Alex de anteriores encuentros y al que ella no le habia gustado particularmente: se le habia escapado la risa cuando el se presento diciendo «Puede llamarme Ishmael». [5] Hoy, en cambio, el hombre se habia lanzado practicamente a sus pies, o a sus altos tacones por mejor decir.
– Bienvenida, Su Senoria-le dijo-. Aqui tiene la relacion de casos pendientes. La acompanare a su despacho, y ya le enviaremos a un ujier para avisarla cuando este todo preparado. ?Hay alguna cosa mas que pueda hacer por usted?
– No-dijo Alex-. Estoy lista.
La dejo en su despacho, que estaba congelado. Alex ajusto el termostato y saco la toga de la cartera para ponersela. Habia un bano anexo en el que entro para examinar su aspecto. Estaba impecable. Imponente.
Aunque al mismo tiempo parecia un poco una chica de coro, quiza.
Se sento al escritorio y penso de inmediato en su padre. «Mirame, papa», penso, aunque el estaba ya en un lugar desde donde no podia oirla. Recordaba decenas de casos juzgados por su padre; cuando volvia a casa se los explicaba mientras cenaban. Lo que no recordaba eran momentos en los que dejara de ser juez para ser simplemente padre.
Alex examino los expedientes que necesitaba para el total de actas de acusacion de aquella manana. Luego miro el reloj. Aun faltaban cuarenta y cinco minutos antes del comienzo de la sesion del tribunal; era solo culpa suya estar tan nerviosa como para haber llegado tan temprano. Se levanto, se estiro. Hubiera podido hacer un doble mortar en aquel despacho, tan grande era.
Pero no lo haria, los jueces no hacian esas cosas.
Abrio con timidez la puerta que daba al vestibulo, e Ishmael se presento al instante.
– ?Su Senoria? ?Que puedo hacer por usted?
– Cafe-dijo Alex-. Seria fantastico.
Ishmael dio tal salto para ir a cumplir su peticion, que Alex penso que si le pedia que fuera a comprarle un regalo a Josie para su cumpleanos, antes del mediodia lo habria tenido encima del escritorio, envuelto y con lacito. Lo siguio a una sala de descanso, compartida por jueces y abogados, y se dirigio a la maquina de cafe. Una joven abogada le cedio el paso al instante.
– Pase usted delante, Su Senoria-dijo, haciendose a un lado.
Alex agarro un vaso de carton. Tenia que acordarse de llevarse un termo de casa para tenerlo en su despacho. Aunque, puesto que se trataba de un puesto rotatorio que, segun el dia de la semana, la haria pasar por Laconia, Concord, Keene, Nashua, Rochester, Milford, Jaffrey, Peterborough, Grafton y Coos, tendria que proveerse de una buena cantidad de termos. Apreto el boton de la maquina de cafe, pero solo para oir el silbido del vapor al salir: estaba vacia. Sin pensarlo siquiera, decidio prescindir de la maquina y preparar una cafetera, para lo cual busco un filtro.
– Su Senoria, no hace falta que lo haga usted-dijo la abogada, cuyo embarazo ante el comportamiento de Alex era evidente. Le saco el filtro de las manos y se puso a preparar ella el cafe.
Alex se quedo mirando a la abogada. Se preguntaba si alguien volveria a llamarla Alex alguna vez, o si, por el contrario, su nombre habia quedado transformado de forma oficial y para siempre en el de Su Senoria. Se preguntaba si alguien tendria valor para avisarla de que se le habia quedado un pedazo de papel higienico enganchado en el zapato o un trocito de espinaca entre los dientes. Era una sensacion extrana: que, por un lado, todo el mundo te escrutara con tal detenimiento y, por otro, nadie fuera a atreverse a decirte a la cara si algo estaba mal.
La abogada le ofrecio una taza de cafe recien hecho.
– No sabia como le gusta, Su Senoria-dijo, pasandole el azucar y los potecitos de nata liquida.
– Asi esta bien-dijo Alex, pero al alargar la mano para tomar el vaso, la ancha manga de la toga se le engancho en el borde del vaso de polietileno derramando el cafe.
«Tranquilidad, Alex», penso.
– Oh, cielos-dijo la abogada-. ?Lo siento!
«?Por que habrias de sentirlo tu-le pregunto Alex mentalmente-, si ha sido culpa mia?». La joven se habia puesto en seguida a limpiar el desaguisado con ayuda de unas servilletas de papel, asi que Alex se dedico a limpiar su toga. Se despojo de ella y, en un momento de debilidad, penso en no parar ahi y seguir desnudandose hasta quedarse en bragas y sosten, y entrar de esa forma a la sala del tribunal como el emperador del cuento. «?Verdad que es hermosa mi toga?», preguntaria, y oiria a todos los presentes responder: «Oh, si, Su Senoria».
Lavo la manga en el bano y la escurrio bien. Luego, con la toga en las manos, se encamino a su despacho. Pero la idea de permanecer media hora sentada alli sola, sin hacer nada, le parecio tan deprimente que en lugar de eso decidio pasear por los pasillos del juzgado de Keene. Se metio por rincones por los que nunca antes habia estado, y fue a parar a la puerta de un sotano que daba a una zona de carga.
Fuera se encontro con una mujer vestida con el traje verde de los empleados de mantenimiento fumando un cigarrillo. En el aire se respiraba el invierno y la escarcha brillaba en el asfalto como cristales rotos. Alex se abrazo a si misma, era muy posible que alli fuera hiciera mas frio aun que en su despacho, y le hizo un gesto con la cabeza a la desconocida.
– Hola-saludo.
– Eh.-La mujer dejo escapar una bocanada de humo-. No te habia visto nunca por aqui. ?Como te llamas?
– Alex.
– Yo Liz, y soy el departamento de mantenimiento del edificio al completo.-Sonrio-. ?Y tu en que seccion trabajas?
Alex se metio la mano en el bolsillo buscando una cajita de Tic-Tacs, no porque necesitara una bolita de menta, sino porque queria ganar un poco mas de tiempo antes de que aquella conversacion diera un brusco frenazo.
– Bueno-dijo-, yo soy la jueza.
Al instante, el rostro de Liz se torno serio, y ella retrocedio, incomoda.
– Vaya, es un fastidio habertelo dicho, porque me ha encantado que hayas entablado conversacion conmigo, asi tan facil y tan amable. No creo que haya nadie mas por aqui dispuesto a hacerlo y…bueno, eso hace que te sientas un poco sola.-Alex dudo unos segundos-. ?Crees que serias capaz de olvidar que soy la jueza?
Liz aplasto la colilla de su cigarrillo con la bota.
– Depende.
Alex asintio con la cabeza. Hizo girar la pequena caja de plastico de bolitas de menta en la palma de la mano. Hicieron un ruido de sonajero.
– ?Quieres una?
Tras pensarselo un segundo, Liz alargo la mano con la palma hacia arriba.
– Gracias, Alex-dijo, y sonrio.
Peter habia tomado la costumbre de merodear como un fantasma por su propia casa. Estaba alli, enclaustrado, lo cual tenia algo que ver con el hecho de que Josie ya no fuese nunca, cuando antes solian quedar tres o cuatro veces por semana despues del colegio. Joey no queria jugar con el, pues su hermano siempre estaba ocupado, o bien entrenando a futbol, o bien jugando con un juego de computadora en el que tenias que conducir como una exhalacion por una pista de carreras con unas curvas retorcidas como un clip de sujetar papeles. Todo ello significaba que, a la practica, Peter no tenia nada que hacer.
Una noche, despues de cenar, oyo ruidos en el sotano. No habia vuelto a bajar alli desde la tarde en que su madre lo habia encontrado con Josie con el rifle en las manos, pero en aquellos momentos se sintio atraido hacia el banco de trabajo de su padre como una mariposa hacia la luz. Bajo y vio a su padre sentado en una silla, delante de la mesa y sosteniendo la mismisima arma que tantos problemas le habia ocasionado a el.
– ?No tendrias que estar preparandote para irte a la cama?-le pregunto su padre.
– No tengo sueno.-Observaba como las manos de su padre acariciaban el largo canon del rifle.
– Es precioso, ?verdad? Es un Remington 721. Un 30-06.-El padre de Peter se volvio hacia el-. ?Quieres ayudarme a limpiarlo?
Peter miro instintivamente hacia la escalera que subia a la planta baja, donde su madre estaba fregando los platos de la cena.