Josie echo un vistazo hacia la colina. Desde alli no podia verse la tumba de Matt, pero sin embargo estaba alli; exactamente como todo lo demas sobre Aquel Dia.
– Los fantasmas no cuentan.
Patrick sonrio:
– Las madres si.
Cuando le abrio la puerta del coche, Josie se zambullo adentro. Mientras Patrick daba la vuelta hacia el asiento del conductor, ella penso en lo que habia dicho acerca de su trabajo. Se pregunto como se sentiria si supiera que, esa vez, habia llegado justo a tiempo.
Lo que Lewis mas odiaba era el sonido de las puertas de metal cerrandose. Apenas importaba que, al cabo de treinta minutos, el pudiera irse de alli. Lo que importaba era que los presos no podian. Y uno de esos presos era el mismo chico al que habia ensenado a montar en bicicleta sin las ruedas de equilibrio; el mismo cuyo pisapapeles de la guarderia todavia estaba en su escritorio; el mismo de quien habia presenciado su primera respiracion.
Sabia que para Peter seria un impacto verle. ?Cuantos meses habia estado diciendose a si mismo que esa seria la semana en que haria acopio de valor para ir a ver a su hijo a la carcel, solo para encontrar otro recado que hacer u otro articulo para leer? Pero en cuanto el funcionario abrio la puerta e hizo pasar a Peter a la sala de visitas, Lewis se dio cuenta de que habia subestimado el impacto que seria para el ver a Peter.
Estaba mas grande. Quiza no mas alto pero si mas ancho. Sus hombros llenaban la camiseta; sus brazos habian ganado musculo. Su piel parecia translucida, casi azul debajo de aquella luz poco natural. Sus manos no paraban de moverse, tenian como un tic nervioso cuando las tenia junto al cuerpo, y luego, cuando se sento, a los lados de la silla.
– Bueno-dijo Peter-, que cuentas.
Lewis habia ensayado seis o siete discursos, explicaciones de por que no habia sido capaz de ir a ver a su hijo, pero cuando lo vio sentarse alli, solo dos palabras salieron de su boca:
– Lo siento.
La boca de Peter hizo una mueca:
– ?Que cosa? ?Haberme fallado durante seis meses?
– Yo he estado pensando-admitio Lewis-que mas bien han sido dieciocho anos.
Peter se apoyo en el respaldo de la silla, mirando a Lewis fijamente. Este se forzo a su vez para no apartar la vista. Sintio que los huesos se le aflojaban, que los musculos se le relajaban. Hasta ese momento no habia sabido en realidad que esperar de Peter. El podia razonar consigo mismo todo lo que quisiera y asegurar que una disculpa siempre seria aceptada; podia recordarse a si mismo que el era el padre, el que estaba a cargo; pero todo eso era demasiado duro de recordar cuando estabas sentado en la sala de visitas de una prision, con una mujer a tu izquierda que intentaba jugar con los pies de su amante a traves de la linea roja de separacion y un hombre a tu derecha que estaba maldiciendo con una sarta de insultos.
La sonrisa en el rostro de Peter se hizo mas tosca, se transformo en una mueca de desprecio:
– Que te den-le escupio-. Que te den por venir aqui. No te importo una mierda. No quieres decirme que lo sientes. Solo quieres escucharte diciendolo. Estas aqui por ti, no por mi.
Lewis sentia su cabeza como si la tuviera llena de piedras. Se inclino hacia adelante, su cuello era incapaz de seguir sosteniendo el peso, hasta que apoyo la frente en las manos.
– No puedo hacer nada, Peter-susurro-. No puedo trabajar, no puedo comer, no puedo dormir.-Entonces levanto el rostro-. Los nuevos estudiantes estan llegando al campus justo ahora. Los miro por mi ventana; senalan los edificios o van por la calle principal, o escuchando a las guias que los llevan a traves del patio, y pienso en cuanto esperaba que hicieramos eso mismo contigo.
Unos anos atras, despues de que Joey naciera, Lewis habia escrito un articulo sobre el aumento exponencial de la felicidad: los momentos en que el cociente cambiaba a saltos y brincos despues de un incidente que lo estimulara. La conclusion a la que habia llegado era que el resultado era variable, no basado en el evento que causaba la felicidad sino mas bien en el estado en que uno estaba cuando ocurria. Por ejemplo, el nacimiento de un hijo era una cosa cuando estabas felizmente casado y planeabas formar una familia, y otra completamente distinta si tenias dieciseis anos y habias dejado embarazada a una chica. El tiempo frio era perfecto si estabas de vacaciones esquiando, pero decepcionante si estabas disfrutando de una semana en la playa. Un hombre que hubiera sido rico una vez, en medio de una depresion economica se sentiria delirantemente feliz con un dolar; un cheff podria comer gusanos si estuviera encallado en una isla desierta. Un padre que habia esperado que su hijo fuera estudioso, tuviera exito y fuera independiente podria, en otras circunstancias, simplemente ser feliz con que estuviera sano y salvo, porque asi podria decirle al chico que nunca habia dejado de quererle.
– Pero ya sabes lo que se dice de la universidad-prosiguio Lewis, sentandose un poco mas erguido-. Que esta sobreestimada.
Sus palabras sorprendieron a Peter.
– Todos esos padres, aflojando mas de cuarenta mil al ano-dijo, sonriendo debilmente-, y yo aqui, sacandole el maximo provecho a nuestros impuestos.
– ?Que mas podria pedir un economista?-bromeo Lewis, aunque no era divertido; nunca seria divertido. Pero se dio cuenta de que tambien era una especie de felicidad: podia decir algo, hacer algo, para mantener a su hijo sonriendo de aquella manera, como si hubiera algo por lo que sonreir, incluso aunque cada palabra hiciera que el se sintiera como si tragara cristales.
Patrick estaba repantigado en la silla y con los pies cruzados ante la mesa de la fiscal, mientras Diana Leven examinaba los informes que habian llegado de balistica dias despues del tiroteo, en preparacion del testimonio de el en el juicio.
– Habia dos escopetas que nunca fueron usadas-explico Patrick-, y dos revolveres combinados, ambos Glock 17, que fueron registrados por un vecino de la casa de delante. Un policia retirado.
Diana le echo un vistazo por encima de los papeles.
– Adorable.
– Si. Bueno, ya conoces a los policias. ?Que objetivo tiene poner el arma en un armario cerrado con llave si tienes que recurrir a ella rapidamente? De todos modos, el arma A es la que se uso para todos los disparos, las estrias de las balas que recuperamos coincidian con esa. El arma B fue disparada, segun balistica, pero no se recuperaron balas que coincidieran con su canon. Esa arma fue encontrada, atascada, en el suelo del vestuario. Houghton todavia empunaba el arma A cuando fue detenido.
Diana se recosto sobre su silla, con los dedos cruzados delante del pecho.
– McAfee va a preguntarte por que Houghton habia sacado el arma B en el vestuario, si el arma A habia funcionado tan esplendidamente hasta ese momento.
Patrick se encogio de hombros.
– Tal vez la uso para dispararle a Royston en el pecho y, cuando se atasco, volvio al arma A. O quiza mas simple que eso. A partir del hecho de que la bala del arma B no fue recuperada, es posible que fuera el primer tiro disparado. Se atasco, el chico cambio al arma A y guardo el arma atascada en su bolsillo…y despues, al final de su ronda asesina, o bien la descarto o se le cayo por accidente.
– O. Odio esa palabra. Una sola letra y tiene todos los requisitos de la duda razonable.
Se callo al oir que llamaban a la puerta; su secretaria asomo la cabeza.
– Su cita de las dos esta aqui.
Diana se volvio hacia Patrick:
– Estoy preparando a Drew Girard para que testifique. ?Por que no te quedas?
Este asintio y retiro su silla a uno de los lados de la sala para dejarle a Drew el lugar enfrente de la fiscal. El chico entro, llamando con un golpe suave.
– ?Senora Leven?
Diana salio de detras de su escritorio.
– Drew. Gracias por venir.-Senalo a Patrick con un gesto-. ?Recuerdas al detective Ducharme?
Drew asintio con la cabeza. Patrick observo los pantalones cenidos del muchacho, su camiseta cerrada, sus modales. Aquel no era el impertinente muchachote, estrella de hockey, que habia sido descrito por los estudiantes durante las investigaciones de Patrick, pero por otra parte, Drew habia visto como asesinaron a su mejor amigo: