Lo primero que penso fue que se trataba de un terremoto, pero no hubo ningun ruido. Lo segundo que penso fue que jamas se habia sentido tan mareada en su vida. Agudizo la vision y se dio cuenta de que era probable que fuese a desmayarse.

Consiguio llegar hasta su silla y alli se derrumbo. Tras respirar profundamente, la cabeza se le despejo, pero entonces fue el estomago el que empezo a rebelarse.

Penso en lo que habia comido y se pregunto si habria tomado comida en mal estado. Al descartar esa posibilidad, considero una posible gripe. Aun no era la epoca, pero podia pasar.

?No habria algun medicamento que pudiera tomar para disminuir los sintomas? Miro la pila de trabajo que le esperaba, descolgo el telefono y marco un numero muy familiar.

– Hola, mama, soy yo. Estoy bien. Mas o menos. ?Hay alguna oleada de gripe por aqui?

– ?Como te sientes? -le pregunto su madre dos horas despues mientras Julie se sentaba en una de las consultas del doctor Greenberg. Una de las ventajas de que Naomi fuera la gerente de la oficina era que Julie y sus hermanas nunca tenian que esperar para conseguir una cita.

La habian pesado, le habian sacado sangre y hecho un analisis de orina.

– Me siento extrana -dijo Julie-. Mareada, pero bien. Sigo teniendo ganas de vomitar, pero no lo consigo.

– Pobrecita -dijo Naomi mientras le ponia la mano en la frente a su hija.

– Tengo veintiseis anos, mama. No soy una nina.

– Para mi siempre seras mi pequena. Deja que te traiga algo con gas. Eso te asentara el estomago.

Julie vio como su madre desaparecia. Las tres hermanas habian heredado el pelo rubio y los ojos azules. Julie y Marina habian heredado la altura de su padre, mientras que Willow era pequena.

En su clase de ciencias del instituto, Julie se habia sentido fascinada por como dos personas podian haber engendrado a tres hijas tan parecidas en algunos aspectos y tan distintas en otros.

– Aqui tienes -dijo su madre al regresar, entregandole un vaso de carton-. El doctor Greenberg estara aqui enseguida.

En ese momento, el hombre entro en la sala.

– Julie, ya no vienes a verme -dijo-. ?Que pasa? ?Ahora que eres una importante abogada no tienes tiempo para un simple medico?

– Me muevo en circulos muy selectos -dijo ella con una sonrisa.

Su madre salio de la habitacion y el doctor Greenberg le estrecho la mano a Julie y le dio un beso en la mejilla.

– ?Asi que rio te sientes demasiado bien? -pregunto.

– No se. Es extrano. No se decir si es comida en mal estado o gripe. Pense que usted podria decirmelo y recetarme algo.

– No todo se soluciona con una pastilla, jovencita.

Julie senalo la manga larga de su blusa de seda y dijo:

– ?Esto me hace parecer joven? Primero mi madre y ahora usted. ?Parece que tengo dieciseis anos?

– Te estoy dando una charla -dijo el-. Podrias escuchar y fingir que te intimidas.

– Ah. Lo siento.

– Vosotras las chicas… -dijo el doctor, sentandose en una silla.

Julie sonrio.

El doctor Greenberg llevaba en sus vidas desde siempre. Era un viudo agradable y carinoso. Cuando Julie habia descubierto que su padre aparecia y desaparecia constantemente, habia comenzado a desear que su madre se divorciara de el y se casara con el doctor Greenberg.

– De acuerdo -dijo el, ojeando sus papeles-. Basicamente estas bien. La presion sanguinea es buena. ?Estas durmiendo lo suficiente?

Julie penso en los suenos de Ryan.

– Demasiado.

– Como si me lo fuese a creer. Trabajas demasiado, pero puedes bajar el ritmo un poco. La empresa, sobrevivira.

– ?Bajar el ritmo? ?Por que? ?Que me pasa? ?Es mas serio que una gripe?

– Tienes que ser tu la que decida eso -dijo el doctor, dejando los papeles-. No estas enferma, Julie. Estas embarazada

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