olia a bolas de naftalina y a pies cuando sudaba.

Jordan ya se habia quitado el saco y se habia desabrochado el boton superior de su camisa por debajo de la corbata. Incluso Diana-quien Jordan creia secretamente que debia de ser una especie de mujer-robot de Stepford-se habia recogido el pelo haciendose un mono asegurado con un lapiz:

– ?En que estamos?-pregunto el juez Wagner.

– Miembro del jurado numero seis millones setecientos treinta mil-murmuro Jordan.

– Miembro del jurado numero ochenta y ocho-anuncio a continuacion el secretario.

Esa vez era un hombre, con pantalones color caqui y camiseta de manga corta. Tenia el cabello ralo, llevaba zapatillas de pesca y un anillo de matrimonio. Jordan tomo nota de todo eso en su bloc.

Diana se puso de pie y se presento, luego comenzo con su letania de preguntas. Las respuestas determinarian si un potencial miembro del jurado debia ser descartado para la causa; si por ejemplo tenia un hijo que hubiera sido asesinado en el Instituto Sterling, no podia ser imparcial. Si no, Diana podria elegirlo o no segun sus corazonadas. Ambos, tanto Jordan como ella, contaban con quince oportunidades de descartar a un potencial miembro del jurado solo por instinto visceral. Hasta el momento, Diana habia utilizado una de sus posibilidades para no aceptar a un productor de software bajo, calvo, callado. Jordan habia descartado a un antiguo oficial de los marines.

– ?A que se dedica, senor Alstrop?-pregunto Diana.

– Soy arquitecto.

– ?Esta casado?

– Este octubre hara veinte anos.

– ?Tiene hijos?

– Dos, un varon de catorce anos y una hija de diecinueve.

– ?Van a la escuela publica?

– Bueno, mi hijo si. Mi hija esta en la universidad. Princeton-dijo con orgullo.

– ?Sabe algo acerca de este caso?

Decir que si, Jordan lo sabia, no lo excluiria. Era lo que el creyera o no creyera lo que lo haria, no lo que los medios hubiesen dicho.

– Bueno, solo lo que he leido en los periodicos-contesto Alstrop; y Jordan cerro los ojos.

– ?Lee algun periodico en especial diariamente?

– Solia leer Union Leader-dijo el-, pero los editoriales me volvian loco. Ahora intento leer lo que puedo del New York Times.

Jordan considero eso. El Union Leader era un periodico notoriamente conservador; el New York Times, uno liberal.

– ?Y la television?-pregunto Diana-. ?Algun programa que le guste especialmente?

Probablemente no querrias a un miembro del jurado que mirara «Court TV» diez horas al dia. Pero tampoco a uno que se deleitara con maratones de prensa rosa.

– «60 minutos»-respondio Alstrop-. Y «Los Simpson».

«Este-penso Jordan-es un tipo normal». Se puso de pie mientras Diana le cedia el turno de preguntas.

– ?Que recuerda haber leido acerca de este caso?

Alstrop se encogio de hombros:

– Hubo un tiroteo en el instituto y uno de los estudiantes fue acusado.

– ?Conoce a alguno de los alumnos?

– No.

– ?Conoce a alguien que trabaje en el Instituto Sterling?

Alstrop sacudio la cabeza:

– No.

– ?Ha hablado con alguien que este involucrado en el caso?

– No.

Jordan camino hasta el estrado del testigo.

– En este Estado hay una regla que dice que se puede doblar a la derecha en rojo si uno se detiene antes en el semaforo rojo. ?Le suena familiar?

– Claro-dijo Alstrop.

– ?Que pasaria si el juez le dijera que no puede girar a la derecha en rojo, que debe quedarse detenido hasta que el semaforo se ponga en verde otra vez, aunque haya una senal delante de usted que diga, especificamente, GIRO A LA DERECHA EN ROJO? ?Que haria?

Alstrop miro al juez Wagner:

– Supongo que haria lo que el dijera.

Jordan sonrio para si. A el no le importaban en absoluto los habitos de conduccion de Alstrop. Ese planteamiento y esa pregunta eran una forma de eliminar a la gente que no podia ver mas alla de las convenciones. En aquel juicio habria informacion no necesariamente convencional, y el necesitaba gente en el jurado lo suficientemente predispuesta a entender que las reglas no siempre eran lo que uno creia que eran; que podia haber otras reglas susceptibles de ser acatadas.

Cuando termino su interrogatorio, el y Diana caminaron hacia el estrado:

– ?Hay alguna razon por la que se descarte este miembro del jurado?-pregunto el juez Wagner.

– No, Su Senoria-dijo Diana, y Jordan nego tambien con la cabeza.

– ?Entonces?

Diana asintio. Jordan echo una ojeada al hombre, todavia sentado en la tribuna de los testigos.

– Por mi, bien-dijo.

Cuando Alex se desperto, fingio que seguia durmiendo. Con los ojos entrecerrados miro fijamente al hombre tumbado junto a ella. Esa relacion-ahora de cuatro meses-todavia era un misterio, lo mismo que la constelacion de pecas en los hombros de Patrick, el valle de su columna vertebral, el sobresaliente contraste de su pelo negro contra la sabana blanca. Parecia que el hubiese entrado en la vida de ella por osmosis: habia encontrado su camisa mezclada con su ropa de la lavanderia; percibia el olor de su champu en la funda de su almohada; levantaba el telefono pensando en llamarle y el ya estaba en la linea. Alex habia estado sola tanto tiempo; ella era practica, resuelta y tenia sus costumbres tan establecidas (oh, ?a quien queria enganar?…Todo eso eran solo eufemismos para lo que ella era en realidad: terca) que habia pensado que semejante ataque repentino a su privacidad le resultaria desconcertante. En cambio se descubria desorientada cuando Patrick no estaba por alli, como el marinero que acaba de arribar despues de meses en el mar y que todavia siente el oceano moviendose debajo de el cuando ya esta en tierra.

– Se que me estas mirando, ?sabes?-murmuro Patrick. Una sonrisa perezosa dulcifico su rostro, pero sus ojos permanecian cerrados.

Alex se inclino sobre el, deslizando su mano bajo las sabanas:

– ?Como lo sabes?

Con un movimiento rapido como la luz, el la tomo por la cintura y la coloco debajo de el. Sus ojos, todavia velados por el sueno, eran de un azul transparente que a Alex le recordaba los glaciares y los mares del norte. El la beso y ella se abrazo a el.

Luego, repentinamente, sus ojos se abrieron de golpe:

– Oh, mierda-dijo ella.

– No era eso precisamente lo que esperaba lograr…

– ?Sabes la hora que es?

Habian bajado las persianas del dormitorio a causa de la luna llena de la noche anterior. Pero ahora el sol entraba por la finisima grieta de debajo del alfeizar. Alex podia oir a Josie trasteando ollas y sartenes abajo, en la cocina.

Patrick tomo de la mano de Alex el reloj de pulsera que habia dejado en la mesilla la noche anterior.

– Oh, mierda-repitio el, y aparto las mantas-. Ya llego una hora tarde al trabajo.

Agarro sus calzoncillos mientras Alex salia de la cama de un salto y se estiraba hacia su albornoz.

– ?Que pasa con Josie?

No era que le escondieran su relacion; Patrick pasaba por alli a menudo cuando salia de trabajar, para cenar

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