Todas se echaron a reir mientras Lacy las observaba. Se dio cuenta de que Alex podia encajar en cualquier sitio. Alli, o en una cena con la familia de Lacy, o en la sala de un tribunal, y seguramente tomando el te con la reina de Inglaterra. Era camaleonica.
Lacy penso, sorprendida, que no se sabe en realidad de que color es un camaleon hasta que empieza a cambiarlo.
En todo reconocimiento prenatal habia un momento en que Lacy dejaba salir a la curandera que llevaba dentro: posaba las manos sobre el vientre de la paciente y adivinaba, por el mero tacto de la superficie que tocaba, en que direccion yacia el bebe. Le recordaba siempre a las atracciones de Halloween a las que llevaba a Joey: al meter la mano detras de una cortina, se podian tocar unos intestinos que eran en realidad un plato de espaguetis frios, o bien un cerebro de gelatina. No es que fuera una ciencia exacta, pero en un feto habia basicamente dos partes duras: la cabeza y el culo. Si mecias la cabeza del bebe, esta se movia a uno y otro lado. Si mecias el culo, el bebe se balanceaba entero. Moverle la cabeza movia solo la cabeza; moverle el culo movia todo el cuerpo.
Lacy paso las manos por toda la superficie del vientre de Alex y la ayudo a incorporarse.
– Lo bueno es que el bebe esta bien-dijo Lacy-. Lo malo es que ahora mismo esta al reves. Seria un parto de nalgas.
Alex se quedo inmovil.
– ?Tendran que hacerme cesarea?
– Aun quedan ocho semanas. Podemos hacer aun muchas cosas en ese plazo.
– ?Como que?
– Moxibustion.-Alex se sento delante de Lacy-. Te dare el nombre de una acupunturista. Tomara un palito de artemisa y te apretara con el el dedo menique del pie. Luego hara lo mismo con el otro pie. No te dolera, pero te dara un calor incomodo. Cuando sepas como hacerlo tu sola en casa, si empiezas ya, es posible que el bebe se ponga bien en una semana o dos.
– ?Me tengo que pinchar con un palo? ?No me mareare o algo?
– Bueno, no tienes por que. Ademas quiero que apoyes tambien una tabla contra el sofa, formando un plano inclinado. Te colocas encima, con la cabeza hacia abajo, tres veces al dia durante quince minutos.
– Cielo santo, Lacy, ?estas segura que no quieres que tambien me compre una bola de cristal?
– Creeme, cualquiera de estas cosas es mucho mas llevadera que dejar que el medico intente darle la vuelta al bebe…o recuperarse de una cesarea.
Alex cruzo las manos sobre el vientre.
– No creo mucho en esos cuentos de viejas.
Lacy se encogio de hombros.
– Por suerte para ti, tu no has parido de nalgas.
No era lo normal que Alex llevase a sus clientes con ella en su propio coche al tribunal, pero en el caso de Nadya Saranoff, habia hecho una excepcion. El marido de Nadya la habia sometido a malos tratos, hasta que la habia dejado por otra. No le pasaba asignacion alguna por sus dos hijos, aunque se ganaba bien la vida, mientras que Nadya trabajaba en un Subway, por cinco con veinticinco dolares la hora. Habia hecho una reclamacion al Estado, pero la justicia trabaja demasiado lenta, de modo que habia ido al Wal-Mart y habia sustraido un par de pantalones y una camisa blanca para su hijo de cinco anos, que empezaba el colegio la semana siguiente, y no tenia ya ropa de su tamano que ponerse.
Nadya se habia declarado culpable. Como no tenia dinero para pagar una multa, la habian condenado a treinta dias de prision diferida, lo que significaba, tal como le explicaba Alex ahora, que no tendria que cumplirla hasta al cabo de un ano.
– Si vas a la carcel-le decia, delante de la puerta del bano del edificio de los tribunales-, tus hijos sufriran mucho. Comprendo tu desesperacion, pero siempre hay alguna opcion en sustitucion de la carcel. Ayudar en una iglesia. O al Ejercito de Salvacion.
Nadya se seco los ojos.
– No puedo ir a la iglesia o al Ejercito de Salvacion. No tengo coche.
Estaba claro. Ese era el motivo por el que Alex la habia llevado al tribunal.
Alex trato de endurecerse frente a la pena que sentia por Nadya mientras esta se metia en el bano. Su trabajo era conseguir para Nadya un acuerdo favorable, cosa que habia hecho, teniendo en cuenta que era la segunda vez que robaba en una tienda. La primera habia sido en una farmacia, de donde se habia llevado Tylenol infantil.
Penso en su propio bebe, que la obligaba a tumbarse cabeza abajo encima de una tabla de planchar y a clavarse diminutos punales de tortura en los rosados dedos de los pies todas las noches, con la esperanza de que asi cambiara de posicion. ?Que tipo de desventaja supondria llegar a este mundo de espaldas?
Al transcurrir diez minutos y ver que Nadya no salia, Alex entro en los servicios.
– ?Nadya?-Encontro a su cliente delante de los lavamanos, sollozando-. Nadya, ?que te pasa?
Su cliente agacho la cabeza, avergonzada.
– Es que me acaba de venir la regla, y no tengo tampones.
Alex busco en su bolso y saco una moneda de veinticinco centavos para la maquina dispensadora adosada a la pared. Pero mientras caia la cajita de carton, algo se ilumino en su interior, y comprendio que, aunque aquel caso estaba cerrado, no habia terminado todavia.
– Esperame en la puerta principal mientras voy a buscar el coche-le dijo.
Acompano a Nadya hasta el Wal-Mart (la escena del crimen) y metio tres cajas extra grandes de Tampax en el carrito.
– ?Que mas necesitas?
– Ropa interior-dijo Nadya en un susurro-. Eran las ultimas que me quedaban.
Alex iba y venia por los pasillos del super, agarrando camisetas, medias, bragas y pijamas para Nadya; pantalones, sacos, gorros y guantes para sus hijos; cajas de galletitas saladas, Goldfish y Saltines, y latas de sopa, pasta y Devil Dogs. Desesperada, hizo lo que tenia que hacer en aquel momento, aunque fuera exactamente lo que el departamento de abogados de oficio aconsejaba a sus letrados que no hicieran; sin embargo, era consciente, y asi se lo decia la razon, de que jamas volveria a hacer algo asi por un cliente. Gasto ochocientos dolares en el mismo establecimiento que habia presentado cargos contra Nadya, porque era mas facil arreglar lo que estaba mal que hacerse a la idea de que su hija venia a un mundo para el que a veces ni la propia Alex tenia estomago.
La catarsis finalizo en el momento en que Alex le entrego a la cajera su tarjeta de credito y oyo en su cabeza la voz de Logan Rourke. «Buenaza-la habria llamado con escarnio-, siempre con el corazon en la mano».
Bueno, el podia hablar con conocimiento de causa.
Por eso le habia sido tan facil romperselo en pedazos.
«Bueno-penso Alex con calma-. Asi debe de ser morirse».
Se sintio recorrida por otra contraccion. Una bala perforando el metal.
Dos semanas atras, con motivo de la visita de la trigesimo septima semana, Alex y Lacy habian hablado acerca de las posibilidades de aliviar el dolor en el parto.
– ?Que piensas sobre el tema?-le habia preguntado Lacy, y Alex habia bromeado:
– Pienso que deberian importarlas de Canada.
Le habia dicho a Lacy que no pensaba recurrir a ningun tipo de anestesia, que era partidaria del parto natural, que seguramente tampoco debia de doler tanto.
Pues dolia.
Se acordo de todas aquellas clases a las que Lacy la habia obligado a asistir, y en las que la propia Lacy habia actuado como su pareja, ya que todas las demas mujeres contaban con un esposo o companero para ayudarlas. Les habian ensenado fotos de parturientas con la cara roja y los dientes apretados, emitiendo alaridos prehistoricos. Alex se habia reido de todo aquello. «Nos ensenan los peores casos posibles-se habia dicho-. Cada persona tiene una tolerancia diferente frente al dolor».
La siguiente contraccion hizo que la columna vertebral se le doblara como la de una cobra, se abrazara a su